El asesinato de George Floyd produjo una conmoción global, tanto que sus réplicas se siguen manifestándose cada vez que en algún ricón del planeta vemos el derribo de monumento celebratorio del colonialismo fudante del mundo moderno. Se trata de un fenómeno que es la manifestación de movimientos telúricos que vienen resquebrajando los cimientos del orden vigente, movimientos que han obligado a ubicar en las agendas de las metrópolis coloniales la tarea de revisitar el papel que jugó la esclavitud en su constitución en tanto centros de acumulación a escala global.
Esta revisión sin duda resulta un importante paso para avanzar hacia un proceso de reparación, un camino que comienza por reconocer la memoria esclavista y su papel en la construcción de las metrópolis imperial/coloniales. Sin embargo, esto no basta si al mismo tiempo no se hace memoria colonial, es decir, comenzar por reconocer que la esclavitud en el mundo moderno no es un residuo de epocas pasadas, por el contrario es un componente fundamental de éste, pero además la relación constitutiva que tanto la esclavitud y el racismo tienen con el capitalismo y la modernidad. Por ello merecen especial atención las jornadas “Esclavisme a Barcelona. Una història silenciada”, realizadas entre los días tres y seis del pasado noviembre en El Born Centre de Cultura I Memòria (Barcelona). Se trató de una oportunidad para reflexionar sobre el rol que jugó la escalvitud en la conformación de la Barcelona moderna, pero también en la Barcelona medieval.
Un encuentro que contó con la participación de importantes referentes de los estudios históricos sobre esclavitud, comenzando por el conocido Michael Zeuske, autor del libro “Esclavitud, una historia de la humanidad”, a quien le correspondió la tarea de realizar la lección innaugral. Zeuske, siendo fiel a su trabajo, planteó dos grandes cuestiones, la primera es que no hay tal cosa como la esclavitud, sino que lo que existen son esclavitudes, señalando que no se trata de un estadío evolutivo, sino una caracteristica estructural, explicando así que a lo largo de la historia de la humanidad han existido diversas esclavitudes, cada una adaptada a la formas de agreación social de cada momento. Se trata de una mirada interesante, porque aunque pudiera diluir en demasía la noción de esclavitud, permite al menos plantear la necesidad de describir las esclavitudes en su enganche estrutuctural con determinados sistemas sociales, así es posible plantearse la pregunta sobre la especificidad de la esclavitud en el mundo moderno.
Las jornadas continuaron con presentaciones que mostraban el papel de la esclavitud en la Barcelona medieval, bajo la distinción entre ciudad con esclavos y ciudad esclavista, más tarde llegarían exposiciones sobre los siglos XVIII y XIX, la de una Barcelona propiamente esclavista. Lo interesante de ambas aproximaciones a la historia del esclavismo en la ciudad condal es la absoluta ausencia de reflexión alguna (al menos en las presentaciones que realizaron) sobre la relación entre racismo y esclavitud.
En el caso de los historiadores especializados en la edad media barcelonesa su reticencia a la hora de hablar sobre la cuestión racial es el resultado de la propia constitución del campo de estudio. Para los estudios medievales el racismo y la raza son cuestiones propias del mundo moderno, bàsicamente se asume que la cuestión racial aparece en un mundo secular donde la biología será fundamental para construir las clasificaciones y tipologías raciales, es decir, los medievalistas parten de una mirada restrictiva de la cuestión racial, una que reduce a èsta exclusivamente a una cuestión de color de piel. Este prejuicio epidérmico es compartido, a su vez, con los historiadores del mundo moderno.
La cuestión de fondo es que ambos parten de la periodización de la historia mundial que Bernal llamó el modelo ario de historia universal, no hacen presente en sus presentaciones que la división entre antigüedad, medioevo y modernidad, además de no ser extensible a la historia de la humanidad toda, tiene como razón de ser el proporcionar el relato mítico que fundamenta la identidad supremacista euroccidental, en especial el caso de la supuesta Edad Media, ya que esta opera como espejismo oscuro con el que la modernidad construye su mito de luminosidad. Esto tiene una profunda significación a la hora de poner en valor la manera en la que se piensa la relación entre racismo y esclavitud en el mundo moderno, porque sin la cuestión racial en la ecuación no es posible comprender la relación entre capitalismo, racismo y esclavitud, sino el racismo como condición estructural y estructurante de la modernidad como proyecto civilizatorio, por lo tanto, no llega dimensionarse de manera amplía la cuestión racial, las esclavitudes modernas y las derivas del mundo contemporaneo.
