En Tiempos de Aletheia

La señora Woolf

Hace cien años exactamente, Virginia Woolf se afanaba en la escritura de El cuarto de Jacob o, al menos, lo intentaba. El 8 de abril de 1921 anotaba en su diario: «Bueno, la verdad, en cuanto a escritora soy un fracaso. Estoy pasada de moda; soy vieja, no mejoraré jamás». Había dejado atrás la juventud y su obra no colmaba sus expectativas. Tiránica consigo misma, no se perdonaba las distracciones que la alejaban de la escritura.

En las memorias de su marido, Leonard Woolf, quedaron recogidas las exigencias del proceso creativo de Virginia. Según él, no había conocido a nadie que trabajara con mayor intensidad y que tuviera una concentración más infatigable, especialmente cuando se encontraba escribiendo una novela. En esas ocasiones, su obra se convertía en parte de ella, y la propia autora era absorbida por la novela. Escribía por la mañana, de diez a una, y por la tarde mecanografiaba lo que había redactado ese día. Sin embargo, él sabía que la escritura ocupaba toda su jornada, pues «cuando andaba caminando por las calles de Londres  o en las colinas de Sussex o por las praderas inundadas o a lo largo del río Ouse, el libro se estaba moviendo de modo subconsciente en su mente o ella misma se encontraba moviéndose como en un estado de ensoñación a través del libro».

Como sabemos, Virginia Woolf logró terminar El cuarto de Jacob y lo publicó el mismo año en el que vio la luz el Ulises de James Joyce: 1922. De hecho, ambos compartieron más coincidencias, y es que la vida de los dos escritores se desarrolló en el mismo marco temporal: entre 1882 y 1941. Sus obras contribuyeron a la evolución de la narrativa europea en una década de grandes libros, como El proceso y El castillo de Franz Kafka y La montaña mágica de Thomas Mann.

El cuarto de Jacob fue publicado por Hogarth Press, el sello editorial fundado por el matrimonio Woolf en el que aparecieron algunas de las obras más conocidas de Virginia, como La señora Dalloway (1925), Al faro (1927), Orlando (1928) y el ensayo Una habitación propia (1929), donde afirmaba que «una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas». Hogarth Press editó también la obra de otros autores, como Katherine Mansfield, T. S. Eliot y Sigmund Freud. Sin embargo, el Ulises de James Joyce no pasó el filtro de Virginia. Los dos escritores buscaron romper con la narrativa tradicional y, de hecho, ambos hicieron uso del monólogo interior para lograrlo, pero la sensibilidad de Virginia Woolf y la extensión del manuscrito hicieron que rechazara el planteamiento de Joyce. En una carta dirigida al pintor Roger Fry, quien también formaba parte del grupo de Bloomsbury, le comenta: «Es interesante como experimento; deja de lado la narrativa y trata de exponer los pensamientos, pero no sé si tenga nada muy interesante que decir, y después de todo, la orina de un perro no es muy distinta de la de los hombres. Trescientas páginas de eso pueden ser aburridas. De todas maneras, es demasiado larga para que lo intentemos, aunque creo que alguien debería de publicar una parte de la novela».

Según Anthony Burgess, Virginia Woolf y James Joyce fueron los dos novelistas en lengua inglesa más innovadores del siglo XX. Así lo afirmó en 1991, cincuenta años después de la muerte de ambos, cuando ya tenía una perspectiva lo suficientemente amplia del impacto de las dos narrativas. El autor de La naranja mecánica no podía explicar la inseguridad literaria de Virginia, pues consideraba que su última novela, Entre actos, era tan extraordinaria como la primera, El cuarto de Jacob. Sin embargo, el débil equilibrio psicológico de Virginia terminó por hacerse añicos y esto la llevó a suicidarse en el río Ouse, en el lugar donde Leonard la había visto pasear tantas veces envuelta en el argumento de sus novelas. El 8 de marzo de 1941, veinte días antes de su muerte, Virginia Woolf había anotado en su diario: «Cito la frase de Henry James: Observa constantemente. Observa la llegada de la vejez. Observa la codicia. Observa mi propio abatimiento, de esta manera se convertirá en algo útil. O por lo menos, esto espero. Insisto en sacar cuanto provecho pueda a este tiempo. Me hundiré con la bandera ondeando».

Para saber más:

BURGESS, Anthony. «Para entender a Virginia Woolf». El País. 27 de marzo de 1991.

CHIKIAR BAUER, Irene. Virginia Woolf: la vida por escrito (Taurus, 2016).

VARELA JÁCOME, Benito. Renovación de la novela en el siglo XX (Destino, 1967)

WOOLF, Virginia. Diario de una escritora (Lumen, 1982).

WOOLF, Virginia. Una habitación propia (Seix Barral, 2008).

 

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