Existen personas que cuando se marchan dejan un espacio tan grande, el cual es difícil llenar. ¿Os habéis planteado aluna vez si es necesario llenarlo? ¿Por qué tendemos a rellenar los huecos? ¿Por qué un vacío ha de doler tanto?
La Física nos explica que la Naturaleza tiene tendencia a ocupar los espacios vacíos, pero ¿y en el plano emocional?, ¿es necesario tratar de ocupar ese hueco con algo?
Estoy de acuerdo con la afirmación que los seres vivos nos activamos por el principio de la supervivencia y que los humanos nos movilizamos por un principio de homeostasis. Es decir, mantener un equilibrio que nos impida sufrir.
Cuando en nuestro plano físico sufrimos una herida, nuestro cuerpo reacciona tratando de cicatrizar la herida, juntando los bordes de la piel. ¿Qué ocurre si se “cierra en falso”?, denominando “cerrar en falso” la herida que no se cierra de dentro hacia fuera y cuyos bordes superficiales se unen dejando un espacio bajo la dermis que fácilmente se infecta o se acaba llenando de grasa.
En estos momentos tengo un vacío emocional por la pérdida de un ser muy muy muy querido. Es alguien vinculado a mi primera infancia a la que por fín se le ha permitido marchar de este mundo. Se marchó en paz, con la serenidad que proporciona la edad, la vida vivida con coherencia y la felicidad de haber amado y haber sido amada.
Quiero plantearme este duelo de manera diferente a otros, ya que para mí es irreemplazable la figura de esta persona. Normalmente, los psicólogos de buena fe y buen hacer, entre los que supongo me encuentro yo, me recomendarían que ocupara ese espacio doloroso con hermosos recuerdos; pero los recuerdos ya los tenía antes y no necesito más. Es lo que tiene ser psicóloga, (jajaja), me puedo contestar y replicar a mí misma.
Sigamos… Llevo varios días pensando cómo enfrentarme a este agujero negro que se va formando en mí. Los agujeros negros son vampiros de energía y de cualquier cosa que esté a su alcance. Su poder es tan grande que por más que absorban, nunca se sacian y acabarían destruyendo un universo entero. Por lo tanto, esta opción no es válida. He de buscar otra visión que me permita seguir sin sufrir.
He decidido que gracias a mi imaginación, voy a cambiar la imagen que he formado en mí de lo que significa esta pérdida. Voy a cambiar el agujero negro por un haz de luz que cambiará de intensidad en función de la luminosidad que yo necesite en cada momento o el ambiente que quiera crear a mí alrededor, como esos reproductores de música que tienen instalados halógenos que modifican la luz en función del ritmo de la música que emiten.
Si convertimos cualquier espacio dejado por una persona a la que estábamos muy unidos, por algo agradable de mirar, podremos aceptar esa pérdida como natural aunque sea dolorosa. Negar el dolor o la añoranza que nos produce no poder hablar con alguien no nos ayuda a seguir viviendo. Cada uno de nosotros también marchará algún día y tal vez ahí esté la gracia.
Quiero pensar que precisamente, en esa marcha, esté el sentido de la vida. Ante una vida ciertamente finita, el sentido de nuestra presencia, está en ser capaz de dejar algo que sea memorable y útil para los siguientes.
Cualquier planta, por pequeña que sea nos deja oxígeno en el ejercicio de la fotosíntesis. Las Tígridas, flores de un día, sirven de alimento a las abejas que luego esparcirán su polen para que otra planta nazca. ¡No vayamos a ser como humanidad y supuestamente seres superiores incapaces de ser útiles para el futuro!
¿Puede que os preguntéis por qué mezclo el sentido de la vida con el dolor de una pérdida? Porque para mí, ambas cosas van unidas. Superar un duelo implica aceptar que es natural por inevitable.
¡Se marchó! ¡Se acabó! Se acabó en este plano físico pero quedan las enseñanzas que me transmitió esa persona, el amor que repartió tan generosamente, la visión positiva que me mostró hasta sus últimos días, demostrando que la vida tiene sentido en cualquier momento y en cualquier circunstancia y que la vida es bella por la capacidad infinita que tiene de sorprendernos y enseñarnos.
Os recomiendo que tratéis de vivir de manera plena cada instante, incluso los que no os gusten y así estaréis seguros de no haberos perdido muchas cosas, el día que os toque marchar. Llenad de añoranza vuestras vidas ya que eso querrá decir que habéis disfrutado de momentos intensos y bellos, y acompañad ese sentimiento con la ilusión y el ansia de recibir los que están por venir. Así, vuestra vida tendrá sentido y seréis felices.
Dedicado a Tata, con todo mi amor
Psicóloga y Escritora