En medio de todo lo que está aconteciendo estos últimos días, en medio de la avalancha de informaciones y desinformaciones, de todo este miedo colectivo y de todas las instrucciones sobre cómo quedarnos en casa y así parar la pandemia, no puedo dejar de pensar en qué clase de políticas vendrán cuando todo esto pase. Mi propósito en estos artículos era hacer pequeñas cápsulas de teorías antropológicas, pero esta vez tengo más preguntas que observaciones, más curiosidades que teorías.
Estos días no puedo dejar de fijarme en todas las noticias que nos llegan, y que nos explican qué medidas están siendo tomadas –y cuales quedan implícitamente descartadas– por los países en alerta. Por ello, quiero hablar acerca de la transformación del valor de las vidas y/o cuerpos en una situación de emergencia que crea una burbuja sistemática donde las leyes jurídicas pueden reinterpretarse con el pretexto de garantizar la seguridad colectiva. Por ello, definiré los conceptos de “nuda vida” o “vida indigna de ser vivida”, que Giorgio Agamben utiliza en Homo Sacer, en el contexto actual de emergencia de estado; también aplicaré el concepto de necropolítica –introducido por autores como Achille Mbembe y Clara Valverde– en el contexto político de “no emergencia”.
Me intereso por estos conceptos ya que me parece interesante cómo a través de la política, vidas que en un estado de “no emergencia” son “dignas y rentables” se transforman en vidas “indignas y no rentables” en estado de “emergencia” como el que ha traído el coronavirus. Este ha sido el motivo de haber escogido esta temática para el artículo ya que en un estado de “no emergencia” la necropolítica está instalada en nuestras vidas –como más adelante explico–, habiendo paralelismo con este cambio de percepción de vidas que ocurre en situaciones de “emergencia” –que también considero que podría ser necropolítica–.
Primero abordaré el concepto de Nuda vida de Giorgio Agamben:
La Nuda vida es la vida expuesta a la muerte, bajo la forma de la violencia soberana. Es decir, el soberano/gobiernos tienen el derecho tanto de establecer el estado de emergencia, así como de decidir qué “vidas son dignas de ser vividas” y qué “vidas son indignas de ser vividas”. Aunque la manera de decisión sobre las vidas es de manera casi (in)visible ya que se suele decidir sobre qué valores han de tener las vidas vivibles, desechando las vidas que no cumplan los criterios establecidos por los soberanos. Agamben lo explica de esta manera:
“[…] Tal vida se sitúa en cierto modo en la encrucijada entre la decisión soberana sobre esa vida suprimible impunemente y la asunción del cuidado del cuerpo biológico de la nación, y señala el punto en que la biopolítica se transforma necesariamente en tanatopolítica.” (Agamben, 1998.)
Al extrapolarlo a la cotidianidad y a los acontecimientos actuales, estos días podemos ver varios ejemplos. Se publicó una noticia en un periódico digital que habla sobre una propuesta de protocolo de gestión de casos por Coronavirus en la ciudad de Turín que dice así: “Italia, sin embargo, ha decidido que negará el acceso a cuidados intensivos a los mayores de 80 años y también a aquellas personas con problemas anteriores de salud.”[1]Si esta medida fuera finalmente oficial, sería un claro ejemplo de cómo esos cuerpos son considerados como cuerpos desahuciados, por lo que se estaría cometiendo una infracción de la ley de omisión de socorro para con esos “ciudadanos”. Dicha ley no sería penada ya que el infractor es el estado-nación/soberano y estamos en situación de “emergencia”. Se crean vacíos legales en tiempos que parecen o construyen como excepcionales con el “objetivo de garantizar nuestra seguridad”, reajustando así las leyes que en otros momentos son inamovibles. En este caso, el “bien colectivo” es garantizado sobre el individual. Pensaba en cómo se sentirán esas personas al darse cuenta de que el estado-nación a los que están adscritos no les garantiza la atención médica. ¿Por qué son “vidas indignas de ser vividas”? Son elecciones políticas que no explicitan el hecho de que la toma de esta medida significará la no supervivencia o la precarización de muchas personas, ya que presentan estas medidas como idóneas para salvaguardar la pervivencia de la mayoría, pero la realidad es que es necropolítica.
