El sentido de convivencia y libertad que se espera de toda democracia, en ningún caso puede aceptar que se blanquee la violencia y la ausencia de derechos humanos en favor del derecho a poder concurrir a unas elecciones con cualquier ideología.
Blanquear propuestas antisociales y violentas, proyecta la tendencia de que estas son vías factibles y soluciones inmediatas, y más aún si van acompañadas de un discurso profético colmado de datos desvirtuados en una ciudadanía harta y cansada de que nadie les ayude, fatigados por la corrupción que genera el propio sistema y que atenta siempre contra ellos, contra los más desfavorecidos.
Cuando la caída trae la muerte, todo ciudadano, sea quien sea, se agarra a cualquier clavo ardiendo, sea el que sea.
Toda democracia válida, toda democracia construida como garante del ciudadano, tendría que sostener y exigir un mínimo de pautas a toda asociación, ideología o partido político que pretenda formar parte de la posibilidad de acceder al ámbito que corresponde a la toma de decisiones sobre la ciudadanía. Y para ello, habría que empezar por dejar de desgastar la palabra “democracia”, dejar de utilizarla como si de un condimento se tratara para sazonar toda ideología, para validar toda conducta.
Deberíamos comenzar a mirar la palabra “democracia” desde otro punto de vista, o en caso contrario, inventarnos otra palabra que nos salve de toda horda fanática que pretenda arrasar lo construido socialmente.
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Escritor, poeta y articulista.