“La revolución, mejor que sea individual, y que nazca de uno mismo” (Carlos Goñi).
Carlos Javier Crespo Goñi, conocido como Carlos Goñi (Madrid, 1961), músico y cantautor español. En la década de 1980 formó parte de grupos como “Garage” y “Comité Cisne”. Al final de dicha década, creó el grupo “Revólver” junto a Rafael Picó, también integrante de “Comité Cisne”. Fue con “Básico”, el primer concierto acústico grabado al estilo de formato MTV-Unplugged estadounidense, con el que alcanzó un reconocimiento musical a nivel nacional, al mismo tiempo, se disparó el número de ventas de sus trabajos. A partir de ahí, Carlos Goñi y “Revólver”, no han dejado de escribir, componer y desplegar en innumerables conciertos sus respectivos trabajos.
En mitad de su gira de conciertos con “Básico IV” hemos conversado con él para hablar de música y de actualidad.
A los diez segundos de conversar con Carlos Goñi me ahoga la sensación de que la entrevista va a ser demasiado corta. La pausa y la riqueza de conocimiento y reflexión que desprende en cada una de sus palabras sostiene símil armazón que las letras de sus canciones, y acaba por desbordar toda idea inicial. En idéntica manera que, cuando te presentas en uno de sus conciertos, y conocedor de su música y sus canciones crees que ya nada te puede sorprender y, entonces, todo vuelve a ser diferente.
En la actualidad social y económica en que residimos, ¿es la música un refugio o una melodía para hacer la Revolución?
Cualquier manifestación artística, cualquier tipo de arte, creo que es un refugio de lo otro, de la parte más cruda de la vida. –Hace una leve pausa y prosigue.– En cuanto a la revolución, nunca he creído nada en la revolución colectiva. No me lo creo. Creo que eso siempre va en beneficio de unos pocos. La revolución, mejor que sea individual, y que nazca de uno mismo.
Entonces, ¿mejor una revolución interior que una colectiva?
En la revolución colectiva no creo. Pero, en todo caso, para que una revolución de tal índole tenga sentido, tendría que venir de una revolución interior e individual. En la individual, elige uno dónde quiere resguardarse o de qué fuentes desea beber y, evidentemente, la música es una de ellas.
La música siempre suena a algo más allá del horizonte de la vida. ¿A qué suena el camino de un músico?
El camino de un músico tiene mucho menos glamour del que parece.
Verdad, ¿no?
(Reímos) Bastante menos. En general es bastante duro. Yo me alegré mucho cuando me di cuenta de que ninguno de mis hijos quería dedicarse a la música. Me dieron una alegría. Ya lo creo. Es duro. –Hace una leve pausa.– Lo que pasa, también, es que tiene maneras de hacerse. Depende de lo honesto que seas contigo mismo y de las expectativas que te pongas. En mi caso, lo que me hace feliz es coger la guitarra por las mañanas. Eso es lo que me hace feliz, y esa es mi gran ventaja sobre la mayoría. A mí no me hace feliz pensar en lo que voy a hacer con el dinero que voy a ganar tocando la guitarra, a mí lo que me hace feliz es tocar la guitarra.
¿Qué puede salvar nuestras vidas?
Yo no creo que la música pueda salvar…- –Se interrumpe, no termina la frase y ambos reímos, luego prosigue.– A mí sí me ha salvado la vida, en cualquier caso, porque me di cuenta rápidamente de que… –Vuelve a interrumpirse. No termina la frase, pero apostilla.– Esto hay que dejarlo un poco entrecomillas, porque creo que cualquier sueño es intercambiable por otro. Mi frustración fue no haber jugado al balonmano de manera profesional y, también, no haber llegado a ser profesor de Literatura. Eso es lo que yo quería hacer con mi vida cuando era un crío, pero una lesión en la rodilla me tuvo en pijama un año entero en casa, y eso, unido a cierto naufragio familiar, hizo que mandara los estudios a hacer puñetas, y al final, ni una cosa ni la otra. En una u otra manera, la música salvo mi vida, pero también lo hizo la Literatura. Como decía antes, cualquier sueño es intercambiable por otro.