Podríamos trabajar con la hipótesis sobre si pasaría lo mismo con esa gente que va a ser desahuciada durante la cuarentena; con la gente que ha de trabajar obligatoriamente mientras hay una pandemia que puede infectarlos; con las personas que están atrapadas en un vacío terrestre, físico y tangible entre dos fronteras y que no son considerados como “vidas dignas de ser vividas”; qué pasa con esas personas que no pueden “quedarse en casa” porque no tienen; qué pasa con estas personas que ahora mismo están en CIEs, cárceles, en campos de refugiados. ¿Están siendo asistidas?
Aprovecho para explicar los conceptos de “necropolítica” de Achile Mbembe y de Clara Valverde.
Necropolítica: son políticas basadas en asegurar las vidas de cuerpos productivos y afines al poder, dejando morir a los cuerpos no productivos ni rentables para el poder. Es la elección soberana de la creación y aplicación de políticas neoliberales -refuerzan la idea de que el beneficio económico es la prioridad- en lugar de escoger políticas sociales que garanticen una vida digna a las personas.
“La “necropolítica” es un concepto que desarrolló el filósofo camerunés Achille Mbembe. Es la política basada en la idea de que para el poder unas vidas tienen valor y otras no. No es tanto matar a los que no sirven al poder sino dejarles morir, crear políticas en las que se van muriendo. Los excluidos son los que no son rentables para el poder ni para implementar sus políticas. Son los que no producen ni consumen, los que de alguna manera, sin querer y sin saberlo en la mayoría de los casos, solo existiendo, ponen en evidencia la crueldad del neoliberalismo y sus desigualdades.” (Valverde, 2015.)
Los ejemplos citados anteriormente sobre “vidas dignas” y “vidas indignas” son ejemplos personalizados de las consecuencias directas de necropolíticas o políticas de muerte. Y en nuestra cotidianidad de “no emergencia” tenemos ejemplos continuos como: alquileres no regulados; trabajos precarizados que no cumplen con los mínimos derechos laborales; derecho de protesta y de libre expresión no siempre garantizado; políticas económicas de austeridad que refuerzan a empresarios y bancos y no a las personas; recortes en sanidad y en educación; políticas aporofóbicas, políticas racistas, políticas misóginas, políticas lgtbiq+fóbicas; etc.
Estos días queda patente la necesidad de un nuevo paradigma que se ocupe más de los seres vivos y de la naturaleza. El mundo se ha parado, parte de la economía también. Esperemos que después de la pandemia, los soberanos apliquen paquetes de medidas que favorezcan a las personas y no al capital. Urge crear y aplicar paquetes políticos sociales. Si finalmente así fuera, las elecciones políticas serían el reflejo de la empatía radical (Valverde, 2015) que las personas están demostrando durante este encierro, así como el papel que las redes socioafectivas están teniendo durante esta cuarentena para evitar el aislamiento social de los individuos. Serían reflejo del poder colectivo e intergeneracional, así como la capacidad de empatizar, conectarnos y hacer piña que estamos demostrando como individuos. En tiempos de “emergencia” y de “no emergencia”, las políticas sociales y la construcción de redes socioafectivas entre la sociedad civil podrían ser la clave para volver a empezar a vivir.
Bibliografía:
AGAMBEN, G. (1998). Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Valencia. PRE-TEXTOS.
MBEMBE, A. (2011). Necropolítica. España. Editorial Melusina, S.L.
VALVERDE, C. (2015). “La ‘necropolítica’ es la política basada en la idea de que para el poder unas vidas tienen valor y otras no”. Kaosenlared.[En línea] <https://kaosenlared.net/clara-valverde-la-necropolitica-es-la-politica-basada-en-la-idea-de-que-para-el-poder-unas-vidas-tienen-valor-y-otras-no/> [Consulta, 02/03/2020]
[1]https://www.economiadigital.es/politica-y-sociedad/italia-deja-morir-a-los-mayores-de-80-anos-por-una-sanidad-colapsada_20043678_102.html
Investigadora/Antropóloga