Final de la Gran Guerra: Alemania se rinde y los aliados la culpan de haber iniciado la guerra. En el pacto de Versalles se impondrán severas medidas de control a sus territorios, arrebatándole incluso las colonias de fuera de Europa. Las sanciones económicas (que no terminaron de pagar hasta 2010) serán la causa principal del proceso hiperinflacionario que afectó a todos los sectores productivos y todas las clases sociales. Tanto fue así que se llegó a imprimir moneda incluso en boletos de papeles de toda índole. Situaciones estas que la Historia nos muestra como las fortalecedoras del extremismo y la violencia política.
Hitler fue uno de los muchos exsoldados de la Gran Guerra desencantados que creen, entre otras cosas, que han sido traicionados por los socialistas y los judíos. Este sentimiento le llevará a meterse en política en 1919 tras haber fundado el partido político nacionalsocialista obrero alemán, con el que se hace con no muchos seguidores pero sí muy devotos de su figura. Al poco, Hitler protagonizó un intento de golpe de Estado en Munich que le llevará preso. Ingreso en la cárcel que él aprovechará para dar forma a su manifiesto político bajo el título Mein Kampf.
Como decíamos, fruto de los acuerdos del “pacto” de Versalles, firmado en el Salón de los Espejos, donde “casualmente”, en 1870, Bismark había proclamado el Imperio Alemán del II Reich después de la victoria prusiana sobre los franceses (mala leche se gastaban alemanes y franceses entre ellos desde hacía ya tiempo), se deja una Alemania privada de grandes territorios que pasarán a manos francesas, inglesas, danesas, polacas, etc., hasta llegar al punto de que un 10% de la población alemana pasó a estar controlada por otras naciones. Además de que, con estas medidas que mentábamos de la revancha francesa, más la caída de la bolsa estadounidense en 1929, Alemania caerá en una rotunda crisis económica que desalentará al pueblo alemán; al cual, además, se le había privado de una de sus insignias, casi esenciales (hablamos, sobre todo, de la parte prusiana) como nación: la de parte de su ejército, a saber, casi toda la artillería y la aviación.
Después de su salida de prisión, Hitler, persona de deficiente educación, prometió llegar al poder a través de medios pacíficos y democráticos. Con su elocuente discurso de rechazo a esta humillación que sentían padecer, en 1932, se presentó como candidato a las elecciones presidenciales, en las que quedó en segundo lugar. Después, en las elecciones al Reichstag (Parlamento), el partido nazi se convierte en el partido más grande. Se celebraron unas nuevas elecciones en las que se vio que los comunistas escalaban posiciones, lo que precipitó la alianza táctica de los partidos de derechas, y fue así como Hitler consiguió que el presidente Hindenberg le nombrara canciller de Alemania (que no presidente, subrayamos, es distinto el parlamento de la presidencia). Hitler disuelve el Reichstag y convoca nuevas elecciones; esta maniobra anteriormente había beneficiado a los comunistas, pero esta vez iba a ser distinto.
Su excusa perfecta para ilegalizar los partidos de izquierdas (comunistas y socialistas) fue el incidente de la quema del Reichstag (edificio del Parlamento) por parte de un comunista neerlandés que, posteriormente, pero ya guillotinado, y muy posteriormente, fue declarado inocente. Esto ocurría la noche del 27 al 28 de febrero de 1933, cuatro semanas después del nombramiento de Adolf Hitler como canciller del Reich. Repetimos: el edificio del parlamento ardió; se trató sin duda de un incendio provocado, aunque el asunto de la autoría no está resuelto a día de hoy. De lo que no cabe duda es de que los nazis fueron los grandes beneficiados del incendio. Esa misma noche desataron una oleada de terror contra sus enemigos políticos. El Reichspräsident (ahora sí, el presidente) Hindenburg, de 86 años y de salud delicada (en todos los sentidos, también mental), fue forzado a firmar al día siguiente la llamada Reichstagsbrandverordnung (Decreto del Incendio del Reichstag) “para la protección del pueblo y el estado”. El párrafo 1 derogaba los derechos civiles elementales; el párrafo 5 establecía la pena de muerte para delitos de “alta traición”.
Hasta ahora hemos visto que NUNCA, y reitero, NUNCA Hitler ganó unas elecciones presidenciales; su partido nunca, repito, nunca “legal y democráticamente” tuvo en sus manos el poder presidencial. Lo que sí consiguió fue una gran representación parlamentaria. Otro dato curioso es que invirtieron una ingente cantidad de dinero en promoción; y fue allí donde su propaganda llegó donde obtuvieron votos; donde no hubo propaganda, apenas tuvieron apoyo. Invirtieron, repito, cantidades ingentes de dinero en propaganda estando ya en el Parlamento, habiendo puesto a las SA a su mando y con toda una maquinaria propagandística de control de la radio y la prensa a manos de alguien cuyo nombre ya todos concocemos: Goebbels.
Con estas nuevas elecciones convocadas y esta nueva legislación derivada de la quema del Reichstag (muy prodemocracia, ¿verdad?), obtiene el 44% de votos, pero casi todos los líderes de la oposición están ya exiliados o prisioneros, y aquí es cuando él aprovechó y se proclamó ganador.
Después de un año de enfermedad que mantuvo al verdadero presidente aislado, lo cual llevó a que no pudiera contrarrestar las acciones hitlerianas de escala al poder, muere Hindenberg y Hitler se nombra a sí mismo jefe de estado, poniéndose a la cabeza de los departamentos de estado principales y hace jurar a las fuerzas armadas lealtad no al estado sino a sí mismo.
Así como de pasada, recordaremos también cómo las SA libraron, en 1934, una suerte de guerra civil contra el partido comunista alemán que fue practicamente aniquilado aun siendo el más numeroso de Europa en cuanto a miembros, y cómo Hitler se deshizo de las SA en la Noche de los Cuchillos Largos, en la que las SS tomarón el control y le libraron de Röhm, enemigo interno en su propio partido.
Así se las jugó Hitler, y si alguien todavía puede decir que Hitler obtuvo alguna suerte de victoria democrática que venga y me lo explique con otros buenos argumentos históricos y, de no ser así, por mi parte pueden ya dejar de afirmar soberana mentira y dejar de continuar con el mito de que Hitler ganó la presidencia de manera democrática, pues a mí, personalmente, se me pone mal cuerpo al oírlo.
Por cierto, una de las medidas que tomó, entre otras muchas, para reducir el paro fue la de prohibir trabajar a las mujeres casadas (curiosa medida que compartió con un tal Francisco Franco Bahamonte, ahí queda el dato. Por eso muchas mujeres no dispusieron de pensión).
Fuentes:
- “Blitzkrieg: El inicio de la Segunda Guerra Mundial”, podcast de El abrazo del oso, disponible en Ivoox.
- “Edificio del Reichstag”, Wikipedia.
- “El inicio de la Segunda Guerra Mundial, 1”, documental disponible en YouTube.
Poeta, licenciada en Filosofía y grado superior en Diseño.