“Los ciudadanos deberíamos ser los garantes y vigilantes de la Democracia porque es la forma que tenemos de ser libres en el mundo” (Luis Pastor).
Luis Ángel Pastor Rodríguez (Berzocan, Cáceres, 1952) Cantautor.
Las letras de sus canciones sirvieron para enarbolar banderas de libertad y levantar los brazos al final de la Dictadura, luego, en plena transición, y más tarde, tras llegar la democracia, siguieron apuntando y señalando las injusticias. Hoy en día, más necesario que nunca, Luis Pastor sigue siendo el cantautor que vamos a buscar para que nos inspire y nos guie con sus letras y su riqueza reflexiva en el camino necesario de toda lucha.
Su voz cálida, reflexiva y elocuente, dibuja el conocimiento albergado durante el camino personal y la trayectoria profesional. En plena conversación nos confiesa que prepara un nuevo disco. Seguramente para febrero. Muchos esperamos sus letras como antorchas en plena oscuridad.
¿La revolución es posible desde la música y la poesía?
La revolución cotidiana sí, la que nos enfrenta al espejo de conocernos, de sentirnos, de mirarnos a los ojos, de interrogarnos, de indagar en el lado bueno del ser humano. En ese aspecto, sí. La poesía y la música creo que son sanadoras, porque yo me curo escribiendo y escuchando la música de otros en casa. La música tiene el poder de sanar. Lo otro es más difícil. Tal como está el mundo es bastante difícil.
(Ambos reímos)
La conciencia social, la cultura, la reflexión y el pensamiento siempre fueron armas. En la actualidad, ¿los españoles como andamos de todo eso?
Ha habido, por un lado, un deterioro de los niveles culturales que se manejaban en mi juventud, en los años 70 y parte de los 80, pero es también debido a la irrupción en este nuevo siglo de Internet, y de un mundo que no permite pararse a reflexionar. Hay mucha información y va todo muy deprisa. Ahora esto está de moda, es importante, y dentro de cuatro días se olvidó porque llegan otros acontecimientos, y eso hace que todo sea más difícil. La propia convivencia del ser humano con su propio reloj biológico, con la naturaleza y los ritmos que marcaban otros siglos ahora es muy difícil. Hoy hay menos tiempo para incidir en esos aspectos, menos tiempo para una cultura potenciadora y regeneradora.
Siempre nos hemos aferrado a las letras de los cantautores para hacer la revolución colectiva y para hacer nuestra propia revolución interior. ¿Cómo está la salud de los cantautores y sus letras?
En lo que se refiere a la salud interior bien, eso creo. (Risas.) Desde mis tiempos de juventud, generaciones de creadores han incorporado la poesía desde la intimidad; han hecho de alguna manera que existan espacios donde se reflejan buenas canciones. Es verdad que la idea de incidir como movimiento, algo que sucedió en los 70, no ha vuelto a suceder más allá de individualidades; no como colectivo abanderado de las luchas sociales. Yo creo que eso no volvió a ser nunca. En los años 60 y 70 había un pálpito colectivo que nos hacía ir de la mano a todos. Nos hacía ocupar espacios que no eran nuestros espacios, eran más bien espacios de líderes y dirigentes políticos. Y hacíamos discursos entre canción y canción, que generaban nuestros conciertos. Luego, todo acababa en manifestaciones para exigir libertades.
En el año 2019, y en plena democracia, ¿crees que la censura sigue esperando en la esquina con enormes tijeras? Lo digo por el concierto que te canceló el Ayto. de Madrid en Aravaca.
