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Un comentario sobre Apología para la historia, de Marc Bloch

¿Habrá quien niegue que hay un tacto de las palabras como hay un tacto de la mano?

Marc Bloch

 

Los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres.

Proverbio árabe

 

Marc Bloch se definía a sí mismo como historiador de profesión y soldado como resultado de las circunstancias. Vivió activamente los dos grandes conflictos bélicos del siglo XX. Trabajaba en el texto que traemos ahora a colación Apología para la historia o el oficio de historiador, precisamente a fines de la Segunda Guerra Mundial. Por algunos pasajes se deduce su contexto inmediato, al enorgullecerse de haber vencido en la Gran Guerra, pero dejando en duda el resultado de la contienda que en ese instante está sucediendo. En la Primera Guerra Mundial llegó a ser sargento, luego capitán y al fin se le condecoró con la Legión de Honor. En la Segunda, tras la derrota francesa de 1940 frente a las tropas de Hitler, Marc Bloch se refugió en la Francia no ocupada y, pese a disponer de oportunidades para huir a Estados Unidos, decidió incorporarse a la Résistance. En 1944, tras ser detenido en Lyon por la Gestapo, fue fusilado. Tenía entonces 57 años.

Conocer las circunstancias vividas por Marc Bloch es interesante para valorar su compromiso personal con la democracia y con la historia. Hasta el final no dejó de escribir e investigar. Es fácil imaginarlo garabateando este libro sin apoyo de documentación, debido a su difícil situación en el bando de la Resistencia. Probablemente es por eso que a veces refiere citas de memoria, pidiendo excusas porque no las recuerda de manera literal, como cuando dice “Creo que fue Renan quien escribió un día (cito solo de memoria y me temo que con inexactitud)…” Verosímilmente, cuando escribía este libro contaba con poco material bibliográfico para consultar.

Bloch fue fundador de la Escuela de los Annales, la cual proviene de la revista homónima (Annales d’Histoire Economique et Social, 1929), que él mismo fundó junto a Lucien Febvre. Estos dos historiadores pugnaron por lograr una historia sintética, opuesta a la tradición positivista que se atenía exclusivamente a los hechos. Eso les llevó a investigar no solo la economía, sino los fundamentos culturales y la psicología social que existen detrás de cada fenómeno histórico.

De la obra que comentamos ha habido muchas ediciones desde que Lucien Febvre rescatara el manuscrito incompleto para editarlo en 1949. La traducción española de los años cincuenta del siglo pasado fue del célebre Max Aub. Algunas ediciones en español optaron por llamar al libro, simplemente, Introducción a la historia, en tanto otras se acercan más al original en francés Ápologie pour l’Histoire ou Métier d’historien, que se podría traducir como Apología para la historia o la profesión del historiador. Es importante valorar cómo, efectivamente, Bloch reflexiona en el texto sobre el oficio del historiador y trata de responder a las preguntas ¿para qué sirve la historia? o ¿por qué nos dedicamos a hacer historia?

Apología para la historia es una reflexión sobre la historia como la ciencia social más antigua. En el libro, Bloch diserta sobre la palabra Historia, aludiendo a que ciertos sociólogos la relegan al último escalón de las ciencias humanas, allí donde van todos los hechos que no pueden analizar racionalmente. Sin embargo, la Historia es para Bloch un concepto muy importante, repleto de significados. Así pues, comenta que le parece inapropiado decir que “la historia es la ciencia del pasado”. El pasado es un espacio sin límites que no puede ser objetivo, ya que no es factible deducir un conocimiento racional de un conglomerado de asuntos unidos solo porque ocurrieron en un mismo momento. Bloch piensa que los historiadores del pasado hicieron sus memorias así, con el mismo nivel descriptivo de una percepción infantil, pero que ya es viable establecer categorías mucho mejor. A lo largo del libro nos da algunos ejemplos de cómo las disciplinas se mezclan para explicar circunstancias que, al fin, pueden ser consideradas problemas históricos.

Debemos comprender que el objeto de la historia es la humanidad. De tal modo, Marc Bloch añadirá una definición personal del concepto: “La historia es la ciencia de los hombres en el tiempo”, y explicará que el tiempo es el plasma donde se bañan los acontecimientos y permiten su legibilidad y comprensión. El presente es la esencia a la cual los historiadores deberían atender de modo cardinal, puesto que un historiador debe estar pendiente de la actualidad y amar las cosas vivas: para comprender el pasado, primero hay que comprender el presente.

 

José Luis Crespo Fajardo

Universidad de Cuenca (Ecuador)

Luisa Pillacela Chin

Investigadora Independiente (Ecuador)

 

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