La legislación y la costumbre que rige acerca de las violaciones sexuales sufridas por las mujeres egipcias, es un claro ejemplo de esa categoría de ciudadanas de segunda en que consisten. No hay una condena sobre dicho acto de violencia y agresión, al contrario, son ellas las que son señaladas y criminalizadas por andar por la calle sin la compañía de un hombre. Y son las propias fuerzas de seguridad, en muchos casos, las que ejercen dicha violencia sexual sobre las mujeres. Por eso, tanto las violaciones como el acoso sexual, por lo general, no se suele denunciar debido al miedo y al rechazo social al que pueden ser sometidas. Además, la palabra de una mujer no tiene ningún valor ante un juez. Las faltas, crímenes o violaciones, solo pueden ser probadas y denunciadas por los hombres. Ante la posibilidad o el intento de que una mujer atestigüe, será sometida a 80 latigazos. Eso hace que, sean mínimas las violaciones denunciadas.
Según los derechos y deberes que rigen la sociedad egipcia, basada en la Sharia (la palabra revelada de Dios), las mujeres no pueden decidir sobre sus cuerpos y su libertad. Son los maridos quienes toman esa decisión. Ellos, amparados en un sistema patriarcal y misógino, y en el Código Penal que no condena la violencia en el ámbito familiar porque considera que es una cuestión privada, violan y maltratan a sus esposas tantas veces como lo deseen. Incluso, si hubiera que restablecer el honor del esposo, el marido puede matar a su esposa, siendo el propio hombre quien aprecia y decide que su honor ha sido mancillado. (Según la ONU, se estima que miles de mujeres son asesinadas al año en base a restituir el honor de la familia, pero estos hechos no son catalogados ni adquieren mayor transcendencia.) De igual manera, si el marido alega que su esposa es una mala esposa, puede acceder al divorcio, obligando a la mujer a renunciar a todo derecho económico, así como a la custodia de los hijos. El caso de que una esposa desee divorciarse tiene que tener el consentimiento de su marido y pagar la dote.
Solo pueden casarse con hombres musulmanes, y si cometen adulterio se enfrentan a la muerte por azotamiento o lapidación. Los hombres, por otro lado, pueden tener más de una mujer.
En la esfera pública casi no tienen representación, ni políticamente ni socialmente. Solo hay algunas mujeres en ciertos cargos, pero, por lo general, sus maridos, padres o familiares directos poseen cierto renombre o poder, y ellos las han colocado ahí. Y es que, en el caso de desear trabajar, como en otras ocasiones, deben pedir permiso a sus maridos; y, aun así, sus salarios son muy bajos, con lo que, sigue habiendo una dependencia del esposo.
Aunque en los últimos años la mujer parece encaramarse a cierta tendencia a gritar por su libertad, y a intentar un cambio social, nada denota que ello vaya a ser logrado. Un ejemplo claro es la Revolución del 2011, donde los jóvenes de ambos sexos se erigieron en manifestaciones en las calles para luchar contra el exceso de brutalidad policial, las leyes de emergencia del Estado, las altas tasas de desempleo, el deseo de aumentar el salario mínimo, la carencia de viviendas y alimentos, la inflación, la corrupción, la falta de libertad de opinión, las pobres condiciones de vida, (factores estructurales demográficos); y, sin embargo, tiempo después, en la comisión de redacción de la nueva constitución, fueron excluidas casi totalmente. De cincuenta miembros solo había cinco mujeres.
La mutilación genital femenina es, con toda seguridad, el gran hacedor de la falta de libertad y de menosprecio como ciudadano de segunda al que es obligada la mujer. A pesar de que está prohibida desde 2008, el arraigo de la costumbre es más fuerte socialmente que cualquier ley reciente. Muchos informes hablan de que, más del 90% de las mujeres egipcias casadas con edades entre los 15 y los 50 años, han sufrido estas prácticas.
La mutilación genital femenina en Egipto consiste en todo procedimiento que lesione o extirpe parcial o totalmente el clítoris, e incluso, en muchos casos, también los labios menores de la vulva. Dicha circuncisión se conoce como khitan. Son realizadas por motivos de tradición y de religión, y en base a la noción de que el clítoris origina deseo e incontrolables impulsos sexuales. La mutilación genital femenina es una parte importante del conglomerado patriarcal para controlar a la mujer, su cuerpo y su sexualidad. Y esa es quizás la mayor barrera para poder erradicarla.
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