Parece que el tiempo ha sido motivo de investigación en diferentes ámbitos de estudio, además de situarse en el origen de la reflexión de muchos filósofos y literatos. “Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue, y un será, y un es cansado”, decía Quevedo en estos versos de su conocido soneto “!Ah, de la vida!” Este mismo interés lo podemos observar en la lírica de Jorge Manrique expresada en las coplas fúnebres por la muerte de su padre: “Pues si vemos lo presente, cómo en un punto se es ido, y acabado, si juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado”, versos en los que el poeta reflexiona sobre el paso del tiempo, y sobre la fugacidad de la vida como consecuencia inmediata de ese devenir al que estamos abocados.
Para continuar, e insistiendo en esta idea de que no parece este un tema que se limite al ámbito de la escritura literaria o reflexiva sino que se puede extrapolar y analizar en otras disciplinas por la importancia que el factor tiempo ha supuesto en ellas, diremos que también se vislumbra en las ciencias o en el arte. Pongamos el ejemplo de la Física, para la cual el tiempo es una variable fundamental dentro de muchas de sus principales formulaciones teóricas, tanto es así que ha dado lugar a la necesidad de inventar nuevos paradigmas. Pienso ahora en la Teoría de la Relatividad, en la que el tiempo es una variable fundamental. De hecho, en este paradigma las cosas no son sino en un tiempo y no son como eran antes en únicamente un espacio, por lo tanto, el Universo se concibe como un fenómeno espacio-temporal, añadiendo así esta cuarta dimensión.
Asimismo, y siguiendo en esta línea argumentativa que quiere destacar la temporalidad como condición intrínseca al ser humano y a cómo este concibe el mundo que le rodea y, por consiguiente, a la explicación que de él puede ofrecer, podemos referirnos por analogía a los aprioris de la filosofía kantiana. Pero teniendo en cuenta que Kant precede cronológicamente a la Reoría de la Relatividad y, por lo tanto, a su autor. Estos aprioris vienen a ser las condiciones necesarias de todo posible conocimiento; es decir, al ser humano (entendido como sujeto cognoscente que lleva a cabo la acción de conocer y que lo hace en un espacio y en un tiempo determinados), se le presentan los objetos dentro de esos límites espacio-temporales que él pone al mundo. De este modo, lo que conocemos como el fenómeno es lo que se deja representar en ese marco de la realidad y es lo que puede conocerse, no lo es, sin embargo, el noúmeno que queda oculto a nuestro entendimiento, ya que no se deja representar en esa realidad espacio-temporal. Esta teoría epistemológica, conocida como Idealismo Trascendental, es central en la Historia de la Filosofía y marca un punto de inflexión en ella porque nos hace suponer que nunca podremos conocer las cosas en sí, tal cual son, sino solo el modo en que ellas se nos presentan bajo esos límites a los que acabamos de referirnos.
Incluso, podríamos poner otros ejemplos dentro de nuestra disciplina, en la que el tiempo cobra una importancia fundamental en sus doctrinas: véase Deleuze y su intento de separación entre el aion y el cronos para distinguir modalidades de la temporalidad; o el dasein heideggeriano: “si no hay nada, no hay tiempo”, decía en su obra Ser y tiempo. O incluso otros algo menos conocidos en el mundillo, como Henri Bergson, que han dedicado gran parte de su filosofía a problematizar sobre este concepto.
Por lo tanto, y para concluir, diremos que esta insistencia en el tema del tiempo, aunque pueda parecerlo, si no se analiza, no es fortuita ni ocasional, sino que es algo inherente a nuestro propio ser porque, como se manifiesta en las disciplinas mencionadas con anterioridad, es como si hubiera en él algo de misterioso, algo que el ser humano debe desvelar. Sin embargo, este enigma podría no ser más que aquello que el propio sujeto ha puesto a priori y de manera irrevocable en las cosas que le rodean para, luego, preguntarse qué sentido tiene y por qué se presentan de ese modo.
Profesora de Filosofía y Psicología