El pasado 24 de agosto se cumplieron 120 años del nacimiento de Jorge Luis Borges (1899-1986). Su amistad con Adolfo Bioy Casares (1914-1999) es un punto de partida para hablar sobre las parejas literarias. Siempre que buscamos a Borges encontramos a Bioy. Y siempre que buscamos a Bioy encontramos a Borges. Bioy y Borges son la pareja perfecta de la literatura hispanoamericana, precisamente porque nunca lo fueron. La mejor pareja no es aquella que recorre un sendero uniforme, sino la que se desplaza con libertad en el territorio dispar de la diferencia.
En 1931, cuando el autor de El Aleph escribía en la revista Sur que dirigía Victoria Ocampo, esta tuvo el acierto de presentarle a Adolfo Bioy Casares. Borges tenía entonces 32 años y, quien sería en adelante su mejor amigo, contaba con solo 17. Eran, sin embargo, literariamente el uno para el otro, tanto es así que más tarde engendraron otro escritor: H. Bustos Domecq.
Borges ha dicho al respecto: “Yo había inventado algo que pensábamos podía convertirse en un buen argumento para una novela policial. Se lo comenté a Bioy y unos días después él me dijo que teníamos que intentar algo con ese material. Yo no estaba demasiado convencido, pero nos pusimos a trabajar, nos entusiasmamos, y casi enseguida hizo su aparición un tercer hombre, que pasó a dominar la situación”.
H. Bustos Domecq se independizó totalmente de los dos escritores en 1942, cuando publicó el libro Seis problemas para don Isidro Parodi, al que siguió una importante producción narrativa. Fue acaso este extraño personaje el que inventó a Bioy y a Borges, ya que la grandeza de estos dos escritores no sería tal sin la presencia de Bustos Domecq.
La literatura es pródiga en esta clase de peligrosas relaciones, en las que está presente una poderosa dinámica creativa que abre nuevos e inesperados destinos. El caso de los dos escritores argentinos no es el único. En el siglo XVI, los poetas místicos españoles Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz mantuvieron una fuerte comunión literaria y mística. La presencia del uno hacía ausentarse al otro hasta el punto de que un poema de Santa Teresa podía ser fácilmente atribuible a San Juan y viceversa.
El encuentro de César Vallejo con el filósofo Antenor Orrego en 1915, no ha sido evaluado en toda su dimensión. Cuando Orrego conoció a Vallejo, este era un poeta en ciernes, con una inteligencia y sensibilidad especiales, pero sin mayores certezas literarias. Es el líder del Grupo Norte de Trujillo quien empuja a Vallejo a la libertad creativa, acontecimiento que se consolida con la aparición de Trilce en 1922, precisamente con prólogo de Orrego. Orrego ilumina al poeta, le revela al verdadero Vallejo.
Lou Salomé y Rainer María Rilke se conocieron en 1897, cuando el autor de Las Elegías de Diuno era tan solo un joven sediento de absoluto y de belleza. La relación amorosa con Lou Salomé representa para Rilke el reconocimiento de sí mismo y de su esencia poética: “Dios sabe que tu ser fue la verdadera puerta por la que accedí por primera vez al aire libre”, le dice Rilke a Lou en una carta.
Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir sostuvieron una relación amorosa que duró casi toda una vida. El encuentro con Simone motivó en el filósofo francés un permanente cuestionamiento. Esto hizo posible una de las mayores contribuciones al pensamiento y a la literatura contemporáneas. “No quería alienarse, por lo que en más de una ocasión optó por pensar contra sí mismo”, dice Simone en su libro La ceremonia del adiós. La celebridad los cobijó a ambos, Simone y Jean Paul, después de recorrer juntos el peligroso trayecto de la búsqueda de la verdad, cada uno impulsado por la presencia del otro.
Porque el otro es el verdadero peligro. Aquel que nos hace ausentarnos de nosotros mismos y que, al mismo tiempo, nos recuerda hasta qué punto estamos realmente presentes. Esta forma de ausencia en la presencia es la que da lugar al nacimiento de una tercera persona, distinta del uno y del otro, una especie de tercer corazón (*).
(*) Vladimir Holan: “Es como si el dolor propio y alguno ajeno / engendrasen un tercer corazón.” (Una noche con Hamlet y otros poemas, Seix Barral 1970).
Poeta y periodista.