Recientemente trabajo sobre un texto filosófico que me parece interesante como tema de reflexión para otras disciplinas humanísticas, no solo para la que a mí en esta revista me compete. El texto en cuestión se llama “Una imagen nos tuvo cautivos”, de ahí el título de este artículo, y pertenece al libro Recuperar el realismo (Rialp, 2016) de los filósofos actuales Hubert Dreyfus y Charles Taylor.
En este primer capítulo proponen la tesis, que se desarrolla y se justifica con más detenimiento a lo largo del libro, de que la propuesta de las Meditaciones Metafísicas y del Discurso del Método que Descartes hace (sobre que la realidad solo se conoce a partir de las ideas que tenemos en la mente y que, por tanto, dicha realidad es algo separado de nosotros y de su propio conocimiento –dualismo–), ha influido hasta nuestros días, aunque a veces de manera subrepticia, es decir, incluso en aquellas propuestas epistemológicas, éticas y metafísicas que han venido después, como intento de refutación de la propuesta cartesiana, siempre ha habido esta idea en el origen, a modo de base o de fundamento de las mismas, de que el mundo como tal es algo que solo se conoce a través de las ideas que podemos tener de él y que el ser humano no participa en cierto sentido de él, sino solo a través de su mente. Debido a este supuesto del “a través de” como condición infranqueable para el conocimiento es por lo que a esta teoría epistemológica la denominan “mediacional”, proponiendo a su vez una de índole ontológica más realista: la de contacto.
Entiendo que es una idea compleja esta que acabo de exponer y por ello intentaré explicarme y aclarar dos cosas las cuales considero que son las más interesantes respecto de este asunto: por un lado, intentaré resumir el porqué, según estos autores, la imagen del mundo que nos ofrece Descartes es vigente en las propuestas actuales, aunque se halla enmascarada como por un velo, permaneciendo en el trasfondo de las nuevas teorías epistemológicas; y, por otro lado, lo que a mi juicio puede resultar más interesante para los lectores, analizar el porqué las implicaciones de esta imagen se observan en otros ámbitos más de la praxis humana, por ejemplo, a nivel ético o de la práctica científica.
En primer lugar, partiremos de la aseveración de que la realidad no se puede conocer como tal ya que se halla fuera del sujeto y solo la interpretación que nosotros hacemos de ella mediante ideas o creencias es lo que podemos tener por certero. El conocimiento, de este modo, se fundamenta en el sujeto cognoscente, y la existencia de la realidad misma se concibe como algo diferente de él. Es decir, como el sujeto, en este caso, no tiene un conocimiento de las cosas tal como son, de la cosa-en-sí, sino solo de los contenidos mentales que tengo sobre ellas, no influye mi conocimiento en su modo de ser, y cada sujeto tiene una interpretación diferente de la cosa, es decir, del fenómeno o del cómo a él se le representa dicha cosa.
En segundo lugar, esta visión del conocimiento, que rompe con el realismo ingenuo ontológico platónico y aristotélico anterior, aparece principalmente en la figura de Descartes debido, sobre todo, a la influencia de la época: de la Revolución Científica que tiene lugar en el Renacimiento, porque la nueva concepción física del mundo propone un modelo contra el sentido común y que no hace acto de presencia en nuestras percepciones sensoriales como verdaderamente es. Esto es, que si Descartes llega a pensar que las cosas no se muestran a nuestros sentidos como verdaderamente son es, muy probablemente, porque en ese momento histórico la ciencia moderna ha puesto de manifiesto que verdaderamente no es así, pongamos por caso la Teoría heliocéntrica cuyos defensores Galileo, Copérnico o Kepler, entre otros, justifican esta afirmación contra el Geocentrismo que imperaba hasta ese momento.
En tercer lugar, Hubert Dreyfus y Charles Taylor defienden que esta imagen que nos propone Descartes ha calado en todas y cada una de las teorías posteriores, aunque sean un intento de refutación de la misma, y que, en este sentido, nos ha cambiado la forma de entender la realidad y el modo en que tenemos un posible conocimiento de ella. Pero hay una corriente que se inicia con Wittgenstein que ya había descubierto esta imagen, así lo argumentan los autores de este libro, que comienzan el libro con una cita suya (p. 19): “Una imagen nos tuvo cautivos”, parágrafo 115 de las Investigaciones Filosóficas. Pero eso sí, en su segunda etapa, porque, a mi juicio, en la primera, la del Tractatus, fue víctima de este prejuicio, en él estaba implícita esa visión cartesiana del mundo.
En cuarto y último lugar, que esta visión tiene implicaciones éticas y de otra índole, por ejemplo en las ciencias sociales, lo podemos ver en las teorías éticas de la autorresponsabilidad que se han formulado basándose en ella. Pongamos a Kant como ejemplo, al cual también ellos se refieren a lo largo del texto (p.24) en referencia a lo que se conoce como el Giro crítico y como fundamentador del mismo. Pues bien, la propuesta de teoría del conocimiento que él hace en su Crítica de la razón pura alberga en su raíz esta teoría mediacional a la que nos estamos refiriendo en el artículo, porque el sujeto cognoscente no puede ser capaz de tener un conocimiento del mundo como tal, del noúmeno, sino que solo podrá alcanzar a conocer el fenómeno, o lo que a él se le represente de esa realidad bajo sus condiciones a priori de conocimiento. Ahora bien, esta teoría del conocimiento formulada por Kant es la base de sus otras obras, y en la Metafísica de las costumbres lo que se propone es una teoría ética deontológica que viene a ser individualista por su base misma, es decir, la de la razón como fuente de conocimiento y guía de la vida que lleva al sujeto a un aislamiento respecto del mundo y de los otros individuos, y a un hacer en el mundo que solo viene dado por y para él, y no para con los demás, que son y actúan también en un mundo que actúa a su vez sobre él.
Sin embargo, lo que quiero que se cuestione con esta idea es que esta imagen del mundo que subyace en la propuesta epistemológica de Descartes y que propone un distanciamiento del sujeto con la realidad y, por lo tanto, con los otros sujetos, como un intento de ser objetivos, no solo ha influido en las posteriores formulaciones teóricas de esta rama de la Filosofía, lo cual solo demostraría su importancia y acierto, sino en otros aspectos de la vida más prácticos como en el individualismo que inunda hoy el panorama con que nos encontramos en nuestro mundo, en el que cada cual intuye, erróneamente, que la solución a un problema queda dada en el cambio o la actuación de uno mismo al margen de los otros. Observen, para ejemplificar esta aserción, las medidas que se proponen para abolir problemas como el hambre en el mundo o para frenar la contaminación, todas ellas medidas de acción individual que pretenden resolver un mundo que necesita soluciones más complejas que la mera acción individual, que la realidad no está al margen de nuestra manera de actuar y del que sí formamos parte y al que no se le puede combatir, salvo desde la ingenuidad, desde la lucha de las partes individuales.
La propuesta se resume en romper con ese binomio dualista externo-interno, la realidad y yo, y comenzar a pensar en términos de conjunto por lo inseparable de los elementos que componen el siguiente trinomio: yo-mundo-otros para encontrar soluciones.
Profesora de Filosofía y Psicología