En Tiempos de Aletheia

Cruces en las poéticas de Enrique Moro y Francòis Villón

Cruces entre textos y experiencias en las poéticas de Enrique Moro (Valparaíso, 1955) y Francòis Villón (Francia, 1431-1463)

Desde la perspectiva propia de la Literatura comparada, que el argentino Ricardo Pigilia con magistral síntesis definió como un espacio de reflexión y cruce permanente de tradiciones, culturas y textos, me propongo desarrollar un breve parangón entre dos autores no solo pertenecientes a épocas y tradiciones bien distintas, sino con formas de vida también muy diferentes entre sí. Me refiero al reconocido poeta proveniente del puerto de Valparaíso, Chile, Enrique Moro; y al poeta medieval parisino Francòis Villón.

Este análisis comparado entre ambos especialistas, lo abordaré focalizado en aspectos tales como una particular función de la experiencia vital como fuente de inspiración poética que se da en importante medida en ambos poetas –pues los estudiosos han considerado ser éste un rasgo presente y relevante en sus modelos escriturales–, por otro lado la magnanimidad y solidaridad de estos autores en relación con los más necesitados y, por último, el enfoque irónico de las temáticas que, incluso en poemas o discursos de temática religiosa, no deja pasar la menor oportunidad para deslizar indirectamente –aunque ambos poetas lo hacen con bastante énfasis–, denuncia social o un rechazo a cualquier expresión de injusticia.

En relación con la importancia para la obra de los dos poetas que estamos examinando de sus respectivos cursos vitales, de sus experiencias cotidianas, cabe señalar que ciertamente todo poeta, escritor o, en general, todo artista, elabora su obra a partir de lo que le toca vivir, lo singular en el caso de ellos estriba en que la experiencia vital de cada uno de estos poetas se refleja, con especial énfasis en sus poéticas, y de manera bastante directa.

En el caso de Moro, resulta ser una constante que el poeta chileno escribe desde la adversidad, en ocasiones al límite de la desesperación pues, como expresa el prologador de su libro Hay un moro en la costa, Alejandro Pérez, “la de Moro es una poesía que surge de la experiencia de vivir en el riesgo”.

Esta posición o lugar desde donde escribe el poeta, resulta especialmente clara en el último libro publicado por Moro, esto es, De cenizas nuestra sábana, pues en él, el poeta efectúa un verdadero canto al gigantesco y devastador incendio que afectó a Valparaíso en abril del año 2014, que arrasó con más de tres mil viviendas emplazadas en los cerros de dicha ciudad y dejando literalmente a miles de pobladores de escasos recursos que allí residían, sin más sábana para cubrir sus cuerpos que las cenizas –aunque deba precisarse que el poeta, con la voz “cenizas” apunta a lo permanente e irrecuperable de la pérdida que representó y aún representa el siniestro para los afectados por el incendio, a varios años de haber ocurrido.

Resulta pues, innegable, que Moro se identifica con los habitantes de esos cerros y es desde esa empatía que aborda la tarea de registrar tan dolorosa tragedia y los devastadores efectos que representó para los afectados, pero, en tal labor –y eso es precisamente lo que queremos resaltar– este hecho es también un hecho en la vida del poeta, pues se trata de un evento que se da en la misma época y lugar de residencia del poeta, quien debió respirar ese humo o angustiarse ante la posibilidad de que las lenguas de fuego alcanzaran a su propia casa situada a una distancia no muy grande del incendio.

Con ello, estimamos que estamos ya en condiciones de intentar un primer cruce con la poesía de Villón. En efecto, resulta indesmentible que en el vate parisino su propia experiencia cotidiana se convierte en una fuente para su poética, rica en elementos retóricos y líricos que, a semejanza de Moro, empleó magistralmente en su desarrollo escritural. De hecho, al revisar su azarosa biografía, si bien incierta en muchos pasajes y aspectos de su curso vital, es posible, sin embargo, a partir de registros judiciales, tener por cierto que fue apresado en múltiples ocasiones e incluso fue condenado a la horca, pena que fue conmutada por destierro de París, evento que, como otros de similar naturaleza por los que Villón atravesó, dan origen a sus inmortales “Balada de los ahorcados” y “El Testamento”, los que tienen una muy directa relación con sus experiencias, a tal punto que en estos textos aparecen oraciones y peticiones que en más de alguna ocasión corresponden exactamente a las que el poeta hizo, aunque poéticamente, en situaciones reales.

