Movámonos a los siglos XIII-XIV, a la por entonces tierra de Occitania (actual sur de Francia), dependiente en ese momento del reino de Aragón. ¿De quiénes podemos estar hablando?, de los cátaros, por supuesto. Nombre, por cierto, que nunca se dieron a sí mismos, no hay siquiera a día de hoy consenso etimológico acerca de dicho nombre, aunque casi todas las derivaciones apuntan a nombres no muy afables.
Calificados de herejes, lo que viene a querer decir nada más que el que tiene otra interpretación de las escrituras diferente a la oficial. Esta secta, o religión independiente como algunos estudiosos apuntan, se hacían llamar “cristianos”, entre otros apelativos, pero distaban mucho de los usos y costumbres de la iglesia oficial cristiana. Entre otras cosas, reclamaban disponer única y exclusivamente de aquel usufructo que fuera producto de su propio trabajo y abolir el diezmo, esto les llevó a obtener una gran simpatía del pueblo llano, pero no tanto de la Santa Sede.
Su situación jurídica era bastante ambigua, lo que les llevó a verse colocados en el enclave de la lucha del reino de Francia por la posesión de ese territorio, pero también en el de la lucha de la Iglesia romana contra sus prácticas y creencias.
Esta última, los sometió a persecución, entre otras cosas, por su defensa y práctica del “buen morir”. Adelantados a su tiempo en múltiples prácticas y perspectivas, suministraban plantas medicinales al moribundo, prácticas que a día de hoy llamamos “cuidados paliativos”, planteamiento como decimos, que no es otro sino el de una buena muerte.
Fueron diezmados hasta quedar, según se tiene constancia, solo aquellos que consiguieron huir, tras guerras y actos inquisitoriales, a esconderse en parajes naturales de tipo montañoso.
La acusación eclesial era la de “práctica de la eutanasia”, pues, según la Santa Sede, el moribundo no debía elegir el modo de tránsito hacia la otra vida, sino que debía acatarse el que le hubiera tocado. Hoy día esto nos parece una aberración, no dar asistencia a una persona en este tránsito es considerado monstruoso. Aquella “eutanasia” hoy es considerada “cuidados paliativos”, quizá pronto, a poco más tardar, llamemos a la considerada hoy “eutanasia” no de otra manera, sino como lo que es una “muerte libre y digna”. Pues, estamos siete siglos después, planteándonos no otra cosa sino la cabida de la decisión de la libertad de elección del modo y la manera de transitar enfermedades dolorosas e incapacitantes, de la libertad de, ante circunstancias que hacen de la vida una carga insoportable para el afectado, elegir el cómo y cuándo morir.
Por cierto, esta “secta” de adelantados a su tiempo, también eran vegetarianos, no sé quién le lleva siete siglos de sabiduría a quién. Ahí dejo el dato.
Poeta, licenciada en Filosofía y grado superior en Diseño.