En Tiempos de Aletheia

La moral laica en España y la ILE

España, siglo XIX, época de convulsos cambios políticos; gobiernos de uno y otro signo se suceden sin casi tiempo de remanso y afianzamiento posible de ideología alguna; unas veces para bien, otras no tanto. Proyectos públicos y privados se acometen sin mejor destino, pues en seguida los sacude otro nuevo vaivén político. Queremos analizar aquí y ahora uno de ellos; la Institución Libre de Enseñanza y todo lo que conllevaba y en lo que derivaba su pedagogía.

Estamos en la época del Regeneracionismo, afirmando este que uno de los acuciantes problemas de España era el de la educación. Veía claramente hacía falta un movimiento importante de fomento de la cultura y la educación. Los regeneracionistas buscando el progreso de España, a pesar de sus distintas simpatías políticas se unieron con este fin, lo que propició que todos apoyaran a Primo de Rivera. Esta tarea era urgente y, a la vez, suponía un gran esfuerzo, teniendo en cuenta que a finales del XIX había un 70% de analfabetismo. Pero no es hasta la Segunda República, bajo la influencia del institucionismo, que no baja el índice de analfabetismo. Hasta ese momento no se consolidaron las ideas krausistas en política y educación, ya que la oligarquía y el caciquismo siempre se habían valido del analfabetismo para mantenerse en el poder; “estos males (de la patria) radicaban en la corrupción política no contrarrestada por un pueblo que en su mayoría carecía de una mínima formación para responder, defendiendo o rechazando, las decisiones de las clases dirigentes”. (p.85 – Azucena)

Volviendo a sus antecedentes, recordemos cómo el golpe de Estado del general Pavía en 1874 da paso a la Restauración monárquica bajo la figura de Alfonso XIII. El político Antonio Cánovas del Castillo conseguirá apaciguar el accidentado cauce político que se movía entre golpes militares. Mas lo hará con el cambio de un sistema democrático por otro de corte liberal.

Una consecuencia que se repetirá bajo el régimen dictatorial franquista acontece en este momento: La enseñanza no habrá de enarbolar idea alguna contraria al dogma católico ni a la monarquía constitucional. “Estas disposiciones significaban el estrangulamiento de la libertad de cátedra, proclamada en la Constitución de 1869” (pg. 37 Raquel) De lo que se derivó el manifestado descontento de diversos profesores, algunos de los cuales serán expulsados y otros confinados. Augusto González de Linares y Laureano Calderón, por ejemplo, fueron dados de baja por sus disertaciones evolucionistas.

En 1881, el ministro liberal Albareda deroga las anteriores órdenes de separación de algunos de estos profesores, y hará que estos dirijan de nuevo sus propósitos a la actividad intelectual en vistas a la práctica docente. Tras varios intentos fallidos, en 1876 se constituye la Institución Libre de Enseñanza con Francisco Giner de los Ríos a la cabeza, la pretensión es la de no sumirse a principio político o confesión religiosa alguna. Para conseguir su consecución contaron con la colaboración económica de particulares. (pg. 38 – Antonio)

“La Institución Libre de Enseñanza es completamente ajena a todo espíritu e interés de comunicación religiosa, escuela filosófica o partido político; proclamando tan sólo el principio de la libertad y la inviolabilidad de la Ciencia y la consiguiente independencia de su indagación y exposición respecto de cualquiera otra autoridad que la propia conciencia del profesor, único responsable de su doctrina.” (Artículo decimoquinto de los Estatutos fundacionales.)

Una nueva filosofía, el Krausismo, introducida ya por Julián Sanz del Río, será el postulado básico de la nueva enseñanza. Filosofía de corte panteísta, justifica la existencia de Dios como Ser supremo, más indemostrable, pues pertenece a su esencia superior que sus postulados no estén a nuestro alcance. El mundo no es Dios, sino “está en Dios” y es distinto de Dios porque Dios está por encima del mundo como Ser supremo. Se llega a Él a través de intuiciones sensibles o intelectuales sin mezcla de deducciones. El punto de partida sería la intuición del “yo” y la intuición de Dios la llegada al Principio, ese es el punto final del proceso analítico krausista.

