¿Se puede hacer filosofía en las redes sociales? Se puede y se debe. Al igual que se puede y se debe hacer filosofía aprovechando el humor, el diálogo, la imagen, la pintura, el cine o cualquier nuevo método de expresión que el género humano, o esa cultura suya tan eminentemente simbólica, puedan crear. Por supuesto, formatos tan novedosos como los que han surgido con la aparición de Internet, tan visuales, tan actuales y tan dinámicos, necesariamente imponen unas limitaciones más que notables tanto en la cantidad como en la calidad de los contenidos: algo especialmente dramático para la creación o difusión del pensamiento filosófico. Defender lo contrario sería negar la mayor con mucha desvergüenza para cualquiera que se precie de ser un “amante de la sabiduría”. Difícilmente se puede explicar a Kant con un Meme. Eso es así.
Las RRSS fueron concebidas como medios simples de intercambio de información básica, incluso hay quien asegura que son otro mecanismo de ingeniería social para mermar y acotar el pensamiento y la cultura, como contrapunto o antídoto de las inmensas posibilidades y acceso al conocimiento que ofrece idealmente este mundo virtual interconectado, rápido y gratuito: una forma novedosa de mantener a la población en su rutina y monotonía inconsciente, creando un mundo y una biografía virtual que amplifican los aspectos más básicos, triviales y frívolos de nuestras vidas. Esencialmente son dispositivos para subir fotos de viajes, de borracheras, de comilonas, de chistes malos que se oyen en la BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones), o de todo ello, para subir frases motivacionales y pensamientos que parecerían hechos en estados de embriaguez, para conectar con la persona que se conoció en la última cena empresa, amén de colgar vídeos cortos de la vida cotidiana. Eso cuando no encubren, cada vez más, el uso de nuestros datos personales o se han convertido en un espacio eminentemente corporativo para los medios, las empresas y la publicidad de siempre. No nacieron con grandes pretensiones culturales, como sí lo hizo por ejemplo Wikipedia, sino para satisfacer y amplificar la necesidad humana de actualidad, comunicación grupal y entretenimiento. Mark Z. no quería crear el ágora de discusión sapiencial del futuro, ni pretendía fomentar debates escolásticos, ni tenía en mente dar soporte para innumerables tertulias filosóficas afrancesadas. Eso es un hecho.
Como decía una broma muy compartida: Las redes son como el Antiguo Egipto, todo el mundo escribiendo en muros, usando emojins y adorando gatos. Si bien, como toda criatura viva, para bien o para mal, como toda creación en acción, como todo lo que está sujeto al flujo de la vida, fue abriendo espacios no previstos, y las manifestaciones humanas fueron apareciendo, de forma tan vulgarizada y desdibujada como espontánea y llena de frescura. La divulgación cultural y científica, la visibilidad para los artistas, fotógrafos, escritores amateurs y gente creativa de todo pelaje, podrían haberse previsto. Pero que la filosofía se empezara a poner de moda merced a su desposorio con lo virtual no era fácilmente profetizable. ¿La vieja y obsoleta filosofía pasando de los libros incomprensibles de personajes decimonónicos, y de las olvidadas clases magistrales de las escuelas y facultades, a las formas más actuales de comunicación y más rudimentarias de trasmisión de conocimientos? Eso parecía imposible, pero no lo era.
La Filosofía ha aparecido en las Redes, y no por casualidad ni importancia desdeñable. En realidad es casi una venganza poética de la cultura, contra el propósito vulgarizador connatural de estos medios que buscaban reducir y ocultar las infinitas posibilidades que dan las actuales sociedades de la información. Y es que, en el fondo, la necesidad de saber y reflexionar sobre nuestras vidas es algo más inherente al hombre de lo que cualquier sistema o ideología imperante pudiera promover con sus estructuras sociales. En el preciso momento en el que la filosofía académica parecería desaparecer de los planes de estudio, en la época en la que el ser humano parece abocado al mundo banal y unidimensional de la imagen y la propaganda, la filosofía se revuelve y renace como una pequeña y débil flor en el estiércol. Quizá mientras haya primavera, habrá poesía y filosofía.
Como decíamos más arriba, es indudable que el medio impone unas limitaciones muy severas, sin embargo, también ofrece posibilidades impensadas antes de que todos estuviéramos conectados. Una vez asumidas las limitaciones, aceptando las reglas particulares de estos espacios, y dejando a un lado el elitismo cultureta que se suele manejar en el mundillo filosófico, Internet y las RRSS suponen un gran escaparate para una disciplina casi olvidada entre la gente y el resto de formas de expresión y publicaciones. Efectivamente un meme de Hegel no puede, ni quiere, ni debe, resumir la Fenomenología del espíritu, pero sí puede dar a conocer al personaje histórico y dar unas pinceladas de su pensamiento, con un tono más amable y entretenido que poco a poco irá creando un fondo de cultura filosófica colectiva básica y cercana. De igual modo, un texto corto no nos va a explicar a Nietzsche, ni un debate en los comentarios de Facebook va a dilucidar la validez o no de la Teoría marxista, así como un esquema de Historia Antigua o un resumen mediante caricaturas no van a ayudar a un estudiante de doctorado enfangado en la lectura de Heidegger, pero pueden avivar el interés por conocimientos ulteriores, pueden animar a iniciarse en la disciplina y, sin duda, suelen alegrar el día a quien gusta de la filo y tiene redes sociales.
Así que sí, se puede y se debe hacer filosofía en las redes sociales, no para sustituir a los libros, las clases y los estudios más clásicos y puristas, sino como complemento para llegar donde no llegan las formas tradicionales y ortodoxas de filosofar y promover este saber tan especial, e idealmente reconducirlos a sus formas más serias y profundas. Aprovechando el tirón de las modas, el poder de la imagen y la demanda genuina que todo el mundo tiene (más o menos desarrollada) de conocer y resolver las grandes preguntas que la existencia impone al hombre, la Filosofía puede ganar fuerza y notoriedad. Facebook, Twitter o YouTube no serán nunca un remedo de la Escuela de Alejandría, pero sin grandes ambiciones y muy deportivamente, la filosofía debe estar en ellos, aprovechando lo que ofrecen y hacer una labor digna allí: como debiera estar en cualquier futurible expresión cultural, ya que el saber, la reflexión, el conocimiento y el pensamiento crítico no deben faltar en momento alguno de una vida que pretenda ser digna de ser vivida, o una sociedad que pretenda ser madura, racional, consciente, auténtica y creativa.
Licenciado en Filosofía, escritor, profesor y divulgador