En Tiempos de Aletheia

Sayat Nova de Serguei Paradjánov: hacer soñar al celuloide

Sayat Nova/El color de las granadas. Serguei Paradjánov. 1969. 1 h 14 m.

Versión “oficial” con subtítulos en inglés:

https://www.youtube.com/watch?v=26tEfblGH5I

Versión restaurada THE FILM FOUNDATION con subtítulos en inglés:

https://www.youtube.com/watch?v=P5TxjiY9-uE

Decía Tarkovsky que su amigo Paradjánov (entonces en un gulag de Siberia a causa de su homosexualidad) filmaba el mundo tal y como lo soñaba. Sayat Nova o El color de la granada, su obra maestra y, también, la más conocida de su filmografía, supone un manual de instrucciones detallado y preciso de cómo hacer poesía con una cámara de cine, de cómo hacer soñar al celuloide.

No porque trate de la vida y obra del más grande de los poetas armenios medievales, el bardo Sayat Nova, sino porque, estas, en vez de quedar representadas, figuradas o ilustradas son la que configuran las propias imágenes de la película, donde todo es símbolo. Y, por tanto, la película es, en sí misma, un poema. Pues, como se dice en cartela, al principio de la película, “el cineasta no ha intentado recrear la vida del poeta sino recrear su propio mundo interior”. Sayat Nova se propone, pues, un imposible, sacar a la luz el mundo interior de un poeta, mundo interior que en sus versos queda velado y, a partir de los cuales, el cineasta sigue el fino hilo de Ariadna, que, a través del laberinto de los siglos (y de la trágica historia de su pueblo, el armenio), conduce a la voz del bardo medieval a modelar sus propias imágenes, como si fueran la luz que nos las muestra. Un sueño, un imposible, que se vuelve cierto en el arte, donde queda apresado, tejido al mundo y a aquellos que recorran esta obra cinematográfica sin la pretensión de encontrar en ella una lógica de sentido diferente a la que propone. A la que lo vertebra.

En el documental Código Paradjánov, que es una larga entrevista a uno de los integrantes del equipo del rodaje, se explica que no fue Paradjánov quien realizó el montaje “oficial”, y, siguiendo una copia del guión original, reconstruye el montaje previsto, además, de, sobre todo, identificar las diversas partes de la película que están unidas sin aclaración ni solución de continuidad. Así se nos explica qué pertenece a la infancia y juventud del poeta y el significado de los símbolos de su relación con la princesa así cómo, cuando el poeta descubre la muerte y la corrupción, su decisión de abrazar el monacato. Todo esto está en el montaje “oficial” pero no correctamente identificado como quiso Paradjánov.

El montaje “oficial”, que fue el estrenado y distribuido en su momento, lo hizo un técnico según las directrices de la censura del régimen soviético y, dado que allí se utilizaba un porcentaje mucho más alto de plata en la fabricación de la película, todo el material sobrante así como las copias ya exhibidas eran, generalmente destruidas, para reutilizar sus componentes químicos. Se calcula que esto ha llevado a la pérdida de un porcentaje altísimo del cine soviético incluido casi todo lo que rodó Paradjnov para esta película y no fue incluido en el montaje “definitivo”.

Sin embargo, el trabajo realizado por The Film Foundation para el World Cinema Project, ha conseguido reconstruir el montaje del director y ofrecer una versión restaurada a partir de diversas fuentes, incluido el negativo original, finalmente encontrado. Los enlaces que abren este artículo remiten a ambas versiones.

Cuando se estrenó la película, la crítica mayoritaria se centró en la incomprensibilidad de la historia juzgando a la obra como un ejercicio de simbolismo sin sentido lógico. Hacer una crítica de Sayat Nova no es hacer una crítica de cine al uso. Es como criticar un poema. Un poema puede (y debe) comentarse, interpretarse. Desde muy diversos planos: el textual, su relación con la tradición, etc., pero no admite, como decía René Char, “más autoridad que la de otro poema”.

