En Tiempos de Aletheia

Cuida de ti

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el “autocuidado” como “la capacidad de personas, familias y comunidades para promover, prevenir y mantener la salud, y así hacer frente a las enfermedades y discapacidades con o sin el apoyo de atención médica”. Es decir, todo lo que a nivel individual y/o colectivo es posible hacer para procurar la salud de uno mismo; algo que resulta crucial dada la circunstancia de emergencia sanitaria que vivimos actualmente.

 

Hoy en día, el concepto de “autocuidado” es conocido por multitud de personas y empleado en diferentes ámbitos. Especialmente en el terreno sanitario, se ha procurado velar y contribuir por el bienestar de los profesionales en este sentido, poniendo en marcha protocolos de autocuidado con pautas específicas. La esencia de dichas acciones reside en la importancia del bienestar propio para poder ayudar a los demás, así como poder darnos cuenta del tiempo y la calidad de las acciones que dedicamos a nosotros mismos, con el objetivo de modificar aquellas que no contribuyan a cuidarnos.

 

Puesto que es un término amplio en el que tienen cabida múltiples aspectos de la vida, resulta útil reflexionar sobre qué áreas están implicadas y permiten cambios o intervenciones. Para ello, quiero exponer algunas claves que, de forma general, sustentan el autocuidado en las principales áreas vitales (descanso y alimentación, trabajo, familia, pareja, relaciones sociales y ocio); además de hacer hincapié en la importancia de cuidar de uno mismo desde la perspectiva de la psicología y la salud emocional.

 

Comenzando por la base: el descanso y la alimentación.

 

Descansar es imprescindible para poder desarrollar cualquier otra actividad, la importancia de un sueño de calidad es cada vez más conocida y por desgracia, menos frecuente. El descanso se ve directamente impactado por el estrés, los horarios, los hábitos de vida y las preocupaciones. Dichas cuestiones no siempre están bajo nuestro control y a veces modificarlas resulta imposible, sin embargo, desde la idea de cuidar de nosotros mismos tiene cabida la posibilidad de intervenir en todo aquello que pueda estar dificultando un adecuado descanso (hora de irse a la cama, condiciones de la habitación, nivel de ruido, rutinas de gestión de estrés, exposición a luz artificial, hábitos de meditación, consumo de cafeína…). Parar y reflexionar sobre la calidad de nuestro descanso hace que podamos mejorarlo cambiando lo que sea necesario en las rutinas diarias.

 

La alimentación es hoy día el centro de atención de multitud de personas, en algunos casos para mejorarla y cuidarla, y en otros constituye un factor de riesgo para la salud. En ambos casos es importante valorar cuál es el objetivo propio y si contribuye a cuidarnos a nosotros mismos o juega en nuestra contra. Construir una relación sana con la comida no resulta sencillo dado que múltiples factores afectan a dicha conducta, pudiendo generar comportamientos alimentarios poco saludables. En la actualidad, aparecen frecuentemente trastornos de la conducta alimentaria (TCA) más allá de anorexia y bulimia (los más conocidos como TCA en el ámbito sanitario), también atracones, sentimientos de culpa, dietas restrictivas, autocastigos en forma de ejercicio excesivo o ayunos, son formas de relación con la comida que generan malestar. Por ello, el autocuidado respecto a la alimentación resulta un proceso importante y difícil, puesto que pasa por conocerse a uno mismo y la manera de nutrirse adecuadamente, investigar qué alimentos y qué productos pueden sernos beneficiosos y poner en marcha acciones para gestionar las preocupaciones sin que estas sean “calmadas” a través de la comida. Existe cantidad de información accesible sobre nutrición, tipos de dietas, súper-alimentos…, por lo que es imprescindible escoger aquella de mayor validez y contrastarla, sin perder de vista qué necesita nuestro cuerpo, y que el objetivo sea cuidarlo.

 

El trabajo: ¿trabajar para vivir o vivir para trabajar…?

 

El ámbito laboral ocupa gran parte de nuestra vida y poder “desconectar” de él cuando no estamos trabajando puede resultar difícil. Desde la perspectiva del autocuidado es importante conocer cuál es el impacto del trabajo en la propia persona y reflexionar sobre posibles cambios si fueran necesarios. Es frecuente que el trabajo sea fuente de estrés o preocupación (por exceso de trabajo, por falta de trabajo, conflictos, incertidumbre…), por ello, tener rutinas que ayuden a “entrar” y “salir” de trabajar contribuye a marcar límites con el resto de la vida. Por otra parte, el trabajo puede ser también fuente de satisfacción, por cuestiones económicas, de competencia, logro, relaciones sociales…, dar valor a la parte más “positiva” ayuda a modificar la actitud y la manera de enfrentarlo, haciendo que disminuya como estresor y permitiendo que se convierta en un parámetro de autocuidado.

 

Cuidar de uno mismo con los demás; pareja, familia, amigos…

 

Es importante mantener los hábitos de autocuidado también cuando nos relacionamos y estamos con los otros. El hecho de compartir la vida con una pareja, con la propia familia o con amigos, supone, entre otras cosas, cuidar y ser cuidado; lo que hace que puedan aparecer conflictos por exceso o defecto de dicho parámetro. Es imprescindible ser consciente de lo que uno mismo necesita y lo que ayuda al propio bienestar, dar espacio para la reflexión y el autoconocimiento. Algunos comportamientos, como saber decir que “no” y poner límites o pedir ayuda y dejarse ayudar, pueden requerir aprendizaje y práctica y servirán para mejorar la forma de relación con los demás. De la misma manera, poder pasar tiempo en soledad y disfrutar de ello es una forma de cuidado de nuestro propio espacio que permite crear vínculos sociales más saludables, puesto que lleva a relacionarnos en positivo y no por huir o evitar la soledad.

 

El tiempo para uno mismo: ocio y reflexión.

 

El tiempo dedicado a uno mismo es el que permite poner en marcha acciones de autocuidado, incluyendo desde el momento de parar a analizar nuestras necesidades todo el tiempo como al que dedicamos para estar con nosotros mismos. Dentro de este marco se encuentra el ocio, aquellos momentos destinados a actividades de disfrute, aprendizaje de competencias nuevas, entrenamientos, actividades lúdicas…, todo lo que tiene que ver con hobbies, con hacer algo con el objetivo principal de hacerlo y disfrutar. Este tiempo contribuye a alimentar la creatividad, la alegría y el bienestar general. Sin embargo, es importante que esté en equilibrio con momentos dedicados exclusivamente a reflexionar, donde tengan cabida las emociones y aspectos menos agradables. Pues el autocuidado requiere también de espacio para colocar recuerdos, tristeza, rabia…, aquellas cuestiones que tendemos a evitar o pasar cuanto antes. En definitiva, el autocuidado es básico en el ser humano; sin embargo, se ve afectado por las experiencias que vivimos, las preocupaciones, los hábitos, facilitando que olvidemos prestarnos atención, que dejemos de escucharnos. En el momento presente, el autocuidado es imprescindible, esperar que otros nos cuiden resulta arriesgado y es posible que algunas acciones para mejorar estén bajo nuestro control; para, reflexiona, escúchate y decide cómo actuar. “Cuida tu mente, tu cuerpo te lo agradecerá. Cuida tu cuerpo, tu mente te lo agradecerá”, Debbie Hampton.

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