Una conducta adictiva es toda actividad, consumo de sustancia, uso de un objeto o comportamiento que se haya convertido en el foco principal de la vida de una persona, minimizando el interés por otras actividades, y que ha comenzado a dañar al propio individuo y a otros, física, mental o socialmente.
El calificativo de “adictiva” viene dado por la falta de control que la persona tiene sobre su comportamiento, a pesar de ser consciente de que le daña en su vida. El objeto de su adicción, sea una sustancia o una conducta determinada, se convierte en algo obsesivo. Toda su vida está centrada, en el caso de una sustancia, en cómo adquirirla, si es una conducta (juego patológico, por ejemplo), en crear oportunidades para realizarla o cómo conseguir los medios necesarios y también en ocultar su adicción.
Aunque en las primeras fases de la adicción, el sujeto se justifica ante sí mismo y frente a los demás, a medida que avanza su problema pasa a ocultarlo ante los que no comparten su mismo comportamiento.
La segunda característica que las definen es que cesar esa conducta crea un síndrome de abstinencia que se muestra con síntomas como irritabilidad, ansiedad, inquietud e incluso agresividad. En el caso de que esa conducta adictiva vaya asociada al consumo de una sustancia también se muestran síntomas físicos como sudor, agitación psicomotriz, insomnio, cambios significativos en el apetito, dolores musculares e incluso convulsiones.
Tras esta breve presentación que nos deja ver lo peligrosa que puede ser cualquier conducta adictiva, creo que queda claro, que lo importante es saber qué podemos hacer para que los jóvenes no caigan en ellas. En este artículo quiero presentar cómo podemos abordar la prevención del consumo de drogas desde la familia.
La familia es el lugar privilegiado para la prevención primaria. Entendemos por prevención primaria la que logra que una determinada situación dañina, no se llegue a dar. En el caso de las drogas, es mucho más fácil evitar que comiencen a consumirlas que sacar al indivíduo de esa dependencia.
El núcleo familiar primario, o familia de origen tiene la función de regular a sus miembros en el aprendizaje y cumplimiento de las normas, lo que se ha demostrado como factor protector para el consumo de sustancias psicoactivas.
Hay que tener en cuenta que los factores protectores son antagónicos de los factores de riesgo, sin embargo, la relación no es lineal, y por supuesto tampoco causal al 100%. Los mismos factores protectores en una persona, pueden exacerbar su vulnerabilidad en otro, de ahí que siempre, cualquier acción que se emprenda, debe tomar en cuenta las características del sujeto al cual se orientan.
Como recomendación general afirmo que el estilo de comunicación es uno de los factores clave en el clima de cohesión familiar. Un estilo familiar horizontal, cálido, en el que se tratan con profundidad y pasión los asuntos que afectan a sus miembros, en el que el sentido del humor está presente, donde los límites estén bien definidos y todos tienen una idea clara de la disciplina, se convierte en un factor protector del individuo y le prepara para ser fuerte y estable emocionalmente. Alguien educado y cuidado en un ambiente de seguridad, crece con mayor autoestima e independencia, que son características que en su ausencia propician que sea víctima de cualquier dependencia, sea de una sustancia, sea de otra persona o de un grupo.
La comunicación es el medio a través del cual las personas nos encontramos y establecemos las bases de nuestras relaciones. En lo que respecta a la relación paterno-filial, es necesario que la comuncación sea fluida y permanente. El joven ha de sentirse libre de expresar sus temores y sus anhelos, así como ser sabedor de que se le tiene en cuenta y de que se le da valor como persona.
Un aspecto al que le doy mucha importancia es al de la coherencia en la manera de funcionar como familia y en concreto como padres. Los padres somos un ejemplo para nuestros hijos, nos guste o no nos guste, y debemos tomar conciencia de esa responsabilidad desde el minuto 1. A ese concepto se le llama “aprendizaje vicario”. El aprendizaje vicario es el tipo de aprendizaje que ocurre cuando al observar el comportamiento de otros indivíduos, hace que extraigamos una conclusión sobre el funcionamiento de algo y sobre qué conductas son más útiles o más dañinas. Por lo tanto, si pretendemos que nuestros hijos no presenten conductas adictivas o consuman sustancias no saludables, sería interesante que revisáramos las nuestras. No olvidemos: COHERENCIA.
Coherencia en el tema de prevención de drogas es:
- No fumar, si pretendo que mis hijos no fumen.
- No tomarme una copa, o un vaso de vino, porque “estoy de mal humor” o “estoy cansado/a y me lo merezco tras un día tan duro”. No puedo justificar tomar alcohol para gestionar un estado de ánimo.
- No puedo consumir cocaína porque “hoy es una ocasión especial” y solo es un día al año.
- No puedo fumar marihuana “porque me ayuda a dormir y es una droga blanda”.
El efecto de cualquier conversación que se mantenga sobre el tema, quedará anulado ante una conducta incoherente con el discurso habitual.
De ahí que insista en que, como progenitores y modelos de conducta de nuestros hijos, tenemos una enorme responsabilidad y no debemos minimizarla, ni obviarla.
Es muy común que justifiquemos el consumo de drogas por parte de nuestros hijos en la influencia del grupo de amigos. Por supuesto que no negaré la importancia que tiene el grupo de iguales para los adolescentes, pero si retrocedemos un paso, también deberíamos monitorizar qué iguales son los que producen interés en nuestros hijos. Para que esta frase no se mal interprete, quiero especificar que lo importante de esas relaciones, es LO QUE LOS UNE. En ningún momento se ha de producir una discriminación negativa, pero sí reforzar las elecciones de amigos que se basan en una relación equilibrada, de igualdad y con aficiones comunes sanas y fomentadoras de un estilo de vida saludable
Teniendo en cuenta todas estos factores, promulgo que la prevención de conductas adictivas, comienza mucho antes de la adolescencia, no tanto porque se les hable de drogas, juego patológico o dependencia a la tecnología desde la infancia, sino porque se les ayuda a caminar por un sendero de autonomía personal, asertividad, autoestima elevada y sobre todo por ilusión por el futuro, alegría de vivir y tolerancia a la frustración.
Psicóloga y Escritora