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ARABESCO LITERARIO EN EL AMOR DEL PSIQUIÁTRICO DE PUTAENDO

Por la riqueza de conceptos que involucra, resulta interesante examinar la forma en que aborda la autora chilena Nelly Richard la obra Infarto del alma, de su compatriota y Premio Nacional de Literatura año 2018, Diamela Eltit. De partida, sorprende positivamente que el análisis de Richard se lleve a efecto desde la fisura del texto literario respecto de la mercantilización del arte y la pérdida de su virtud subversiva que ello representa. Por otro lado, en su texto crítico resalta que, desde las páginas de Infarto del Alma, brota el rebuscamiento literario de una voz que dota a la locura y al amor de un equivalente en palabras asociadas a las emociones de los internos del manicomio de Putaendo que, según Nelly Richard, articulan toda la obra de Eltit, tal como un arabesco, noción que también llama nuestra atención como categoría estética.

Así, como primer aspecto, diremos que según Wolfang Kayser, el arabesco constituye la forma más antigua y primitiva de la fantasía humana, asimilable a lo grotesco que, aunque en opinión de algunos autores se opone a la poesía elevada, constituye en todo caso una forma bien determinada de, al menos, uno de los modos de expresarse propio de la poesía.

La idea de arabesco aparece por primera vez en las exposiciones de Ludovico sobre mitología, y configura para él verdaderamente “una obra de arte de la naturaleza”, cuya estructura es la misma que la gran chispa de la poesía romántica que determinó la creación de las obras de un Cervantes y de un Shakespeare; estructura que Ludovico describe como “confusión artificiosamente ordenada; atractiva simetría de contradicciones; maravilloso y sempiterno cambio de entusiasmo e ironía que vibra aún en los miembros más insignificantes del todo; a la que designa luego como arabesco.”

Y el arabesco con el cual Nelly Richard describe las emociones de los locos internos, encuadra plenamente en lo dicho, especialmente cuando la referida autora nos dice que el arabesco aparece delicadamente en la ternura amorosa de ese enigmático quererse “pese a todo” de los enfermos internos en el hospital psiquiátrico de Putaendo que, de paso, revela la estética de la locura, en que los cuerpos marginados de los internos, aparentemente carentes de luz, son usualmente considerados como lo más descentralizado de la jerarquía de la razón.

Así, la referida autora plantea una suerte de reivindicación del cuerpo menor que ellos, los marginados en virtud de su particular condición, representan; hecho que resulta fundamental para situarnos adecuadamente al hacer nuestro propio análisis en el marco de la estética de la locura, pues al suprimir las categorías y parámetros de lo erróneamente entendido como “racional” como única medida de valor, hemos de suprimir también la puesta en el rincón con que se degrada al cuerpo menor (el marginado), quedando, desde el paradigma de la enajenación, todos los cuerpos, mayores y menores, en igualdad de condiciones ante el fenómeno de la apreciación artística.

Nelly Richard dice del texto de Diamela Eltit, El infarto del alma, que presenta la virtud de hacer chocar la pasividad de la recepción cultural dominante con zonas de infracción de la mirada, desórdenes subjetivos y rebeliones de género, y trae a colación el gesto crítico de comprometer palabras e imágenes con subjetividades amenazadas y divergentes; puestas, así pues, en peligro.

Y es que la trabazón en que se encuentran las palabras y las imágenes con el yo, según Nelly Richard, no se da en forma neutra, sino que se inclina hacia una posición en que la mirada del rostro extraviado de un enfermo, que la autora denomina “mirada de una subjetividad en fuga”, la cual se dirige hacia territorialidades lejanas o simplemente ignoradas.

De esta manera, aunque la locura constituya la última gradación en el distanciamiento con el mundo, bien podemos decir que, despojados ya del paradigma de lo racional en sentido extremo, es el mundo el que está puesto en tela de juicio. Por ello cabe recordar a este respecto el dicho de Goethe: “Mirada desde las alturas de la razón, toda la vida se parece a una enfermedad maligna y el mundo, a un manicomio”.

La serie de imágenes publicadas en el Infarto del alma, que debemos explicitar que corresponden a un excelente trabajo de Paz Irarrázaval, opera una recuperación, en el sentido de una puesta en valor de lo precario, que traslada sus corporalidades marginadas, ahora, hacia el interior del recuadro de honor de la fotografía, corrigiendo así las asimetrías y desigualdades de las que son regularmente víctimas estos habitantes de terceros y cuartos mundos ahora favorecidos por la penetrante e incisiva mirada del Arte.

De esta manera, Diamela Eltit, conforme al análisis de Richard, al sacar de la periferia a las parejas de cuerpos menores y ponerlos en el centro, reivindica, o al menos contrarresta, la acción del poder dominante del medio de comunicación masivo, que a no dudarlo pone en ejercicio su hegemonía también a través de puestas en escena, solo que en su caso, estas inciden en la relación entre la autoridad de la palabra institucionalizada, y lo visible que ella decide, hegemónicamente también, seleccionar para mostrarnos a nosotros.

A modo de conclusión, mencionaremos que lo dicho se ajusta a lo expresado por Michel Foucault en su obra La Historia de la locura en la época clásica, acerca de que “el loco no se equivoca siempre y en todo; la locura no afecta de manera contingente y parcial más que ciertas regiones de la percepción sensible”, pues la estética de la locura constituye una plataforma privilegiada para establecer no solo el entrecruzamiento entre los elementos textuales y visuales, sino en el hecho mismo del carácter político de la relación entre ambos. En concordancia con la estética de la locura, lo periférico, al ser reivindicado hacia lo central, matiza y multiplica la subjetividad al ser tocado por una auténtica acción poética visual de restablecimiento, conforme se ha venido razonando, aumentando de esta forma, en consecuencia, el compromiso del artista literato y visual a la hora de entender el alcance de su acto estético, en términos de definir lo que es centro y lo que es periferia, lo que es cuerpo menor y cuerpo mayor.

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