Otra de las consecuencias morales que, venida a colación de esta filosofía de corte laico (consecuencia que se deriva de su concepción general por la que Naturaleza y Espíritu se sitúan en el mismo plano), será “toda una línea de defensa de los derechos de la naturaleza y del cuerpo humano, ampliamente desarrollada con posterioridad por el krausismo español y ampliada también a los derechos del niño/a, la igualdad de la mujer y el respeto a los animales”. (pg. 53 Antonio)

Entre sus logros cabe destacar que su modelo educativo tendrá trascendencia ya en el siglo XX. El contacto con la naturaleza, así como con los monumentos históricos, la no separación tajante entre ciclos por edades sino una paulatina según necesidad y logros, coeducación igualitaria ya desde parvularios como reflejo de la vida real. Reseñando todo lo que la coeducación conllevaba para los institucionistas, diremos que como gran novedad frente a la tradición que consideraba que la educación conjunta era antinatural y antihigiénica, los institucionistas pensaban que no había explicación para separar niños y niñas en la educación, ya que en todo lo demás estaban juntos: en sus casas, en la calle, etc. La única explicación sería que se les quisiese educar de distinta forma. Para ellos la mujer es igual que el hombre y, precisamente, la diferencia en la educación era lo que había dado lugar a la situación inferior en la que se encontraba la mujer. Así pues, los krausistas fueron los primeros teóricos del feminismo. Por ello no cabe excusa alguna: La mujer debe ser educada no solo con el hombre sino como el hombre. Cabe reseñar el libro de Raquel Vázquez Ramil en el cual trata de forma extensa, a la par que precisa y ampliamente documentada, toda la información necesaria al respecto del importante papel que dieron a la inclusión de la mujer en la enseñanza; no solo como parte alumna, sino también como parte del profesorado. Imágenes y esquemas que ahora se nos hacen cotidianos en la enseñanza.

Ayudaron a la consecución, ampliación y prolongación del proyecto, intelectuales de la talla de: Joaquín Costa, Leopoldo Alas (Clarín), José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Ramón Menéndez Pidal, Antonio Machado, Joaquín Sorolla, Augusto González de Linares, Santiago Ramón y Cajal, Federico Rubio, Amparo Cebrián, Carmen García del Diestro, Laura García Hoppe, Gloria Giner de los Ríos García, María Goyri, Matilde Huici, María de Maeztu, Jimena Menéndez-Pidal, María Moliner, María Luisa Navarro Margati, Alice Pestana, Laura de los Ríos Giner, Concepción Saiz Otero, María Sánchez Arbós, María Zambrano, Carmen de Zulueta, entre otras personalidades comprometidas en la renovación educativa, cultural y social.

Hubo un tiempo en que la educación laica fue posible en España. ¿Qué tipo de ser humano moral engendraba? ¿Cuál el proyecto para España? “España, si había de continuar siendo, tenía que ser en mucho lo que no fue; es decir, la España abierta y tolerante, con vocación europeísta, con conciencia integradora de los elementos diversos y multiformes de nuestra cotidiana realidad. (…) La preocupación de Giner fue en todo momento el ideal de la educación del hombre por el hombre a partir del desarrollo integral de las propias aptitudes y capacidades. Hacer hombres espontáneos y libres que puedan transformar la sociedad desde abajo, ya que, desde el poder establecido, como había demostrado la experiencia revolucionaria, no era posible llevar a cabo la transformación radical de la sociedad española”. (pg. 149 – Antonio)

No pudo verse completado su proyecto por la ruptura golpista del régimen Popular que llevó a la Guerra civil. Quizá sea el momento de apostar de nuevo por ese ser humano sin coacción divina católica alguna ni similares. No parece, a ojos vista y línea leída, que fuera tan pernicioso dicho proyecto, ni de lejos. Es más, acucia ahora la pregunta de si no es mayor el mérito de aquel que se pregunta porqué y qué tipo de bien hacer, que el de aquel que lo hace bajo unos preceptos determinados por miedo a un castigo o por espera de una recompensa posteriores.

Con el estallido de la Guerra Civil se resquebraja el proyecto de modernización educativa trazado por la ILE, así como el de toda la serie de organismos emergidos de ella, como la Junta para la Ampliación de Estudios, el Instituto de Reformas Sociales, la Residencia de Estudiantes, la Residencia de señoritas o el Instituto-Escuela, entre otros. Cabe destacar el logro, buscado sin éxito desde 1881, de la creación del Patronato de las Misiones Pedagógicas. Será con el gobierno democrático de la Segunda República, con el propósito y el fin de hacer llegar a las zonas rurales el espíritu renovador del nuevo latido cultural que ya se estaba dando en las zonas urbanas, que se acometerán toda una serie de acciones y actividades para el mencionado fin. (Artículo Azucena)

Pero con el régimen de Franco “se inicia entonces una época marcada por la irracionalidad, la época de la depuración (más de 60.000 maestro/as fueron depurados, prácticamente todos), con la consiguiente labor de ‘limpieza’ en la enseñanza y en todas las instituciones del Estado”. (pg. 295 – Raquel). Por su parte las bibliotecas surgidas del enorme trabajo realizado por las Misiones Pedagógicas fueron todas destruidas.

