La razón por la cual he considerado citar estas producciones artísticas estriba en que ambas tienen la virtud de motivar un análisis de “las cosas”, como concepto, conforme a las nuevas líneas del pensamiento estético y a los nuevos debates que se desarrollan hoy día en el ámbito de las materialidades, posteriores al denominado “giro material”.
En efecto, en las manifestaciones artísticas referidas se comprueba que existen las denominadas “cargas afectivas de las cosas”, que constituyen una de las más relevantes nociones presentes en el nuevo pensamiento de lo material, cargas afectivas que contribuyen a la conformación de la identidad y de la memoria individual y colectiva de las personas, incidiendo en la formación de la subjetividad a partir de los afectos, rasgo que también pertenece al giro material, que vuelve a poner en tela de juicio la concepción del sujeto cartesiano autónomo y autosuficiente.
Se hace necesario precisar que tanto en la instalación de Graciela Sacco –Bocanada– como del poema de Enrique Moro, “De ceniza nuestra sábana”, se trata de expresiones artísticas donde la preocupación social está presente de manera muy relevante.
De hecho, Bocanada fue exhibida intencionalmente en Buenos Aires en lugares simbólicos para población inmigrante, excluida de la comunidad y, aunque también estuvo en importantes museos de Europa –como el Reina Sofía de Madrid– y de América, en muchos casos fue mostrada en las calles por largos períodos de tiempo. En este mismo orden de ideas, el poema de Enrique Moro, también manifiesta una profunda preocupación por los más necesitados, al versar sobre los devastadores efectos de un incendio de grandes proporciones que afectó a la ciudad de Valparaíso, Chile – lugar de nacimiento y residencia del poeta- donde la mayoría de los afectados, muertos, heridos o damnificados, correspondió a personas en situación de vulnerabilidad económica.
Aclarado lo anterior, nos focalizaremos ahora en las obras artísticas propiamente tales, comenzando por la instalación denominada Bocanada, de la artista plástica argentina Graciela Sacco. Parte de esta instalación correspondió a una agrupación compuesta por treinta cucharas de metal, colgadas de hilos invisibles, en cada una de las cuales se aprecian bocas, tal como se observa en la siguiente fotografía:
Bocanada, de Graciela Sacco
Por su parte, el poema “De ceniza nuestra sábana”, del poeta chileno Enrique Moro, fue escrito, como se había anunciado, con ocasión del incendio que afectó a Valparaíso, Chile, ocurrido en abril del año 2014, el que destruyó miles de viviendas ligeras dejando a un gran número de víctimas sin hogar. El poeta escribió desde la posición de testigo un verdadero canto al sufrimiento de las personas afectadas, en cuyo texto destacan las cucharas destruidas por el incendio.
A continuación, transcribiré los versos pertenecientes a dicho poema en que se contienen referencias muy precisas a las referidas cucharas:
“…y ardió todo y todo se hizo humo
los años, las mesas, los sueños
las fotografías y las cucharas
las puertas y ventanas que miraban al mar.
Sobre los cerros, debajo de las faldas
por encima de las benditas cucharas,
las mesas y sus manteles,
derretidos por el fuego eterno,
por el beso miserable
de las llamas”.
Podemos ver, pues, que las cucharas se emplean, tanto en la instalación como en el poema referidos más arriba, con una lógica distinta a la de entenderlas como meros utensilios; y que los creadores de estas obras entienden a estos materiales de una forma tal que supone apreciar en las cosas una evidente carga afectiva; en el caso de Sacco, las cucharas son las que tienen boca, son ellas las que están investidas de acción, ya sea para comer o hablar o besar; así, si pudiese identificarse a un sujeto en esta instalación, metafóricamente, éste tendría que ser cada una de las cucharas; éstas son actuantes, vitales; podemos pensar que estos utensilios denotan y connotan sufrimiento, carencia, deseo.
Algo similar ocurre en el poema de Moro, pues las cucharas en su poesía duelen, son pérdida, representan un desgarro para alguien. En tres ocasiones, en los versos transcritos más arriba, el poeta invoca a estas cucharas y, claramente, dado el contexto de catástrofe que origina esta creación, los sobrevivientes del gigantesco incendio las añoran, pero no como utensilios perdidos, sino como parte de ellos mismos, intención que pareciera fluir de la expresión “los sueños, las fotografías, las cucharas”. Aquí, las cucharas representan de algún modo el apego de las personas a su cotidianidad, a sus hogares que, en virtud del incendio, como se dijo, están devastados. Se sufre por ellas, despiertan afectos.
Así, observamos que tanto la instalación de Graciela Sacco, como el poema de Enrique Moro, aunque por distintas vías o medios, activan lecturas asociadas, como se adelantó, a la necesidad, al deseo, a la insatisfacción, invocando la dimensión de los afectos como entidades relacionables y en permanente interacción. La materialidad de los utensilios no se asocia a su valor de uso o intercambio, a la necesidad o pérdida de lo material en cuanto mercancía. Mientras las cucharas de Graciela Sacco importan por su capacidad de actuar y de sentir, de vibrar, de interpelarnos en relación a la subjetividad desplazada como imagen de las propias, urgentes e insatisfechas necesidades humanas; el poema de Moro se centra en las cucharas de uso diario que fueron destruidas, invocando el dolor de perderse, con ellas, la dimensión doméstica de la historia vital de los cientos de afectados a causa del gigantesco siniestro.
