Doña Lola canta y sonríe. Viaja de un continente a otro aprendiendo de la vida y enseñando a vivir. Sus alumnos fueron muchos y los tuvo en muchas orillas. Dolores de la Torre Champsaur nació en Las Palmas de Gran Canaria en 1902 y se dedicó en cuerpo y alma a tres pasiones ligadas a la música: el canto, la docencia y la investigación.
Hija del barítono de carrera internacional Néstor de la Torre Comminges, no es de extrañar que a la edad de quince años se iniciara en el mundo de los conciertos. Fue con un recital en beneficio de la Escuela Luján Pérez de Las Palmas de Gran Canaria, al que seguirían otros muchos. Sin duda, su padre le sirvió de ejemplo a la hora de comprometerse con proyectos benéficos y con eventos culturales y, también, por su constancia y entusiasmo. En diciembre de 1920, cuando Lola de la Torre ya había terminado el bachillerato, se trasladó a La Habana junto a su familia, donde su padre contaba con amigos y admiradores. Allí la joven vivió grandes momentos, como el de su participación en el estreno de la ópera El caminante (1921) del compositor Eduardo Sánchez de Fuentes, cantando bajo la dirección de su autor en el Teatro Nacional. Los frecuentes recitales y las audiciones de obras contemporáneas organizadas por el grupo Nueva Música (dirigido por Alejo Carpentier) llenaron sus días.
Un tiempo después, Lola de la Torre volvió a España. En la década de los treinta ejerció la docencia del canto en Santa Cruz de Tenerife, Madrid y Hospitalet de Llobregat. Casada con el intelectual tinerfeño Juan Manuel Trujillo Torres, ambos regresaron a Canarias una vez terminada la Guerra Civil. Lola de la Torre alternará entonces los recitales con la docencia particular en Tenerife y Gran Canaria. En 1942 obtendrá la Cátedra de canto de la Escuela Municipal de Música de Las Palmas de Gran Canaria y en los años siguientes organizará múltiples actividades culturales en su ciudad natal.
Fue en aquella etapa cuando recibió la visita de Aurora García González, una joven que aspiraba a ser su alumna. Como muestra de sus dotes, interpretó el aria del acto II de Madame Butterfly de Giacomo Puccini, y su voz convenció sobradamente a Lola de la Torre. Sin embargo, los padres y el novio de aquella joven se negaron a que ella desarrollara una carrera musical, a pesar de que el Cabildo de Gran Canaria le había concedido una beca para progresar en sus estudios. Quedó silenciada así una voz (una de tantas), ahogada por los parámetros sociales de la época.
El mismo año de aquella visita, en 1949, Lola de la Torre volvió a Cuba. Allí ejerció en el Conservatorio Nacional y en el Internacional de La Habana sin dejar de lado las clases particulares de canto. Una afección pulmonar de su marido agravada por el clima de la isla hará que retornen y se establezcan un tiempo en Madrid, hasta su mudanza definitiva a Gran Canaria. Nombrada profesora de canto del Conservatorio Profesional de Música de Las Palmas en 1975, ejercerá dicha tarea hasta su jubilación.
En paralelo a toda esta trayectoria, Lola de la Torre se dedicó a la investigación, siendo decana de los musicólogos españoles. Es de suponer que el contacto temprano con Alejo Carpentier en Cuba le influyera, pero fue en Madrid, durante la Segunda República, cuando se volcará en el estudio de la música bajo la dirección de Eduardo Martínez Torner. A partir de los años sesenta se multiplicarán sus artículos científicos sobre el archivo musical de la catedral de Las Palmas, que había ordenado pacientemente junto a Juan Manuel Trujillo. En Gran Canaria, organizará también los fondos musicales de la sociedad científica El Museo Canario, entidad donde se creará una sección de musicología por iniciativa suya y donde será depositado su archivo personal.
Su esfuerzo fue reconocido en muchas ocasiones, siendo nombrada Socia de Honor de El Museo Canario (en 1983, convirtiéndose en la primera mujer en obtener esta distinción), Hija Predilecta de Las Palmas de Gran Canaria (1983) y Medalla de Oro del Gobierno de Canarias (1993). En 1984 ingresó en la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel, dedicando su discurso a la trayectoria de su padre. El periódico Diario de Avisos anunciaba ese acontecimiento describiendo a Lola de la Torre como una de las figuras más importantes de la musicología canaria del siglo XX, subrayando además el hecho de haber sabido compaginar su trayectoria artística como soprano de renombre con una fecunda labor pedagógica.
Doña Lola (como la llamaban sus alumnos) murió el 19 de enero de 1998 en Las Palmas de Gran Canaria, haciéndose así su silencio. En todas las orillas donde estuvo aún se escucha su voz.
Para saber más:
REINA JIMÉNEZ, María del Carmen. Mujer y cultura en Canarias. (Colectivo de Mujeres Canarias, 2010).
SIEMENS HERNÁNDEZ, Lothar. “Lola de la Torre: Aproximación a su vida y a su obra musicológica”. Homenaje póstumo a Lola de la Torre Champsaur. (El Museo Canario, nº 54, 1, 1999).
TORRE CHAMPSAUR, Lola de la. “Semblanza de Néstor de la Torre Comminges”. Discurso de ingreso en la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel. (23 de marzo de 1984).
“Lola de la Torre ingresa esta tarde en la Academia de Bellas Artes”. Diario de Avisos, 23 de marzo de 1984.