Entonces, a Carlos Goñi ¿lo que le salva es la música?
Sí. Me salva la música, pero me salvan también los libros. Probablemente, si no hiciera música, escribiría.
En lo referente a la especie humana, ¿en qué lugar estamos?
¿Contra quién competimos? Si competimos contra los animales, ellos ganan.
Yo creo que competimos contra nosotros mismos. La lucha, en definitiva, es contra nosotros mismos, ¿no?
(Ambos reímos.) Entonces, también hemos perdido. (Volvemos a reír.) A mí las ideologías me molestan mucho, porque me parece que las ideologías deberían estar al servicio del ciudadano. No al revés. Los ideólogos con más poder de la Historia, (que no significa que fueran los mejores) siempre han pensado lo contrario, es decir, que la Ideología estaba por encima de cualquier condición humana. Y yo a eso no voy a jugar. Entre otras cosas, porque los ideales suelen ser pacíficos y nacen de buenas intenciones, pero la Historia es violenta, ahí está. Y los ideólogos que más poder han tenido, como he dicho, se han encargado de meter a personas que no nos conocemos en unos cuantos jaleos por culpa de unos pocos que sí se conocen. Me encantaba lo que decía Víctor Hugo: “El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
¿Nos hemos acostumbrado a que nos roben los que gobiernan, o simplemente es que, como ciudadanos, no damos la talla?
Yo hace tiempo que dejé de votar, pero hace muchísimo tiempo. No por nada, simplemente porque ninguno de los que veo me provocan lo suficiente para dar un voto de confianza. Y eso no significa, como me dicen algunos, que luego no me ponga a hablar. A lo que yo les digo: “No, no, perdona. Sí, sí. Sí que puedo hablar”.
Para mí el primer derecho como ciudadano no es el voto, mi voto es otra cosa. El primer derecho como ciudadano es pagar los impuestos. Y yo los pago, yo los pago con gusto, además. Y no espero nada a cambio. Nunca he esperado nada a cambio. Los impuestos, al final, tratan de poder echar una mano a quien, por ejemplo, no puede pagar un colegio. Y lo de votar, sencillamente, hago uso de mi derecho como persona de no ceder mi confianza a quien no se la quiero ceder.
–Sonríe y continúa.– Yo no me acostumbrado a que nos roben. Lo que pasa es que, robar es una cuestión de ceros que van a la derecha, y de esos hay muchos que no son políticos.(Ambos reímos.)
En tu canción “Mustan Shelby”, hablas del Parque de las Tetas, en el Cerro del Tío Pío, en Vallecas. Un lugar desde el que se puede ver todo Madrid. ¿Cómo se ve el espectáculo musical desde el escenario?
Estar encima de un escenario me sobrecoge. Hay algo a lo que aún no me he acostumbrado, y es que hay gente a la que se le mueve el corazón por lo que yo pueda decir o por lo que yo pueda cantar, o por lo que puedan entender; y eso me emociona muchísimo. Cuando estoy encima de un escenario me planteo que estoy dando una fiesta, que soy el anfitrión y que tengo que conseguir que mis invitados se lo pasen lo mejor posible. Y para eso controlo todo durante dos horas y media, y debo tener todos los sentidos alerta para ello. En definitiva, a eso a lo que me dedico. Esa es la parte que puedo explicar; lo otro, no sé explicarlo. Yo cuando escribo en casa, escribo sobre cosas que son importantes para mí, y toco esas canciones, primero, en el comedor, yo solito, tranquilamente, y que luego haya 1.000, 2.000 o 3.000 personas en un concierto, delante de mí, cantando… –Hace una pausa.– Eso, joder, es llegar mucho más alto de lo que yo pude imaginar jamás. Sí. Ya lo creo.
Escritor, poeta y articulista.