Ahora bien, en el plano teórico, aunque los nuevos materialismos abarcan además de una nutrida cantidad de pensadores, también conceptos nuevos o que se redefinen para el contexto de lo material –como ocurre con las ideas de agencia de las cosas, cuerpos afectivos, ensamblajes, obsolescencia, desechos, entre otros–, es común a ellos considerar las materialidades ya no como simple materia inerte e inorgánica, superándose la tradicional oposición entre materia y vida e, inversamente, reconociéndose a las materialidades significación y una dimensión que va más allá de su valor de uso o intercambio y, en particular, las cosas se consideran susceptibles de atribuírseles cargas afectivas, que es justamente lo que apreciamos en las obras artísticas examinadas en este trabajo.
Así, en la obra del pensador italiano Remo Bodei, La vida de las cosas, se redefine la idea de cosa considerándola fuera de la relación sujeto-objeto, mirándola como un emerger desde una transición. Derivado de lo anterior, surge la llamativa idea de agencia de las cosas, como capacidad de acción por parte de éstas, más allá de su función o rol utilitario o de cambio.
Es en este texto que se acuña el concepto de las “cargas afectivas” que, según Bodei, damos o quitamos a las cosas –cargas afectivas que resultan perceptibles con toda claridad en las cucharas de Graciela Sacco y de Enrique Moro– así como la idea de aura, entendida, por este mismo autor como aquella percepción de inasibilidad o excedente de sentido que, si bien despliega su contenido, permanece inagotable en su profundidad.
En la misma línea, Jane Bennett, en su obra Materia vibrante. Una economía política de las cosas, afirma que la materia posee vitalidad, que puede exhibir una agencia –capacidad de actuar- que se distribuye en ensamblajes entre los actores humanos y lo no humano, agencia que nunca es intencional, lo cual problematiza la autonomía del sujeto tradicional cartesiano, entrelazando la materialidad, el afecto y la vitalidad. Esta autora considera las cosas no sólo son construcciones humanas, sino como actores; para ella, en este conexto, los seres humanos no son entidades autónomas sino materialidades vibrantes.
Los pensadores citados, junto a Bruno Latour, Daniel Miller, Diana Cool, Samantha Frost, Rosi Braidotti, Arjun Appadurai, entre otros, son paradigmáticos en el abordaje teórico del giro material y, cada uno a su modo, desarrolla su pensamiento en la línea de los “nuevos materialismos”, expresión acuñada por la notable pensadora feminista Rosi Braidotti.
Surge así, a partir de estos autores, la noción de la dimensión afectiva de las cosas y, derivada de ella, por el hecho de que estos afectos están en la determinación –no sujeta a una causalidad material tradicional según estos modernos desarrollos teóricos– la idea de agencia de las materialidades, resultando en todo caso necesario advertir que no se trata de nociones simples o uniformes, existiendo entre los pensadores algunas diferencias como, por ejemplo, el caso de Daniel Miller, que no acepta la noción de agencia de las cosas, aunque se trata de una opinión minoritaria.
Merece ser citado también el texto de las referidas autoras Cool y Frost, “Nuevos Materialismos. Ontología, agencia y política”, que contiene los trabajos de varios pensadores, pues, en la línea que hemos adoptado en este trabajo, plantean abiertamente el abandono de la mirada de la cosa como entidad inorgánica, como simple masa sujeta a leyes de causalidad.
Volviendo a las obras artísticas referidas más arriba, estamos en condiciones de afirmar que éstas permiten ilustrar los ya reseñados conceptos desarrollados por el pensamiento estético – desde vertientes filosóficas, sociológicas o antropológicas- y abren nuevas lecturas para pensar estas materialidades, considerando especialmente que, conforme a las líneas teóricas revisadas, en general, dentro del denominado “giro material”, ha adquirido particular fuerza la noción de inestabilidad de los sistemas humanos o materiales y los ensamblajes entre unos y otros.
Finalmente, cabe señalar, para no dejar de aportar elementos críticos en este estudio, que en opinión del pensador esloveno Slavoj Zizek, los nuevos materialismos desmantelan el pensamiento tradicional moderno al reinscribir los valores del humanismo por la vía de simplemente extender la agencia, vitalidad y el fenómeno social hacia lo material no humano, conforme se lee en el artículo “Nuevos Materialismos”, de Kameron Sanzo, Revista Genealogía de lo Poshumano, datado 25 de abril de 2018.
Con todo, estimamos que con este breve estudio hemos al menos proporcionado al lector que se interesa en estas materias, algunos elementos teóricos, a partir de las dos obras artísticas que hemos someramente examinado, las cuales nos han permitido articular algunos conceptos claves dentro de las nuevas corrientes teóricas que han hecho de la materialidad su objeto de estudio, que, como ha quedado sugerido, se trata de un ámbito complejo y de enorme importancia para las ciencias sociales o humanas, en permanente desarrollo, donde no hay demasiado lugar a verdades fijas y estables, que problematiza áreas que usualmente se tenían por ciertas y establecidas y que alcanza a zonas claves para el entendimiento de la vida, en el más amplio sentido, en la compleja sociedad contemporánea.
Juez de familias, abogado, ensayista y poeta.