Durante unos días, Agatha Christie estuvo en paradero desconocido. Era diciembre de 1926 y el periódico ABC se hacía eco de la noticia: la conocida autora de historias de detectives había desaparecido y la policía la buscaba inútilmente. Al parecer, a media tarde, había salido en coche de su casa situada en Sunningdale (Berkshire). A la mañana siguiente, el automóvil había aparecido abandonado en Newlands Corner (Surrey). Se aludía en la noticia a los “grandes desórdenes nerviosos” que había sufrido recientemente, motivo por el que se la buscaba activamente en todos los alrededores y varios aeroplanos volaban bajo por encima de bosques y campos. Había dejado a su hija de 7 años al cuidado del personal de servicio de su casa y se había marchado sin dar explicaciones. En el coche se había encontrado su abrigo de piel y todo el mundo se preguntaba dónde estaba ella.
En aquel momento Agatha Christie era una prometedora escritora de 36 años. Había publicado varias novelas y El asesinato de Roger Ackroyd llevaba solo unos meses a la venta. Con ese último libro había roto las normas de las novelas policíacas y se había convertido en una autora reconocible. Su foto, difundida junto a la noticia de su desaparición, fue clave para resolver el misterio de su paradero. Un camarero del Harrogate Spa Hotel, donde se alojaba con un nombre falso, la reconoció, y la policía fue alertada de que la escritora había llegado allí en un taxi el día siguiente a su desaparición. Su marido fue a buscarla, pero ella no supo identificarlo: sufría una amnesia temporal.
Este episodio, obviado por Agatha Christie en su autobiografía, jamás fue explicado a familiares o amigos íntimos. Sí trascendieron otros detalles, como el hecho de que su marido, Archibald Christie, le había pedido el divorcio porque mantenía una relación con una joven, o que Agatha se registró en el hotel con el nombre ficticio de Teresa Neele, utilizando el apellido de la amante de su esposo. También, que había afrontado sola el repentino fallecimiento de su madre y que había sido educada para la felicidad conyugal. En su autobiografía (citada por la periodista de ABC, Mónica Arrizabalaga, en su artículo de 2016) aseguró que “lo único que anhelaba era un matrimonio feliz”. Ella y sus amigas ansiaban “amar, ser protegidas y queridas”, anteponiendo el éxito de sus maridos al propio, como era su deber. Sin embargo, ella le dio un volantazo al destino y su vida tomó otra dirección.
Poco tiempo después de su desaparición, Agatha Christie se fue de viaje a Canarias junto a su hija Rosalind y su secretaria, Charlotte Fischer (Carlo). Durante un mes vivieron en las islas y Agatha consiguió terminar El misterio del tren azul. En Tenerife, en Puerto de la Cruz, buscó la paz y la tranquilidad necesarias para acabar su novela. Todos los días se la dictaba a Carlo pero no terminaba de ver la trama con claridad. Fue en ese momento cuando se transformó de escritora aficionada en profesional: necesitaba terminar el libro y ganar dinero, y así lo hizo. Siempre odió esa novela y nunca se sintió orgullosa de ella, pero funcionó bien y le permitió continuar escribiendo. Después de pasar unas semanas en Tenerife, se dirigió a Las Palmas de Gran Canaria, donde conoció a un médico británico apellidado Lucas. Él, dándose cuenta de su estado depresivo, le aconsejó que aceptara lo que sucediera y que siguiera hacia adelante, porque estaba llena de coraje y aún le quedaba mucho que obtener de la vida. Y así fue.
Un tiempo después de su vuelta a Inglaterra, Agatha Christie planificó su primer viaje sola. Había recorrido el mundo junto a su marido: Francia, Suiza, África del Sur, Australia, Nueva Zelanda, Canadá… Ahora conocería Oriente Próximo sin compañía. Viajó de Inglaterra a Francia y allí tomó el Orient Express hacia Estambul. Luego se dirigió a Damasco y después a Bagdad, atravesando el desierto. Enamorada de la ciudad de Ur, la visitará en varias ocasiones, y en una de ellas conocerá al arqueólogo inglés Max Mallowan, catorce años más joven que ella, con quien se casará en 1930. Los escenarios de sus novelas se llenarán de decorados orientales: Asesinato en Mesopotamia o Poirot en Egipto son ejemplos de ello.
Las más de noventa novelas policíacas escritas a lo largo de su vida la convirtieron en la Reina del crimen. Trabajadora infatigable, ni ella misma se explicaba cómo podía escribir tanto, pero lo cierto es que no podía dejar de hacerlo. Luis Foix recogió unas palabras suyas en un artículo publicado en 1976, a raíz del fallecimiento de la autora. Según cuenta él, Agatha Christie encontraba inspiración en la vida misma: “Mirad cada día a cualquier página del periódico, especialmente las de sucesos, tomad notas, pensad un poco sobre el argumento, ponedle imaginación y ya tenéis una espléndida novela”.
A lo largo de 1975, su salud fue deteriorándose. Esa fue la señal: había llegado el momento de publicar Telón. En esta última novela, escrita con varias décadas de antelación, su inseparable Hercule Poirot perdía la vida. Unos meses después, en enero de 1976, le ocurriría a ella. Cuando falleció, La vanguardia publicó el siguiente titular: “Agatha Christie ha muerto serenamente y sin misterios”.
Para saber más:
ARRIZABALAGA, Mónica. “El misterio que Agatha Christie se llevó a la tumba”, ABC, 15 de septiembre de 2016.
FOIX, Luis. “Londres: Agatha Christie ha muerto serenamente y sin misterios”, La Vanguardia, 13 de enero de 1976.
GONZÁLEZ LEMUS, Nicolás. Agatha Christie en Canarias, Nivaria Ediciones, 2007.
GONZÁLEZ LEMUS, Nicolás. Agatha Christie en Canarias. 1927: un invierno que cambió su vida, Nivaria Ediciones, 2015.
[La redacción]. “¿Estará viviendo alguna de sus novelas?”, ABC, 8 de diciembre de 1926.
Historiadora del arte, musicóloga y escritora.