En Tiempos de Aletheia

Annual: Crónica de un fracaso (Parte 2)

Annual: Crónica de un fracaso (Parte 2). Sucesos de 1909. Barranco del Lobo

La zona de influencia española no tenía una estructura de poder centralizada, sino que funcionaba bajo una multitud de alianzas creadas a partir de estructuras tribales y ligas políticas a varios niveles (comunidad, fracción, clan, tribu, confederación). El órgano de decisión en cada uno de estos niveles era el de una asamblea (agraw, en rifeño) formada por los representantes de la comunidad; estos elegían, generalmente por un período anual, a un jefe (shayj o amgar).

En 1908 el control de las cabilas (o tribus) que circundaban Melilla estaba en manos de Bu Hamara, un pretendiente al trono de Marruecos que afirmaba ser el hermano del sultán Abd al-Aziz; la Compañía Española de Minas del Rif y otra francesa negociaron con él la explotación de los yacimientos mineros. Sin embargo, las cabilas que antes apoyaban a Bu Hamara considerarán que este les ha traicionado al hacer estas concesiones de explotación, y para demostrar su oposición, el 8 de agosto de 1908, atacan las explotaciones sin causar víctimas; el sultán manda apresar y enviar a Fez a Bu Hamara, allí morirá encarcelado.

La muerte de Bu Hamara deja a España sin interlocutor con los rifeños y la situación se hace más tensa. El general Marina, Comandante General de Melilla, pide instrucciones y refuerzos al gobierno, puesto que con las fuerzas que cuenta no pueden continuarse las labores de las explotaciones mineras. El gobierno se limita a pedir calma y le prohíbe cualquier acción militar y el 7 de junio de 1909 autoriza a las compañías mineras a proseguir sus trabajos. La tranquilidad dura poco, a finales de junio comienza una predicación de la guerra santa en las cabilas próximas a Melilla. Ante la negativa gubernamental a autorizar la ocupación y fortificación de posiciones que permitieran defender a los trabajadores de un posible ataque rifeño, Marina ordena una expedición por estas cabilas, que lo único que consigue es la captura de seis agitadores que son conducidos presos a Melilla.

Estas detenciones serán el detonante de una sublevación, y el 9 de julio de 1909 se produce en Sidi Musa un ataque de los rifeños a un grupo de obreros españoles que construían un puente para un ferrocarril minero, matando a seis. Al tener el gobierno noticia de estos hechos, el presidente Maura decreta el 10 de julio la movilización de tres brigadas mixtas de Cazadores, formadas en su mayor parte por reservistas de las quintas de 1903 y 1904 (ya padres de familia), lo que provoca los disturbios en Madrid y en Barcelona en contra de dicha determinación conocidos como Semana Trágica.  Disturbios los cuales se saldaron la vida de cien personas tan solo en Barcelona, pedían igualdad, pues el pago que eximía de tal prestación militar (6.000 reales, mientras el sueldo medio de un trabajador era de 10 reales diarios) era del todo inaccesible para la clase obrera.

El día 16 comienza la llegada a Melilla de las fuerzas expedicionarias y el 18 entran en combate. El 20 se produce un nuevo ataque rifeño en Sidi Musa, ataque que será rechazado por los españoles tras largos combates, bajo un sol abrasador sin agua y sin comida, tales eran las míseras condiciones en que se hallaban. El 22 los ataques van ya aproximándose a Melilla, para detener este avance de los rifeños se ordena una concentración de fuego artillero sobre el principal núcleo atacante. El general Marina, en previsión de un ataque a Melilla, acantona una columna de seis compañías de infantería y una sección de obuses en las proximidades de la ciudad. Esta operación queda al mando del coronel Álvarez Cabrera, quien, por iniciativa propia, ordena una marcha nocturna hacia Ait Aixa, perdiéndose durante la noche y amaneciendo en el barranco de Alfer, donde fueron diezmados por los francotiradores que estaban apostados en las alturas. Esta imprudencia, que cuesta la vida al coronel, produjo también 26 muertos y casi 230 heridos. No obstante, consiguieron el objetivo de sacar a los rifeños de sus posiciones, haciéndolos retroceder.

El 26 de julio confidentes rifeños informan sobre la preparación de un nuevo potente ataque en ciernes. El general Marina, ya teniente general y Comandante del Ejército de Melilla, ordena la salida de tropas para proteger la posición de la Segunda Caseta. Asimismo, dispone que la brigada de Cazadores de Madrid, mandada por el general Guillermo Pintos Ledesma, vigile la zona del barranco del Lobo y el de Alfer, situados en las estribaciones del monte Gurugú. En el barranco del Lobo, los españoles se ven expuestos al fuego graneado de los rifeños que continúan siendo dueños de las alturas. Se comete el grave error de intentar la retirada sin apoyo de la artillería, lo que causa gravísimas pérdidas. El general Marina, viendo la gravedad de la situación, toma el mando y organiza la retirada ya con el apoyo artillero y el de fuerzas procedentes de la Segunda Caseta. Esta emboscada originó, según la historiadora María Rosa de Madariaga, la muerte de 153 militares (17 jefes y oficiales y 136 hombres de tropa) y 599 heridos (35 jefes y oficiales y 564 hombres de tropa). Tras un parón provocado por esta grave derrota se enviaron refuerzos y las fuerzas del ejército de operaciones en Melilla llegaron a 35.000 soldados y los combates que se produjeron de los meses de agosto a noviembre fueron incrementando poco a poco el terreno controlado por el ejército español en los alrededores de Melilla.