Los sectores católicos “interpretaban la moral laica de Giner y sus discípulos como demoníaco ateísmo y su defensa de la enseñanza aconfesional como decidido paso hacia la decadencia y la degradación moral”. (pg. 297 Raquel) Pero, no quedando tranquilos y conformes con esta argumentación en contra, intelectuales como Pérez Gutiérrez, Enrique Súñer, Miguel Artigas, Fernando Martín-Sánchez Juliá, Antonio de Gregorio Rocasolano, Miguel Allué Salvador, Miguel Sancho Izquierdo, Benjamín Temprano, Carlos Riba, Domingo Miral, José Talayero, Ángel González Palencia, José Guallart, Romualdo de Toledo, el Marqués de Lozoya, Hernán de Castilla, presentarán el institucionismo nada más y nada menos que “como el culpable de la contienda”. (pg. 182 – Antonio)

La acusaban de ateísmo, sin embargo, es esta una filosofía que llega al conocimiento de Dios por la consecución de las dos vías de conocimiento: sintética y analítica, de forma armónica. El panenteísmo del Krause camina a media agua entre el panteísmo corriente, según el cual, Dios, el mundo y la diversidad de las cosas son una unidad indivisa y sustancial; y el teísmo, para el que Dios es un ser personalísimo y causa única del mundo. Esta nueva corriente, sin embargo, propugna la idea distinta de La ley de la armonía, así dice: “Unir sin confundir, distinguir sin separar”. La subjetividad se supera con la ciencia, pero la ciencia no se da sin ella. Nada queda más lejos de la intención de Sanz del Río que acabar con la existencia de Dios, no era así, sino que buscaba su justificación científica. Ahí es nada. Los institucionistas defendieron la secularización de la enseñanza; l@s niñ@s, cuando tuvieran criterio, se podrían adherir, por supuesto, a la religión positiva que prefirieran. En política fomentaban la misma tolerancia, defendían el voto libre y la aceptación de todos los partidos. Lo que no querían de ninguna manera era una enseñanza dogmática. Lo que imperaba es que hubiera tolerancia en todos los ámbitos. Pero la tolerancia religiosa no hay que confundirla con una posición escéptica o indiferente, no eran siquiera ateos… ¿Y si lo fueran? ¿Qué tipo de moral sustentarían? Dejemos este tema para otro artículo.

Bibliografía:

– Antonio Jiménez García, El Krausismo y la Institución Libre de Enseñanza, editorial Cincel, 1985.

– Azucena López Cobo, Por caminos de piedra, charcos y olvido. Repertorios de la cultura universal: las Misiones Pedagógicas de la II República española. París III Nouvelle Sorbonne, CREC, París.

– Raquel Vázquez Ramil, Mujeres y educación en la España contemporánea. La Institución Libre de Enseñanza y la Residencia de Señoritas de Madrid, editorial AKAL, 2012.

Conclusiones que redactó el profesor Antonio Jiménez García, a cuya memoria dedicamos este artículo, en su mentado libro en torno a esta “demoníaca” filosofía:

1. En filosofía se postula el racionalismo. La razón es la única fuente y ley del conocimiento científico y en su actuación no admite ni puede admitir ninguna limitación externa. Fuera del límite de la ciencia, según pruebas ciertas, todo lo que existe es opinión, y como tal mudable. En este primer punto se establece la independencia de la razón y el libre examen.

2. En moral se propone como principio “obrar el bien por el bien” con independencia de castigo o premio, para cumplir el destino de la vida humana, que no es otro que el de perfeccionar la propia naturaleza, tanto individual como socialmente. Es una propuesta de moral desinteresada y en ningún momento se aceptará una moral utilitaria o pragmática.

3. En política el filósofo respeta y obedece la constitución positiva de su pueblo. Concurre a la mejora y reforma de la constitución respetando todas las libertades y condenando el poder arbitrario, la violencia venga de donde venga, la restricción de las libertades públicas y el derecho de asociación, etc. Sus principios de actuación son el reformismo y la tolerancia.

4. En lo social se busca el progreso en todo y para todos, la mejora material y moral de todas las clases sociales mediante el derecho de asociación, reduciendo la acción del Estado a sus justos límites. Se distancia tanto del comunismo, que suprime la libertad individual, como del individualismo, que no admite una dirección superior, procurando concertar y armonizar en la medida de lo posible ambas posturas extremas.

5. En historia se respeta la verdad de los hechos y se considera la tradición como fuente de enseñanzas para las generaciones presentes, pero no como norma de apreciación para las instituciones actuales ni como barrera infranqueable que detenga la marcha libre y progresiva de la sociedad. Se opone, pues, a cualquier tergiversación o manipulación de nuestro pasado histórico y, lo que es mucho más importante, a la reactualización de modelos y conductas de otras épocas.

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