La doncella o virgen, figura que representa la etapa adolescente de la mujer, fue presentada como uno de los arquetipos de los estudios de Carl Jung a principios de siglo XX. Los arquetipos forman parte del inconsciente colectivo o herencia psíquica: un tipo de conocimiento con el que todos nacemos y que todos compartimos como especie.
Etimológicamente “doncella” viene del latín “dominicella” (“señorita”) de domus (casa). Las doncellas eran las mujeres jóvenes vírgenes que pertenecían a las familias enriquecidas en la Edad Media. Posteriormente, se pasó a llamar doncellas a las “señoritas de compañía” de las damas de la corte, que las asistían y las acompañaban en su día a día. Más tarde, se entendía por doncella a las empleadas domésticas remuneradas de las familias acomodadas. Podemos constatar que, a través del tiempo, la posición cambiante de estas jóvenes no las otorgaba una mayor libertad.
Si echamos un vistazo, podemos contar numerosas figuras históricas y literarias que reflejan este arquetipo, en nuestra cultura la Virgen María se eleva como un compendio de dos arquetipos: la doncella y la madre. María adolescente recibió la visita del ángel Gabriel que le anunció que iba dar a luz al hijo de Dios. Este mito de la virginidad de María se deriva de un problema de traducción del Antiguo Testamento al griego; en uno de los pasajes del profeta Isaías aparece el término cananeo “almah” (doncella) que fue traducido por el griego “parthénos” (joven o virgen). Más tarde, Mateo recogió el concepto de manera inexacta, y así nacería el mito del milagro de la concepción.
En la Biblia el término “doncella” o “virgen” aparece en numerosas ocasiones haciendo referencia a las mujeres jóvenes casaderas, es decir, que no eran ni esposas ni concubinas y, por lo tanto, no habían conocido varón, aunque tenían edad para concebir hijos.
Las cualidades de la doncella son la pureza, la inocencia y la candidez. Son figuras pasivas que no participan en su destino, aceptan su circunstancia o aquello que les sucede sin interferir para cambiarlo. Durante y tras la Edad Media, las doncellas pertenecían a su padre que las utilizaba como moneda de cambio en matrimonios que aseguraban alianzas económicas o territoriales, pasando así a pertenecer al marido. La sociedad las consideraba con menor inteligencia, se las instruía con una educación limitada. Por otra parte, por “doncella” se hacía referencia a las jóvenes que pertenecían familias ricas y poderosas, dejando fuera a las campesinas.
No obstante, debemos mencionar a la hija de una familia de campesinos acomodados que dio un paso más en la evolución de este arquetipo: Juana de Arco apodada “la pucelle” (la doncella) nació y creció al este de Francia durante el conflicto de la Guerra de los Cien Años, en la cual los ingleses y el sucesor del rey Carlos VI se disputaron el trono de Francia. Hacia la adolescencia, Juana empezó a tener visiones místicas en las que sintió la llamada de Dios concediéndola una misión: dirigir el ejército francés, coronar al delfín como rey de Francia y expulsar a los ingleses del país. Después de haberla llevado a cabo con éxito, fue forzada a continuar luchando contra su voluntad a pesar de haber dejado de escuchar las voces. Fue capturada, acusada de brujería y quemada viva en la hoguera en 1431.
La doncella virginal y pasiva se rebela, pasa a ser actante y protagonista de su propia vida; es valiente y fuerte. Es Artemisa, la diosa griega, o su equivalente Diana, la diosa del bosque, de la caza y de la luna, es Brigid la diosa celta de la poesía, inspiración y creatividad; es Ostara la diosa germana de la primavera, el amanecer y el despertar de la fertilidad.
La autora Jean Shinoda Bolen explica en su libro Las diosas de cada mujer (2010) que el arquetipo de la doncella representa la juventud, la energía, la apertura a nuevas experiencias y la claridad de la luna creciente, por lo que se equipara con la etapa primaveral en el ciclo de la vida, en la cual todo florece y vuelve a nacer. Está asociada, también, a la etapa estrogénica del ciclo menstrual de las mujeres (pre-ovulación) fase dinámica y de acción, ya que, tras el sangrado, el cuerpo recupera su vitalidad. La doncella se rige por sus ideales y busca la verdad, fija objetivos y se dirige a ellos. Gracias a esa sed de nuevas experiencias y la energía que le otorga, siente un impulso que le ayuda a ir hacia adelante; la doncella despierta y abandona la niñez para convertirse poco a poco en mujer. Es independiente y protectora, quiere ayudar a los demás: representa el ideal feminista de sororidad, la mujer que lucha por sus semejantes y que se preocupa por asegurarse de que las experiencias vitales de las demás mujeres sucedan fuera del peligro. También quiere divertirse, jugar, estar en movimiento expresar sus opiniones y deseos.
La etapa en la cual todas las mujeres dejan atrás la niñez para alcanzar la madurez es clave para vivir la vida adulta sanamente siguiendo un proceso de construcción y reafirmación de la personalidad. En tanto que arquetipo, la doncella y sus características se manifiestan en diferentes momentos de la vida, asociado a los ciclos de la menstruación o no necesariamente. Por último, dependiendo de la individualidad de cada mujer este arquetipo estará más o menos presente. Continuaremos analizando otros arquetipos femeninos como la madre y la chamana.
Profesora de Español