El resultado final será la ampliación de la zona de influencia melillense por la cuenca del río Kert hasta Zeluán y Nador por una parte, y hasta el Cabo Tres Forcas por la parte opuesta.

1911

En 1911 Marruecos estaba en estado de completo caos y desorden. El sultán requirió entonces la ayuda de Francia de acuerdo con lo previsto en la Conferencia de Algeciras. Excusa esta perfecta para meterse de lleno en el gobierno de Marruecos; las tropas francesas ocuparon la capital de Marruecos, Fez; mientras que España ocupó Larache y Alcazarquivir. Es ahora cuando se produjo el acuerdo franco-alemán por el que Alemania renunciaba a Marruecos, y aceptaba el Protectorado francés sobre este, a cambio de una cesión de territorios en el África Ecuatorial. Llegados a este punto habría que explicar la Conferencia de Algeciras de 1905, por no extendernos demasiado, remitimos al lector a indagar acerca de la misma.

Protectorado de Marruecos

Las continuas intromisiones franco-españolas hacen insostenible la posición del sultán, el cual, en marzo de 1912 firma el Tratado de Fez con Francia, por el que se establece formalmente el protectorado. Mediante el Tratado Hispano-Francés firmado el 27 de noviembre de ese mismo año, Francia reconoció a España el territorio de la zona norte de Marruecos, estableciéndose el protectorado español, con capital en Tetuán. Un protectorado que no significaba otra cosa sino otra suerte de colonialismo, pues se trataba de controlar y administrar sus bienes y materias.

España obtiene además la administración de un 5% más del territorio marroquí, que incluye la región montañosa del Rif. La colonización implica que todo el poder político, económico y militar se encuentra en manos de las autoridades de la potencia protectora y de un número creciente de colonos europeos que intervienen activamente en la política colonial; dado que se trata oficialmente de un protectorado, se mantienen en su forma algunas estructuras de poder preexistentes, pero en la práctica no tienen competencia alguna más que cierta capacidad de intervención parcial en asuntos religiosos. Es decir, el sultán se mantiene simbólicamente como máxima autoridad marroquí (firma las leyes del protectorado) y es representado en la zona española por un vicario o jalifa.

En febrero de 1913, comienza la ocupación formal del territorio por parte de los cargos españoles. Esto trajo consigo el tener que enviar refuerzos dada la resistencia de los marroquíes a la ocupación. En 1913, fueron llevados 50.000 soldados españoles. Dado ya el comienzo de la Primera Guerra Mundial hizo que España, aunque neutral en dicho conflicto, cesase en su intención de ocupar más territorios para no provocar la reacción armada de otras potencias europeas. Cuando termina la Gran Guerra se retoman las operaciones coloniales.

Cuando la ocupación empieza a hacerse efectiva, surgirá un nuevo foco rebelde, esta vez en Yebala, el cual fue vencido en 1919  por las tropas españolas.

En 1920 con el general de división Manuel Fernández Silvestre al mando de Dámaso Berenguer alto comisario de la Comandancia General de Melilla, comienza una incursión ofensiva en el Rif con la intención de “pacificar” la región oriental del Protectorado español. La empresa era del todo arriesgada dadas la precariedad de medios y armamento con los que contaba el ejército, y el desconocimiento del terreno y de las fuerzas enemigas. Las del ejército español se conformaban de soldados que realizaban el servicio militar obligatorio, y también de unidades indígenas naturales de Marruecos: la policía indígena y los regulares. Un ejército con un armamento anticuado que consistía en artillería y ametralladoras de poca eficiencia que se sobrecalentaban al usarlas y fusiles Mauser de origen alemán muy deteriorados por proceder de las últimas guerras coloniales de Cuba y Filipinas. Los soldados iban calzados con alpargatas, se les racionaba la comida y la renovación del calzado por la corrupción generalizada dentro del ejército la cual desviaba los suministros destinados a la tropa para beneficio de algunos oficiales corruptos.

No obstante, entre mayo de 1920 y junio de 1921, Silvestre protagonizó un espectacular avance, rápido y relativamente incruento, lo que sugería que pronto podría controlar todo el territorio hasta alcanzar la Bahía de Alhucemas. Obtuvo la sumisión de las cábilas de Beni Ulixek, Beni Said y Temsaman, llegando a pactos con sus cabecillas, ofreciéndoles dinero a cambio de que simularan operaciones de defensa y huida.