Todo esto tiene un impacto radical (en la raíz) en el tipo de historiografía que se despliega para justificar los límites de las investigaciones que se realizan, las fuentes que se valoran, las agendas y las preguntas que son formuladas a ese artefacto llamado pasado. Un ejemplo de ello es este reduccionismo biologicista desde el que se abordar el racismo como un problema de color de piel, es decir, de una manisfestación particular del dispositivo que opera como fundamento para la deshumanización de todo experiencia de humanidad ajena a la experiencia euroccidental, es negar en primer lugar las múltiples manifestaciones del racismo como racismo cultural y espistémico, así como el racismo de género, el adultocentrismo y el racismo religioso/teolólogico, por lo tanto se hace de una anecdota categoría.
También es de llamar la atenciòn la cuestión de las fuentes, ya que por definirse la modernidad (y el capitalismo) como una ruptura sin solución de continuidad con un supuesto mundo medieval, no se valora el profundo anclaje que el racismo moderno tiene en la mal llamada edad media, por tanto no se toman en serio, o se desconocen por completo, trabajos como el clàsico de Robert Barllet The making of Europe: Conquest, Colonization and cultural change. 950-1350, donde se describen con detalle histórico la sincronización entre persecución y expulsión del pueblo judio, persecución y reclusión de leprosos y prostitutas, la invención de la homosexualidad y la persecución de la sodomía como procesos fundamentales para el desarrollo de una de las instuciones fundamentales de la modernidad, el Estado-nación, así como el complementario trabajo de Janet Abu-Lughod, Before European Hegemony. The World System A.D. 1250-1350. Es patente el desconocimiento de los trabajos de la medievalista Lindsay Kaplan y su libro Figuring Racism in Medieval Christianity, asì como la obra de Geraldine Heng, en especial el libro The Invention of Race in the European Middle Ages, donde muestra que la clasificación fenotípica de poblaciones en Europa corresponde al despliegue de una teo-política en la que se colapsan identidad religiosa y rasgos corporales, dejando ver cómo la teología supuso los términos que luego retoma la biología en tanto discurso pretendidamente secular amparado en antropologías de filósofos como E. Kant.
En este sentido, es de llamar la atención que historiadores especializados en la península eviten hablar de racismo, sobre todo argumentando que la cuestión racial es una cuestión biológica, cuando los trabajos de L.P Harvey, en particular el libro Muslims in Spains. 1500 to 1614, muestra que la palabra inglesa “race” es un hispanismo derivado de la palabra raza (raça), una palabra que en la tardía edad media se refiere al defecto en el tejido de una determinada pieza de ropa, por lo que la expresión “sin raça” se refería a una pieza sin defecto, lo que luego se derivará, en tiempos de la inquisición, en expresiones del tipo “sin raça de judios/sin raça de moros”.
Por ùltimo, el evitar hablar sobre racismo cuando se trata de revisitar la memoria esclavista de ciudades como Barcelona, en especial cuando se quiere hacer hablar aquello que ha sido silenciado, no es solo una cuestión de disección historiográfica, porque si estamos de acuerdo con Zeuske, y la esclavitudes son una cuestión estructural, pues es ineludible pensar el racismo cuando se habla de esclavitud, porque en el mundo moderno el uno no es posible sin el otro, en este sentido y en el espiritu de Isaac Asimov el pasado es el arma más poderoso para cambiar el presente, en nuestro caso un presente en el que racismo, esclavitud y capitalismo son parte del mismo paquete de relaciones de dominación, despojo y desposesión que vienen con la expansión planetaria del proyecto de humandiad euroccidental.
Antropólogo social y cultural