Pienso, sin miedo a equivocarme, que lo de las leyendas negras de alguna institución española son ciertas por mucho que, ahora, algún estudioso del tema manifieste que no se quemaban vivos a los pobres infelices que caían en manos de aquellos malvados y, no se cortan un pelo para justificar sus acciones y métodos. Pero ¿en nombre de quiénes hacen tal barbarie y con qué derechos?
Lamento no coincidir con tan importantes y conocidas personalidades del estudio de la Historia. Ni aun comparando las actuaciones de diversas las Inquisiciones de los distintos territorios y los métodos empleados en cada uno, y aunque pongan de manifiesto que en la Península Ibérica el Santo Oficio no fue tan perverso como en el resto de Europa, ya que solamente en Alemania fueron ejecutadas cien mil brujas. Sigo opinando que ni cien ni una. Y contra lo que estos estudiosos reiteran, a saber, que las prácticas fueron en la mayoría de los casos importadas o copiadas de Europa; opino que el asesinato y las confesiones hechas mediante coacción o tortura no tienen ninguna justificación, lo diga el rey, el papa o el santo oficio. Desde luego, para mí no es admisible, en ningún caso, esa disculpa de colegial de que si actuaban con tanta crueldad era porque estaban en los comienzos de la vergonzosa andadura de la Inquisición. Me refiero a la Inquisición española que, con toda la razón fue criticada porque, además de razones religiosas las hubo también de índole económico. Por un lado estaban los judíos de las ciudades que habían obtenido numerosos bienes con sus transacciones comerciales y que eran el punto de mira para la Corona y para la Iglesia, en un contexto de crisis financiera cuando llegaban al poder. Por otro lado estaban las envidias de los cristianos de las ciudades que sabían que la comunidad judía estaba en una situación económica apetecible, a la vez que una excelente posición social que les mantenía bien relacionados con la Corona debido a sus profesiones, en la mayoría de los casos, médicos o financieros.
Sin embargo, en contra de las creencias populares, antes de que hubiese una Inquisición, digamos nacional, ya había constituida una Inquisición Pontificia que fue creada en el año 1233 por el papa Gregorio IX mediante una bula papal, Excommunicamos; que en su origen fue de dedicación exclusiva, como institución eclesiástica especial, a la persecución, detención, juicio y pena de la herejía. Esta Inquisición bajo la autoridad directa del Papa fue creada para combatir a los albigenses, herejes del sur de Francia. Esta institución eclesiástica sustituyó a la primera Inquisición episcopal creada por el papa Lucio III a finales del siglo XII mediante la bula Ab Abolendam. Esta Inquisición pontificia quiso extenderse por los diversos reinos de Europa, pero encontró bastante resistencia de muchas monarquías que no veían con buenos ojos el mando del Papa dentro de sus fronteras, salvo en la Península Ibérica, que en el año 1249 se implantó en el reino de Aragón, sin mucho auge. En Castilla, casi pasó desapercibida.
La creación de la Inquisición española tenía la finalidad de combatir a los judaizantes, judíos conversos, con los que llegaron a producir masacres como las de 1391. Muchos de ellos, por ser los perjudicados en estos actos de violencia, aparentemente se convirtieron al Cristianismo. No obstante, no fue el fin de estas disputas entre cristianos y conversos dentro de la sociedad medieval; corrió mucha sangre en Toledo en 1467 y en Córdoba en 1473.
Tampoco se puede hablar de negatividad lo que representó la Inquisición española en los reinos de Castilla y Aragón, pues su punto álgido coincidió con el Siglo de Oro de las letras. Desde una posición más política y social que religiosa. La Inquisición de la que hablamos pudiera haber sido utilizada como instrumento de la unificación política, pues el matrimonio de Isabel y Fernando no supuso un cambio en dicha unidad política, puesto que cada reino continuó disfrutando de sus fueros.
La Inquisición en España aparece en el año 1474 y coincide con el inicio del reinado de los Reyes Católicos. Un conglomerado de culturas donde los judíos tenían el poder económico y aunque también había musulmanes y moriscos, (musulmanes convertidos), no formaban parte de la problemática social… aún.
No me cabe la menor duda de que la Inquisición ha formado parte de la leyenda negra española. Considerando que estaba extinguida la Inquisición medieval y los problemas planteados por los falsos conversos, los Reyes Católicos se vieron obligados a hacer una petición al papa Sixto IV, en el sentido de establecer una Inquisición con otro enfoque al habitual. Este Papa otorga en noviembre de 1478 una bula concediendo a los Reyes la designación de tres inquisidores con experiencia en Derecho canónico y en Teología.