Silvestre cometió numerosos errores en su avance, comportándose de forma temeraria, subestimó al enemigo, no desarmó a las tribus rifeñas cuya amistad había comprado, y extendió mucho más de lo prudente sus líneas. Las fuerzas de la comandancia de Melilla se distribuyeron entre nada menos que ciento cuarenta y cuatro puestos y pequeños fuertes o blocaos, a lo largo de 130 km de zona ocupada. Los blocaos se situaban siempre aprovechando los lugares altos, pero a pesar de que desde estas posiciones se podían dominar amplias zonas, normalmente no había agua, lo que obligaba a ir a por ella con caravanas de mulas periódicamente, a veces a diario. Además las instalaciones no contaban con aljibes para almacenar agua y tener una reserva por si se producía un asedio. Ni siquiera podían prestarse apoyo entre ellas por las distancias que separaban una posición de la contigua. Con fuerzas tan repartidas y aisladas entre sí no era posible hacer frente de manera eficiente a un ataque del enemigo. Las condiciones de vida de los soldados, ya de por sí malas, eran pésimas en estos blocaos.

Annual

Así las cosas, en mayo de 1921, el grueso del ejército español estaba en el campamento base instalado en la localidad de Annual. Desde allí Silvestre esperaba realizar el avance final sobre Alhucemas. Entre Melilla y este campamento había tres “plazas fuertes” separadas unos 31 km entre sí. Hasta este punto apenas se había disparado un solo tiro, aunque se guardaban las distancias con las tribus hostiles, y en las pequeñas escaramuzas que se producían apenas si hubo algunas bajas. Sin embargo la posición de Annual era estratégicamente muy mala, se encontraba situada en un valle, rodeada de montañas y con accesos difíciles a la retaguardia. Un único camino principal la enlazaba con Melilla y este transcurría a través de pasos entre áreas montañosas que podían ser fácilmente tomadas por el enemigo que en consecuencia podía cortar la retirada y convertir el lugar en una auténtica ratonera. Que fue lo que efectivamente sucedió.  (Una de las posiciones que dominaba Annual era Igueriben, que fue sitiada el 14 de Julio de 1921. Estaba defendida por 355 soldados. El día 17 de Julio se les agotó el agua y bebieron el líquido que producían al machacar patatas, el de los botes de conservas, tinta, colonia y orines. El día 21 se organizó una expedición de socorro con 3.000 soldados de Annual, pero no lograron llegar a la cima, lo que hizo cundir el pánico y el desánimo en el campamento principal. A las 4 de la tarde se ordenó la retirada de Igueriban hacia Annual, pero solo lograron sobrevivir 1 oficial y 11 soldados, de los cuales 4 murieron al llegar a Annual de sed y agotamiento. El 22 de julio, había en Annual 5.000 soldados (3.000 españoles y 2.000 indígenas) y 5 baterías artilleras. Había víveres para 4 días, municiones para 1 día, pero no había reservas de agua. Estaban rodeados en las alturas por las fuerzas de Abd el Krim. A las 4 de la mañana del día 22, Silvestre comunicó la desesperada situación por radio a Melilla. Al rayar el alba los oficiales españoles todavía dudaban entre la retirada o la resistencia en espera de refuerzos, pero el avance de 3 columnas de unos 6.000 rifeños hacia el campamento desencadenó la tragedia. A las 11 de la mañana comenzó la retirada en medio del caos mientras los 2.000 indígenas de la fuerza española se pasaban al enemigo mayoritariamente tras asesinar a sus oficiales. Los oficiales perdieron el control de sus tropas y todo el mundo salió corriendo en estampida. El general Silvestre murió en el campamento en circunstancias no esclarecidas.

El general Silvestre había utilizado en la campaña casi todas las fuerzas disponibles, sin dejar prácticamente reserva en previsión de un contraataque; por otra parte, cometió el grave error de concentrar gran número de tropas en Annual sin contar con los suministros necesarios para su mantenimiento, por lo que la capacidad para resistir en el lugar era muy limitada.

Los rifeños defendían su propio terreno del que eran grandes conocedores, disponían de armas de fuego y estaban acostumbrados a usarlas con excelente puntería, pues las luchas en el Rif entre tribus rivales eran muy frecuentes antes de la llegada de los españoles. Estaban perfectamente adaptados al clima, incluso su ropa era de un magnífico camuflaje. Eran maestros de la emboscada. Y así sucedió, esta campaña de conquista de nuevos territorios se saldó con miles de soldados muertos, el suicidio del general Silvestre, unos 500 soldados fueron asesinados incluso después de deponer las armas, otros 3.000 asesinados después de rendirse en monte Arruit, muchos fueron sometidos a torturas y vejaciones, pocos pudieron salvarse del desastre.

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