Los autores revisados sobre este tópico dan cuenta de una tendencia y a la vez de la superación de la misma, que corresponde a la superioridad jerárquica de la literatura sobre el cine, superación respecto de la que existe, en general, acuerdo entre ellos. Sin embargo, aceptada como ha llegado a estar la mirada igualitaria de los géneros y, particularmente, de la poesía y el cine, se aprecia un marcado contraste entre la numerosa literatura que se ha preocupado de la influencia del cine en la literatura y especialmente en la poesía, por una parte, con el escaso tratamiento de la influencia de la poesía en los realizadores cinematográficos, por la otra. Esta insuficiencia, cabe observar, en todo caso se enmarca en un contexto de aceptación generalizada de la recíproca influencia entre estos géneros.
Es así como resulta difícil encontrar hoy en día autores que se hagan cargo de la específica manera en que se verifica la influencia de la poesía hacia el cine y, si bien existen autores que han resaltado el uso por parte de algunos escritores de recursos técnicos propios del cine como los acercamientos, toma de primeros planos o seguimientos de la cámara, no abundan casos en que, inversamente, se examine el empleo por parte de cineastas de recursos literarios, como por ejemplo la imagen poética.
Ahora bien, focalizándonos en el reconocido cineasta ruso Andrei Tarkosvki, aunque se reconozca en general el carácter poético de su obra cinematográfica, es posible apreciar que no se ha estudiado suficientemente la forma en que se presentan los elementos propios de la poesía en su producción fílmica.
En concordancia con lo dicho, en los dos ensayos escritos por el mismo Tarkovski, Atrapad la vida y Esculpir en el tiempo, se aprecia una reticencia a aceptar explícitamente los aportes de la poesía al cine, bajo una mirada de respeto de las particularidades de cada género, que se traduce en una cierta tendencia a no reconocer los préstamos o aportes que el género poético brinda al cinematográfico, que consideramos no se condice con el hecho palpable de que, con sobrada razón, ninguno de los numerosos comentaristas revisados discute que la producción fílmica del autor ruso es poética al extremo de lo paradigmático.
Hay que decir, en todo caso, que el realizador ruso, al plantear la tesis de una separación de géneros, no lo hace ni por asomo bajo la premisa de que el cine debiera recuperar su posición frente a la ya superada mirada de la literatura como hermana mayor del séptimo arte, es más, ni siquiera compara ambos géneros y menos aún los jerarquiza, sino que los sitúa en un interesante diálogo que apunta a la protección del purismo de cada uno. Incluso llega a citar algunos haikus japoneses que lo maravillaron, demostrando con ello que no es que no le asigne un alto valor a la poesía, sólo que no deja de vincularla, al igual que hace con el cine, a un reducto propio atendiendo a la particular naturaleza de cada uno de estos géneros.
En consecuencia, no deja de resultar llamativo que en la literatura no se encuentren estudios que interpelen esta posición, poniendo en valor el proceso de transferencia de recursos del género poético al cinematográfico y mostrando algunas de las muchas vías en que la poesía puede enriquecer al cine y, de hecho, lo hace.
De manera que resultaría interesante que algunos investigadores se adentraran en este terreno en vista de la importancia que significa para la comprensión tanto del proceso de recíproca influencia entre los medios poéticos y fílmicos, como de la especificidad de cada uno de estos dos géneros en particular, resultando deseable poner énfasis en los puntos de contacto entre ambos, pues, según nuestra opinión, es precisamente en estos puntos donde radica la posibilidad de entender ambas expresiones artísticas según la tesis de Rancière acerca de la convergencia de todo el arte hacia un lugar en el que se distribuyen las relaciones entre los cuerpos, las imágenes, los espacios y los tiempos, expresada en su obra Sobre políticas estéticas y, conforme a ella, sin desconocer la especificidad de cada medio o género artístico – lo esencial y propio de cada uno – desplegar el diálogo entre poesía y cine aprovechando al máximo sus posibilidades.
Para estos efectos, se cuenta a la fecha, al menos, con los artículos de Jessica Romero, “Andrei Tarkovski, topografías de lo poético”, en que se efectúa una revisión de las películas del referido realizador ruso Stalker, Nostalgia y El Espejo, justificando la posibilidad de aporte de la poesía al cine y, aunque no examina la manera en que ello puede acontecer, singulariza los elementos que, en general, podrían comprobar la presencia poética en el cine del autor; “Composición, narrativa e imagen en Tarkovski”, elaborado por Juan Carlos Camacho, artículo que contribuye a la comprensión del marco teórico de Tarkovski, al afirmar que el cineasta pretende liberar la ilusión fílmica del yugo del sentido y por ello opta por separar el cine de las demás artes y en particular de la literatura; el artículo de José Tirado, “El simbolismo poético en el cine”, que se estima necesario pues desarrolla la base teórica a una visión alternativa como la que hemos propuesto más arriba, particularmente en lo tocante a la noción de cine poético, especificidad del cine, imagen y poeticidad; y, finalmente, el artículo de Claudia Cabezón Doty, “Los bordes permeables: del cine a la literatura. La novela-film El lugar sin límites, de José Donoso”, que desarrolla la noción de diálogo intermedial, planteando el carácter conflictivo de la relación entre los medios literario y cinematográfico, no obstante que señala la premisa de la igualdad de los medios diegéticos de ambos géneros.
Finalmente, consideramos que los desarrollos contenidos en los artículos citados se pueden sustentar y profundizar con algunos ensayos, como “Poética del espacio” y “Poética de la ensoñación”, ambos de Gastón Bachelard, los que explican magistralmente los conceptos de imagen e imagen poética y, por supuesto, el ya citado ensayo “Sobre las políticas estéticas”, de Jacques Rancière, el cual contiene el núcleo teórico a partir del cual se justifica el cuestionamiento al tratamiento ensayístico de Tarkovski, particularmente la idea de no asimilabilidad entre cine y literatura, ello a partir de la anteriormente mencionada idea del pensador francés acerca de la convergencia de todas las artes hacia un lugar de redistribución de cuerpos, imágenes, espacios y tiempos.
Juez de familias, abogado, ensayista y poeta.