«El 21 de octubre de 1940 recibí la primera carta de Milena, una hoja arrugada que alguien metió secretamente en mi mano en el callejón del campo de concentración.» Así comienza el relato de la amistad entre Margarete Buber-Neumann y Milena Jesenská que sería publicado bajo el título de Milena, Kafkas Freundin (Milena, la amiga de Kafka). Ambas se conocieron en el campo de concentración para mujeres de Ravensbrück. Milena, que llevaba allí casi un año, había sabido de la llegada de Margarete y se acercó a ella para conocerla. Esta recordaría siempre el gesto con el que Jesenská le tendió la mano y le dijo «Milena, de Praga», añadiendo después con cierta ironía: «Por favor, nada de apretones como soléis hacer los alemanes. Tengo los dedos enfermos».
Aunque en los primeros minutos de ese encuentro la actitud despreocupada de Milena le resultó chocante, Margarete quedó fascinada por ella. Había encontrado una persona libre en medio de un campo de concentración, una mujer con el orgullo aún sin quebrantar. Su fortaleza de espíritu, según Buber-Neumann, triunfaba sobre la debilidad de su cuerpo. Incluso, Milena llegaba a contradecir las normas del campo: no respetaba las marchas en filas de a cinco, no se levantaba cuando llamaban para hacer el recuento, no se daba prisa en acatar las órdenes y salía de su barracón de madrugada para hablar hasta el alba con su amiga alemana. Así fue como ambas se contaron sus respectivas vidas.
Sabemos que Milena perteneció a una familia de la alta burguesía checa. Hija del médico Jan Jesensky, de trato áspero, se distanció de él especialmente tras el fallecimiento de su madre. Aún así inició los estudios de Medicina siguiendo los consejos de su padre, pero no los concluyó. No podía adivinar que esos conocimientos le servirían para trabajar en la enfermería de Ravensbrück. Después de unos amores de juventud, Milena se casó con Ernst Pollak, un escritor austríaco de origen judío. La pareja se estableció en Viena y muy pronto se dividió emocionalmente. La falta de comunicación entre ambos hizo que Milena se refugiase en sus traducciones, y fue así como entró en contacto con Franz Kafka.
En 1919, Milena descubrió algunos de los textos del autor de La metamorfosis en una revista y decidió traducirlos al checo. Se los envió a su editor y fue el propio Kafka quien respondió a su carta, iniciándose así una relación epistolar que se estrechará con el tiempo. A finales de junio y principios de julio de 1920, mantendrán varios encuentros en Viena. Franz le escribirá al llegar a la ciudad, sentado en un café de la estación del Sur, estableciendo el lugar de la cita: «Te espero el miércoles desde las diez de la mañana en adelante frente al hotel. Por favor Milena, no me sorprendas apareciendo por atrás o desde un costado, tampoco te lo haré yo. Hoy probablemente visitaré los lugares importantes de la ciudad: la calle L., la oficina de Correos, el tranvía que va de la estación a la calle L., la carbonera, etc., lo más invisible que pueda». Esa vía tan nombrada en la misiva no era otra que la calle donde vivía Milena.
Durante cuatro días dejaron transcurrir las horas en los bosques cercanos a Viena, visitaron una papelería y estuvieron en la casa de ella. El domingo 4 de julio se despidieron. Milena llevaba, según él, un vestido que era una «locura de bonito». De vuelta en Praga, Franz le escribió varias cartas esa misma noche bajo el clima de su ausencia: «de pronto no estabas ya allí, pero estabas mucho más, lo sentía en todo mi ser». La respuesta de Milena tardará en llegar varios interminables días. En su carta le habla de Pollak, a lo que Franz responde demostrando su consciencia de la situación: «No soy su amigo, no he traicionado a ningún amigo mío, pero tampoco soy un mero conocido suyo, sino una persona muy vinculada a él, en muchos sentidos quizá más que un amigo. Tú, por tu parte, no le has traicionado, porque le amas, digas lo que digas». Sin embargo, nada le impide fantasear con posibilidades futuras y escribirle al día siguiente: «Lo mejor sería irme a Viena y llevarte conmigo; tal vez lo haga, aunque tú no quieras».
La correspondencia entre ambos se sucederá durante un tiempo. Mientras transcurren los días, Franz lee los artículos que Milena publica en el periódico Tribuna y sueña con vivir a su lado. Sin embargo, la realidad se impone: ni él irá a Viena ni ella volverá a Praga para iniciar una vida en común. A mediados de agosto se verán en Gmünd, en la frontera entre Austria y Checoslovaquia, pero ya era demasiado tarde. Desaparecida la alegría ante el encuentro, se hablarán como dos extraños. Desolado, Kafka decide interrumpir el cruce de cartas. Milena, por su parte, intentará continuarlo aunque apenas recibirá respuestas. El 23 de diciembre de 1923, Franz le escribe por última vez. Se encuentra en Berlín, viviendo junto a Dora Diamant, y tiene muy mala salud. Le dice: «cuando agrego “Cordiales saludos”, ¿tendrán esos saludos realmente la energía necesaria para llegar hasta la ruidosa, violenta, gris y ciudadana calle L., donde yo y todo lo mío ni siquiera podríamos respirar?». Unos meses más tarde, cuando Kafka falleció, Milena le dedicó una necrológica: «Era clarividente. Demasiado sabio para saber vivir y demasiado débil para luchar».
Con el tiempo, el matrimonio de Milena acabó en divorcio y, tras establecerse en Praga, se casó con el arquitecto checo Jaromir Krejcar. Juntos fueron padres de una niña a la que Milena no verá llegar a la edad adulta. En 1939, cuando la pequeña Jana tenía 11 años, Milena fue detenida y llevada a Ravensbrück. Había empezado a colaborar en un diario clandestino y paseaba por las calles de Praga haciendo ostentación de una estrella de David cosida a su ropa. Esa entereza que demostró siempre le sirvió para eludir los «transportes de enfermos» que conducían a las cámaras de gas y a los crematorios. Sin embargo, su salud no era buena, y el 17 de mayo de 1944 murió después de que se le practicara una operación renal que había llegado demasiado tarde. Entonces la vida de Margarete perdió sentido, pero encontró un nuevo objetivo en una promesa que le había hecho a su amiga: escribiría su biografía. El texto fue publicado en español en 1967. Milena, la amiga de Kafka se vendió en los kioscos dentro de la colección Libro documento de Plaza & Janés. Veinte años más tarde, Tusquets editó la obra cambiando el título por uno más simple, más claro y, sobre todo, más justo: Milena.
Para saber más:
BUBER-NEUMANN, Margarete. Milena (Tusquets Editores, 2017).
BONILLA, Juan. «Milena Jesenská: mucho más que una novia de Kafka». El Mundo. 10 de junio de 2017.
CITATI, Pietro. Kafka. (El Acantilado, 2012).
KAFKA, Franz. Cartas a Milena (Alianza Editorial, 2007).
NARBONA, Rafael. “Milena Jesenská, mater misericordiae”. El Cultural. 28 de noviembre de 2017.
Historiadora del arte, musicóloga y escritora.