Por otro lado, tal como anunciamos, otro aspecto que nos interesaba resaltar en ambos poetas es la magnanimidad, el sentido profundamente humano que fluye de sus textos.

Así, en el caso de Moro, también en su libro De ceniza nuestra sábana, el poeta registra una tragedia desde el mismo lugar y prácticamente en forma coetánea a los hechos, canta su sensitivo homenaje a los pobladores, en su gran mayoría de escasos recursos, que perdieron sus casas y enseres, da voz a quienes sufrieron la tragedia, preocupándose y prestando atención a que no solo perdieron sus casas, sus viviendas, sino sus fotografías familiares, sus recuerdos. Y lo hace poéticamente, valiéndose, por ejemplo, de las simples cucharas como símbolo de los naturales apegos al seno familiar y doméstico, desarraigado de cuajo por las llamas.

Del mismo modo, en el poema “No hay sorpresa”, de su libro Poemas últimos, denuncia con distintas formas de menoscabo de su comunidad, a la que se afecta el aire que respira, también la tierra; y en el poema “El mendigo”, de su libro Hay un moro en la costa, nuevamente vemos la preocupación del poeta por rescatar al marginado, por considerarlo parte de esa comunidad, en lugar de excluirlo.

En este cruce textual, diremos que también es claro en Villón la presencia del carácter magnánimo recién mencionado. Y ello, no solo porque durante su vida de truhán, según se se ha escrito, en más de una ocasión hizo llegar parte de sus botines de hurtos a los menesterosos de los suburbios de París o a campesinos, sino porque, en sus textos, dio rostro y voz a presidiarios, patibularios, prostitutas y marginados que no habían contado hasta entonces con una mínima visibilización a nivel artístico.

En cuanto al empleo de la ironía, aun en situaciones extremas como lo fue la dictadura militar que vivió Chile entre los años 1973 y 1989, el poeta Enrique Moro, en su poema “Gracias Señor”, se dirige a Dios formulándole a título de petición muy especial “Señor, tú sabes el paradero de los desaparecidos, así es tu Gracia”, entre otros muchísimos ejemplos que, como éste, dan cuenta de un enfoque irónico que dan cuenta de una particular lucidez y sentido del humor aun en el caso de situaciones extremadamente apremiantes.

Del mismo modo, en su poema “Pequeña dislexia”, menciona que “ojalá te sepultaran con lentes, así me reconocerías la próxima vez que nos encontremos”. El poeta y, del mismo modo, el hablante lírico, de esta manera, en la adversidad aun extrema, conserva su talante y no pierde un exquisito sentido del humor.

Efectuando el cruce con Villón, vemos que también en su caso, en muchos pasajes de los textos de este poeta francés, es posible apreciar una combinación de tonos o estados de ánimo, en los cuales no queda en absoluto afuera la ironía. Por ejemplo, cuando en la “Balada de los ahorcados” el hablante ruega a Jesús que evite que los patibularios, muertos ya, caigan en el infierno, pues no cree que tengan mucho que hacer en él.

De esta manera, habiendo efectuado estos cruces entre la relevancia que asume en estos dos poetas tan destacados la experiencia vital en cada uno de ellos como fuente de sus poéticas, así como un profundo humanismo que lleva a ambos poetas hacia una constante y destacable preocupación por sus congéneres en situación de marginalidad o de opresión, y la presencia también, que se evidencia en ambos escritores de un particular sentido del humor a prueba de las más duras experiencias, podemos esperar que se sigan estableciendo conexiones y correlaciones entre poetas de diferentes épocas y tradiciones, que enriquezcan el diálogo en el gran espacio de reflexión que constituye la literatura comparada.

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