En Tiempos de Aletheia

Sandro Penna; Mi prisión fue mi libertad

 

Sandro Penna (Perugia, 12 de junio de 1906 – Roma, 21 de enero de 1977) fue uno de los más importantes poetas italianos del siglo XX. La voz de un poeta es aquello que lo identifica, pero no nos referimos al sonido de sus palabras, ni tampoco al estilo propio que le caracteriza. La voz de un poeta es cómo habla la vida y el mundo en él. Dicha voz le caracteriza sí, pero no se refiere a la forma de su obra, sino, más bien, al manantial de donde brota esta. La voz de un poeta, a fin de cuentas es cómo habita el mundo y este le habita a él. Desde ahí nace todo. Si  Pizarnik dirá “hablo como en mí se habla”, todo poeta escribe al dictado no de una voz “exterior” o “interior” sino precisamente del límite que une ambos, que separa y junta su experiencia, de sí, de los otros, de la vida, del amor, de la soledad, de la muerte, de la esperanza.

 

Io vivere vorrei addormentato
entro il dolce rumore della vita.

 

Yo quisiera vivir adormecido

entre el rumor dulce de la vida.

 

Penna, como todo poeta, tiene una voz propia, una forma de sentir, de mirar, de acariciar el propio lenguaje y desde ahí habitarse a sí mismo. El presente escrito no pretende analizarla, escudriñarla, como si esta, al modo de la crítica literaria, pudiera hacer una autopsia pormenorizada de una realidad ya extinguida. Pretendemos solamente acompañar y señalar el aliento del poeta, de este poeta en particular, y dejarnos llevar a su propia vida, no a la biográfica, sino a la que late en sus palabras.

 

Felice chi è diverso
essendo egli diverso.
Ma guai a chi è diverso
essendo egli comune.

 

Feliz quien es diferente

siéndolo también él mismo.

Pero celebremos a quien es diverso

siendo sin embargo igual.

 

Penna no es un poeta de grandes y largas poesías, se mueve en el terreno de la expresión concreta, en el apunte, como un pintor impresionista. Esboza rápidamente la forma que el momento abandona en él.

 

Il mare è tutto azzurro.
Il mare è tutto calmo.
Nel cuore è quasi un urlo
di gioia. E tutto è calmo.

 

El mar es completamente azul.

Está plenamente en calma.

En el corazón hay casi un grito

de alegría. Y todo está sereno.

 

Penna dibuja con exactitud pasmosa la densidad/levedad de un momento concreto que eleva a experiencia universal en su palabra, los jóvenes, objeto del amor, la naturaleza, la soledad de la vida en la ciudad, en las fábricas…, hace de su experiencia de sí una experiencia de lenguaje, de palabra, siente con ellas y en ellas, quien es, toma forma, figura, rostro. El tono confesional no pretende ser más que el testimonio de una existencia erguida sobre su propio abismo y, a la vez, la expresión de la belleza, de la inconmensurable verdad y lucidez de su ser.

 

Era la mia città, la città vuota
all’alba, piena di un mio desiderio.
Ma il mio canto d’amore, il mio più vero
era per gli altri una canzone ignota.

 

Estaba en mi ciudad, desierta

al alba, plena di mi propio deseo.

Pero mi canto de amor, el que más veraz

era para los otros una canción desconocida.

 

El deseo, el amor, su brevedad, su goce son temas recurrentes en su obra, no como signos de una trascendencia “idealista” o “idealizada” sino como autorretrato de su propia herida, quizás la de todos, que encuentra allí, más que una cura, la exactitud de su olvido. Penna no canta promesas, eternidades, su canto nace de la conciencia exacta de lo efímero.

 

Amico, sei lontano. E la tua vita
ha intorno a sé colori ch’io non vedo.
Ha la mia vita intorno a sé colori
che io non vedo.

 

Amigo, estás lejos. Y tu vida

está rodeada de colores que no puedo ver.

Mi vida tiene a su alrededor

colores que no puedo ver.

 

La fugacidad se torna ella misma eternidad por la experiencia del poema, no es un instante apresado, es el corazón mismo de quien lo escribe y quien lo lee, comunicándose el uno con el otro, siendo uno. La poesía es un acto de comunión entre autor y lector donde ambos, a su vez, se intercambian el uno con el otro. El poema es ese intercambio, es como una puerta en cuyo umbral uno se detiene ante la habitación de sí mismo.

 

Mi adagio nel mattino di primavera.
Sento
nascere in me scomposte
aurore. Io non so più
se muoio oppure nasco.

 

Me calmo en la mañana de primavera.

Siento

nacer en mi auroras

descompuestas. Yo no sé ya

si muero o por si por el contrario nazco.

 

El poeta no registra hechos, más bien traduce cómo los hechos viven en él, excava hasta llegar al manantial común de donde todo se nutre, Penna, no habla ni de Dios ni con Dios, acepta el absurdo de la existencia y su maravilla, los dos lados unidos del ser, que reconoce no solo en él mismo sino también en el espejo de los otros y de la naturaleza.

 

 

La vita è… ricordarsi di un risveglio
triste in un treno all’alba: aver veduto
fuori la luce incerta: aver sentito
nel corpo rotto la malinconia
vergine e aspra dell’aria pungente.

Ma ricordarsi la liberazione
improvvisa è più dolce: a me vicino
un marinaio giovane: l’azzurro
e il bianco della sua divisa, e fuori
un mare tutto fresco di colore.

La vida es… acordarse de un despertar

triste en un tren al alba: haber visto

fuera la luz incierta: haber sentido

en el cuerpo roto la melancolía

virgen y áspera del aire espinoso.

 

Pero también acordarse de la liberación

súbita y más dulce: cerca de mí

un marinero joven: el azul

y el blanco de su uniforme, y fuera

un mar enteramente fresco de color.

 

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