Podemos escribir sobre su rodaje, sobre la vida del director (sobre su amistad con Tarkovsky y el influjo que tuvo en él La infancia de Iván), podemos dar claves interpretativas iconográficas no sólo del propio cristianismo sino, también, de la religión armenia antes de su llegada, y de cómo se fusionaron ambas en la tradición de este pueblo, en cuya lengua fue rodada y a la que el régimen superpuso una voz en ruso. Podemos diseccionar la imaginación creadora de Paradjánov estableciendo puentes, nexos, pasadizos subterráneos con otros cineastas, poetas, pintores, algunos renacentistas… todo no serían sino establecer caminos de aproximación, rodearnos de acompañantes para su visionado y para como vivirá, posteriormente, en nosotros, como crecerá y nutrirá nuestra forma de ver el mundo y a nosotros mismos.

Sayat Nova no es una película a explicar sino una película que nos explica, desde su poesía, desde su aparente simbolismo surrealista, lo que el poeta sobre la que versa, resume en estos versos: Nos buscábamos a nosotros mismos el uno en el otro.

Decíamos que el territorio que recorre el director armenio se va creando a su paso. Sayat Nova, es una isla al margen de la historia del cine, y basta rodear su costa para no volver nunca al punto de partida. Puede, técnicamente, señalarse la textura sedosa de la fotografía, la nitidez de la iluminación, el diseño de arte que unifica, cromáticamente, toda la película, la banda sonora… Pero al verla no se perciben estos como elementos aislados y reunidos a posteriori (como sí sucede en muchas películas recientes). Cada una de la partes necesarias en una producción cinematográfica (el casting, el trabajo de los actores, el vestuario de los mismos, la iluminación en interiores, las lentes usadas, el atrezo, etc.), en Sayat Nova, se alimentan las unas de las otras y las unas a las otras volviendo imposible imaginarla de otra manera; son indisociables, cierran un círculo para poder abrir de par en par, sigilosamente, un espacio donde la imagen es algo más que ella misma; es la experiencia de un poema casi mudo, susurrado en los márgenes de la ambientación musical, donde la vida late en toda su complejidad, es decir, en la indecible sencillez del nacimiento, del deseo y de la muerte. Sí, Tarkovsky tenía razón: Paradjánov filmaba el mundo tal y como lo soñaba, como si plasmase la perfección que solo tiene lo onírico, en un fragmento de película.

Este articulo no pretende ser una crítica en el sentido clásico, como si hubiera un modelo ideal normativo de “cómo tiene que ser una película” con el cual comparar esta o aquella, que es lo que parece que hacen muchos críticos de cine, los cuales, establecen, según el juicio de cada cual, lo que se adecúa o no a su idea al respecto, ni tampoco, en el sentido más positivo del mismo, una lección de anatomía que explique, diseccionándolos, sus tendones y músculos, sus cartílagos y huesos, sus arterias y venas… donde se analice su aparato circulatorio o locomotriz… o la respiración de este ser vivo llamado Sayat Nova.

Nos hemos negado, deliberadamente, a comentar sus escenas, a describirlas, a elucidar su significado, no para que cada uno se las tenga que haber con sus propios recursos sino para no entorpecerle, para no amordazarle la mirada. No podemos decir: esta secuencia significa esto, o, en ella, la mano manchada de sangre o sujetando tierra esto otro. Como si quisiéramos explicar algo o justificarlo. Sayat Nova es un poema y un sueño a la vez y, como en ambos, lo que les hace ser tales, se muestra permaneciendo oculto. Así, en el sentido que en español tiene la expresión: “el alma de las cosas”, en este caso, el alma de Sayat Nova, lo que la hace latir cuando la vemos, es que, por detrás y a través de su simbología, se deja ver, casi tocar, como si fuesen fisuras en el mundo, una manera de percibir, de sentir la vida donde poder reconocernos al margen de nuestro propio rostro y tiempo.

Tan solo hemos pretendido, por un lado, sembrar una inquietud en aquellos que no la hayan visto; y, por otro, conversar con los que ya la han recorrido sobre su diario de viaje, su paisaje y su cielo, sobre la hospitalidad de su abrazo, sobre la ternura y la soledad de su mirada. Dice Sayat Nova en uno de sus poemas: “Quiero entender el corazón/que late en tu interior”. Quizás eso logró Paradjánov, no solo con el del poeta medieval que da título a la película, sino, a través de él, con el de todos nosotros.

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