Los comienzos de la Inquisición Española en la Edad Moderna fueron de una severidad inhumana. La avidez de las Inquisiciones por hacer de juez y seguir los procesos fue prodigiosa e insaciable. Creaba incluso cierto morbo entre los miembros del Tribunal. Las barbaridades llevadas a cabo por el Santo Oficio son verdaderos actos de vejación, tortura y crueldad. En este sentido, nada tenemos que enseñar al resto de europeos, mejor dicho europeas, que por practicar brujería, preparar soluciones, magia y todo lo habido y por haber, las Inquisiciones europeas asesinaron entre dos y tres millones de mujeres. Solamente en Alemania fueron asesinadas cien mil mujeres. Además de todo esto, tuvieron que soportar la rotura, quema o secuestro de libros –práctica habitual en países cultos– que por la mínima quedaban prohibidos por la censura, hecho del que tomaron buena nota todos los dictadores que hubo y hay en el mundo para seguir con la Tradición.
A pesar de las discrepancias o diferentes puntos de vista o distintos enfoques, no cabe la menor duda de que la creciente violencia antijudía llegó a tal extremo que, como consecuencia de los sermones del monje Ferrán Martínez de Écija, fue arrasada la judería de Sevilla con más de dos mil judíos muertos en una sola noche. Existían posiciones absolutamente radicalizadas, incluso a nivel de obispado, en cuyas discrepancias se oían frases como: “Solo por pertenecer al pueblo que asesinó a Cristo, se debe matar”.
Nombrar Primer Inquisidor General a Tomás de Torquemada en nada benefició al buen funcionamiento de las relaciones entre los diversos colectivos religiosos, étnicos, etc. Algún estudioso de las penas y alegrías de la vida de Torquemada puede que esté equivocado si habla de este inquisidor como persona piadosa e íntegra, pues también era sombría y austera. Si los momentos de más violencia fueron cuando Torquemada era Inquisidor General, no estamos hablando de la misma persona, aunque llevase a la perfección y tomase cuerpo la organización de la Inquisición. Este perfil de Torquemada le sirvió para que se le acusase de fanatismo religioso y ser demasiado severo con los herejes y los conversos. Llegó a tener poder para cambiar normas e instrucciones para hacer más eficaz la Institución. Y, a decir verdad, los campos de concentración nazis no se diferenciaban mucho de las dependencias inquisitoriales, ni en su administración.
Los Autos de Fe son lo más conocido en la finalidad de la Inquisición. Verdaderamente era una representación teatral en la que el preso era juzgado, castigado, y en su caso ajusticiado. Se convirtió en una persecución herética.
Resaltamos dos grandes expulsiones o éxodos realizadas por los Reyes Católicos. La primera, formada por judíos en 1482; y la de 1492, donde los musulmanes eran los implicados.
Aunque parezca algo teatral, fueron casi cuatro siglos de vigencia de la Inquisición española, y fue el propio Napoleón en 1808, mientras invadía España, quien tomó cartas en el asunto para erradicar la inhumana Inquisición, con la aquiescencia y aplauso de los “afrancesados”.
Pero para vergüenza de los españoles hemos de soportar baladronadas de aquel miserable rey, de nombre Fernando VII, que después de todas las que hizo, incluidas mentiras, fue un traidor a su país y a su pueblo en más de una ocasión, además de déspota, cruel, tirano, oportunista y ladrón, a pesar de su acendrada religiosidad rayana en la superstición. Evidentemente no entraba dentro de sus planes derogar la Inquisición, puesto que, a los cuatro años de la erradicación de la misma, en otra de sus muchas traiciones, puso en vigor nuevamente la Norma eclesiástica; y fue en otra de sus huidas al país vecino que se perdió la gran oportunidad de separarle la cabeza del tronco. Otros, con menos delito, pasaron por tal trance, pero de nuevo le salva otra Norma, la Constitución de 1812, “La Pepa”, que tampoco jura, pero le saca partido. Este Rey que fue la representación viva del absolutismo, jura la Constitución de 1812, por primera vez en julio de 1821, obligado por las circunstancias, en este caso por el general liberal constitucionalista, Rafael del Riego, que pagaría con su vida esta afrenta al monarca. Fue un periodo que duró tres años para volver al absolutismo.
La Inquisición Española, eliminada definitivamente en nuestro país en 1833 y, mediante el Real Decreto de 15 de julio de 1834, durante la regencia de María Cristina, madre de Isabel II y menor de edad, tuvo una vigencia de 356 años.
Graduado Relaciones Laborales y Recursos Humanos, Poeta.