En estos tiempos de stress poco o nada llevadero, de muertes fatídicas a causa de la viagra cibernética, de monedas sanguinolentas que hacen progresar amores y parejas, ya no luchamos por nosotros mismos, ni por él, ni por ella, ni por ellos…
En estos tiempos, señalo, se van muriendo incluso aquellos que veíamos en la cima, en su zócalo intocable, y caemos en la cuenta de que Lady Muerte también logra llevarse a los “respetables”. Vegetamos tiempos de desidia y comida rápida. Cerramos nuestras bocas con grapas oxidadas ante las perversidades, porque así –tal vez– logramos que las nuestras también persistan en silencio, sin miedo a que nadie pueda juzgarlas.
Y mientras tanto, entre fingimientos y emociones demasiado flexibles, encubrimos nuestros actos sin franqueza ante esa persona que nos quiere, que nos respeta, que daría su escasa conciencia o su propia vida por estar un minuto más a nuestro lado para disfrutar de algo relegado, algo llamado por norma general, Amor.
En estos tiempos en que conseguir la amistad verdadera es una alucinación psicotrópica, nos sentamos al fresco y decimos sin enrojecernos: “Yo voy a lo mío”. Y la esfera insuperable de la hipocresía es tal que ni yo, que escribo dando mi opinión con estas letras transitorias, puedo alicatar las antiguas fuerzas que ayer poseía para darle más valor y energía a mi frustrada esperanza.
Vivimos una etapa de la historia en la que los héroes fueron a por tabaco y no volvieron a causa del atasco tenebroso que circunda las calles que normalmente transitamos. Son muchas las personas que sonríen al ver cómo la caja tonta les domina con sus ondas multicolor. Un aparato del diablo que nos hace visionar a unos oradores que dan consejos sin ton ni son y que, más tarde, aparecen en Instagram mostrándonos su cocinita nueva, o su amorcito de sábado noche, o el último modelito made in France con el que pretenden dar “sencillez” a su acongojada pero glamurosa vida.
Nicolas Chamfort, moralista francés, lúcido y escéptico, sentenció sobre la sociedad contemporánea:
“El amor, tal como se practica hoy en la sociedad, no es más que un intercambio de dos fantasías y el contacto de dos epidermis”.
Acaso ese sea uno de los principales problemas: que nos hemos olvidado definitivamente del otro amor, ese sentimiento que no juzga con facilidad, que rebosa sencillez y generosidad, que intenta sobrevivir a base de abrazos, consejos sinceros y veraces…
Lejos de la soberbia y muy pero que muy cercano a algo postergado, a lo que llamábamos, hasta no hace tanto, humanidad.
Escritor, poeta y columnista.