Fue hace bastantes años que, junto con otro parkinsoniano, me tomé la libertad de incorporar unas manos en actitud suplicante al logotipo de nuestra delegación de pacientes de Parkinson en el noroccidente astur, y lo hice con tal ilusión que cuando los altos responsables de la asociación con sede en la capital, fueron conocedores de la gravísima transgresión de un articulado decimonónico, trasnochado, plasmado en unos folios que en conjunto quisieron ser un estatuto, pero el resultado fue algo semejante a una ley orgánica de una dictadura militar con un anexo llamado reglamento de régimen interior, con un contenido propio del nazismo, donde se premiaba al denunciante de un compañero y paciente. Las fuerzas más reaccionarias, sin consultar con asociados, se despacharon a gusto para decir que no a las manos. Mas no contentos con lo logrado solicitaron la presencia de lo más carca del olimpo que al verme como reo, sin mediar ni las buenas tardes, ya pretendían presentar una denuncia en el juzgado.
No me sentí incómodo en ningún momento ya que no esperaba menos. De esta guisa regresé a mi domicilio. En ningún momento consideré la advertencia que me hicieron y seguí con mis manos. Tres días después, junto con los parkinsonianos de nuestras dependencias, se hizo una valoración de la ayuda recibida de la sede central que resultó ser de 0,00€. Con el apoyo incondicional de nuestro Ayuntamiento, se modificó la titularidad de los concesionarios de nuestras dependencias. Ese mismo día se presentó la documentación de una nueva asociación con lo que se dio fin al feudalismo del siglo XXI.
Habiendo sido una ruptura total que te hace independiente se proyectó un logotipo que ya experimentó modificaciones. La independencia y la libertad son bienes que nos van a permitir durante mucho tiempo modificar las cosas.
Al hilo de lo escrito, nunca se han preguntado ¿qué hacer o dónde meter las manos en un determinado momento? ¡Pues bien! Esto que parece no tener importancia para algunas personas es motivo de preocupación sin saber justificarlo ya que las manos no hacen nada concreto, solo son testigos que nos acompañan. Su misión es trabajar, luchar, defender, atacar, y es que en la mayoría de los casos nada de lo dicho tienen que hacer. Posiblemente sin protagonismo, pero están ahí sin que se les obligue meterlas en los bolsillos, en la espalda, detrás del respaldo de una silla o debajo de una mesa.
Las manos tienen un papel secundario al acompañar a la palabra en su vuelo y al rostro en su expresión luminosa. Son las que indican de donde partió la palabra y forman un triángulo con el rostro.
Su posición no es de reposo siempre. Si esperamos una orden o una información, procuramos colocarlas en la parte anterior de las caderas y, cuando hablamos, pueden estar delante de nosotros ante más gente, abiertas sin rigidez, en una posición que intenta mostrar las palmas. Una actitud semejante a las imágenes religiosas en oración. En muchos momentos, pudiendo estar quietas, no lo están. Son las palabras y el sentido de lo que decimos sin nuestra intervención. Se mueven solas.
Los movimientos que se producen son verticales, circulares hacia dentro y hacia fuera, horizontales y rara vez oblicuos. En otras ocasiones actúan las dos manos de forma simétrica, otras, una deja más protagonismo a la otra y, sin que nadie lo note, vuelven a su posición inicial. Con varios gestos se puede afirmar que se producen descensos en vertical sin que se adviertan movimientos de subida. Diferencia entre gesto y movimiento.
Cruzar las manos ante la región pélvica es una postura timorata, inocente que no debe prolongarse. La misma posición llevada a la espalda es cómo si nos mutilasen y si, en la espalda, una aprieta a la otra por la muñeca, nos revestimos de la autoridad del sargento.
Las manos en los bolsillos, ocultan más que manos. Si dejamos el pulgar fuera solo ocultamos este dedo en el chaleco, cinturón o bolsillo pequeño del encendedor, es una actitud de estar todo controlado. El dedo gordo o pulgar, algo especial tiene, además de la victoria, el perdón y la condena. Cruzar los brazos como cuando éramos niños, era una actitud de bondad. Era preferible estar inactivos con una camisa de fuerza invisible.
Si ponemos brazos y piernas cruzados entramos de lleno en un aislamiento oriental. Y si enlazamos las manos detrás de la nuca, nos elevamos a otro nirvana pero made in USA. El europeo habla sin cruzar ni enlazar nada. Columna erguida. Los brazos hacen puente entre lo que dice y los escuchantes. Los latinos son de tocar para comunicarse.
Para manejar conceptos y dirigir la atención de nuestro interlocutor utilizamos el movimiento de la punta de los dedos no, levantar la mano y unos tras la palma, es decir; que no oculto nada y cuento la verdad. También la palma blanca en el negro, tiene algo de extraña. La culpa y la inocencia están en las palmas de las manos.
No cabe la menor duda de que las manos amplían las posibilidades en la expresión del rostro humano, pues forman las manos con el rosto un triángulo cambiante que retiene y atrae la atención del interlocutor.
Es en la cabeza donde reside la capacidad del pensamiento, y en el rostro, los sentidos. El trabajo de la cabeza se apunta en las sienes y en la frente donde los ojos miran hacia dentro.
Las manos, cuando prestan apoyo y descanso, es al pensar. Cuando extiende unos dedos, el apoyo se hace sutil, es decir que las ideas no pesan tanto.
Si froto suavemente con un dedo la nariz, mejilla o pellizco distraído el lóbulo de la oreja, es que busco una relación que se escapa. La acción es parecida al apretar fuertemente el mentón con la mano en tenaza, es que a punto está de tomar una gran decisión. Igual que llevar la mano a la nuca significa una situación abatida de fracaso. El dedo índice sobre un diente delantero inferior son signos que para la mujer significan perplejidad. El índice levantado delante del rostro pide atención y dirigido al interlocutor, amenaza. Son las gafas además de un instrumento para ver mejor, se convierten en un símbolo de la inspección, de la ponderación, del análisis intelectual. Sucede lo mismo al ponerlas que al quitarlas. En la mano, a través o por encima, a modo de índice es apoyo a lo circundante y crítica al resto de la zona.
No obstante insistimos que rara vez se tocan las manos y el rostro del que habla. Están a cierta distancia pendiente de la expresión facial. Al igual que la mirada que tampoco atiende por lo regular a sus manos y si lo hace, el gesto adquiere un gran relieve, porque manos y rostro se vuelcan hacia el oyente con la espontaneidad de su lenguaje. Es un reflejo condicionado, no aprendido. Si se miran conscientemente, supone ello una nueva carga de comunicación inhabitual, que rompe el equilibrio natural entre la palabra y el gesto expresivo.
Graduado Relaciones Laborales y Recursos Humanos, Poeta.