(Ambos reímos.) Hay una realidad en estos últimos años que nos hace pensar que lo que habíamos conquistado en el siglo pasado, comienza a ser derribado como un castillo de naipes: los avances en derechos humanos, el respeto internacional a una forma de comportamiento, los derechos de los trabajadores, las conquistas sociales. Pensábamos que todo eso iba a ir para delante, y de pronto, el espejo que nos han puesto delante nos dibuja un mundo desfigurado donde el populismo y los líderes bochornosos parecen un show de televisión. En un mundo donde las mentes son manipulables, estos populismos, los predicadores y los demagogos de la palabra, son los que han encontrado el caldo de cultivo en este principio de siglo, como ocurrió en el siglo XX cuando vino el fascismo. Vivimos un retroceso mundial y eso nos marca y nos determina, pero deberíamos pensar que hay valores en nuestra propia historia, desde nuestra memoria, desde nuestras raíces, desde nuestra poesía, desde nuestra cultura, que hay que poner otra vez sobre la mesa y que podemos enfrentarnos y podemos negarnos a que el mundo sea así.
¿La memoria histórica sobre la dictadura es una deuda con los que ya no están? ¿O es una manera de que no vuelva a suceder lo que sucedió?
Es una deuda con los que no están, pero también una deuda con los que no han podido estudiar en sus institutos la verdad sobre la reciente historia de España: la dictadura, el posfranquismo, la transición y la democracia. Y eso es una deuda que España va a pagar, que ya está pagando, porque son mentes vacías sin memoria, sin cultura, sin raíces, manipulables por los demagogos y los populistas.
¿Qué añadirías a la siguiente ecuación?
Libertad de pensamiento + libertad de expresión = libertad social
Nada. La libertad que tenemos cada individuo de ser lo que queramos ser, de opinar lo que queramos opinar, de sentir lo que queramos sentir. La libertad también tiene un límite, y es donde ponemos en peligro la libertad del otro o donde cuestionamos la libertad del otro. Creo que la libertad es recíproca. Sin embargo, la poesía, el arte, la música, el pensamiento, están por encima de las siglas de los que gobiernan, y eso es lo que hay que entender, y eso es justamente lo que este país no hace en cultura y en educación. Cada partido cuando llega al gobierno se tira su moco y se tira su rollo, y no hay un intento de una sociedad global que apueste por unas fórmulas que vayan dirigidas a determinar qué tipos de jóvenes estamos creando, qué calidad humana les estamos dando, la manera de enfrentarse al machismo y esa educación patriarcal que está asesinando mujeres. Estamos en la obligación de establecer un acuerdo de mínimos en una sociedad, más allá de proyectos y presupuestos, de leyes, de historias. La educación y la cultura tendrían que tener un consenso social de país y de los que gobiernan.
A un cantautor con tu trayectoria, ¿le sigue emocionando el acto organizado en Aravaca para “luchar contra la censura” tras la cancelación de tu concierto por parte del Ayto. de Madrid?
Sí, por supuesto. Nos emocionó ese sentimiento colectivo a todos los que estábamos allí, a las más de 3.000 personas. Para aquellos que hemos compartido y hemos vivido ese sentimiento en los años 70, sabemos de su fuerza, y sabemos que ahí somos capaces de generar una energía colectiva, y también transformadora en todos los sentidos de la vida. Yo me emociono fácilmente. La emoción nos humaniza. La capacidad que tiene la música y la poesía para emocionar es algo que no valoran los que gobiernan.
Decía Saramago que la gran superpotencia del mundo no era Estados Unidos sino el ciudadano. En lo sucedido con el tema de Aravaca, el acto que se organizó para luchar contra la censura, ¿crees que deberíamos salir más a la calle o protestar más contra las injusticias?
Creo que los ciudadanos deberíamos de ser los garantes y los vigilantes de la Democracia porque es la forma que tenemos de ser libres en el mundo. Con lo que, no solo está en nuestras manos y en nuestras mentes dicha responsabilidad a la hora de votar, sino también a la hora de ver toda injusticia. Hoy en día tenemos más medios que salir a la calle, tenemos Internet. Lo que sí es verdad es que, la calle es la fuerza, es el factor colectivo que nos da identidad como pueblo. Sí, yo creo que sí, que tenemos esa obligación.
Escritor, poeta y articulista.