En Tiempos de Aletheia

Chimamanda Ngozi Adichie

Nacida en una familia de clase media nigeriana, hija de un profesor y una administrativa empleados de la universidad de Nigeria, Nsukka, Chimamanda creció rodeada de amor y de libros, según sus propias palabras. Lectora y escritora precoz, su formación literaria se basó en sus primeros años en los libros anglófonos de autores ingleses y estadounidenses que fácilmente llegaban a sus manos. Historias cuyos protagonistas blancos y extranjeros poblaron a su vez las historias que escribía. Personajes que comían manzanas, bebían cerveza de jengibre y se alegraban cuando por fin salía el sol. Evidentemente, todo esto era desconocido para Chimamanda, pero al ser los únicos modelos literarios que conocía la imagen de qué era la literatura se vio totalmente marcada por ellos. Más tarde, conoció la literatura africana, autores como Chinua Achebe o Camara Laye y por fin se reconoció a sí misma y a todo aquello que conocía: las personas como ella también existían en los libros.

A los diecinueve años se mudó a Estados Unidos donde comenzó a estudiar en la universidad de Drexell, Filadelfia, gracias a una beca de dos años y posteriormente estudió en otras universidades del país donde todavía comparte residencia con su país natal. Fue allí donde cobró conciencia de su identidad africana que se configuraba como alteridad de la occidental y fue durante esos años igualmente cuando constató el poder de la literatura y las historias en nuestra visión del mundo.

El relato literario posee un gran poder en la construcción de nuestra percepción de la realidad: Si las historias, la información que recibimos sobre otros países, culturas y pueblos nos muestran los mismos estereotipos una y otra vez, nos esconde información o nos presenta una historia segmentada contada desde un único punto de vista, (el occidental, en la ocurrencia, puesto que se trata del modelo social, político y económico imperante, además de que seamos hijos del mismo) incurrimos en una falta de comprensión con nuestros iguales.

Desde la publicación de su primera novela, La flor púrpura, nuestra autora conoció un amplio éxito de crítica y ventas. La historia de una joven de familia acomodada y muy creyente cuyo padre abusador siembra el terror en la familia de forma velada y cuya liberación se produce cuando la protagonista conoce el ambiente del campus universitario con otros familiares fue objeto de ciertas críticas. La historia, los personajes no correspondían a la imagen que algunos tenían de los “africanos”, lo que enfrentó a la escritora a reflexionar sobre “cuáles eran los personajes típicamente africanos” (como si África fuera un solo país).

A este título le siguieron la novela Medio sol amarillo, relato épico que describe la Guerra civil por la independencia de Biafra, el conjunto de relatos “Algo alrededor de tu cuello” y el bestseller Americanah, una historia de amor entre dos exiliados nigerianos que se ven separados durante quince años inmersos en los acontecimientos de este siglo. Es a través de estos textos que Ngozi Adichie construyó y encontró su voz. Una voz que se alza desde una personalidad única, habiendo sabido afrontar no solo problemáticas raciales, sino también feministas.

Gran difusión tuvo su ensayo “Todos deberíamos ser feministas”, versión revisada de una conferencia dada en TedxEuston en 2012, a la que siguió “Querida Ijeawele, cómo educar en el feminismo”. Para la autora el problema de género existe, está presente en todo el mundo y son las mujeres y los hombres, juntos, los que tienen que solucionarlo.

Ngozi Adichie, es una mujer pionera, valiente y con una gran formación; os recomiendo la lectura de sus escritos tanto por el fondo como por la forma. Su narrativa posee un estilo potente, elaborado y elegante sin ser pesado, al contrario, su lectura es apasionante. Su mirada analítica y sensible profundiza en la naturaleza de sus personajes, presentando sentimientos, ideas y relaciones humanas magistralmente. Y por supuesto, invita a la reflexión siempre. ¡Buena lectura!

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