En Tiempos de Aletheia

Jesús y Cristo – Diferencias históricas y espirituales

Hablar de Jesús es hablar inevitablemente de Judaísmo, así como hablar de Cristianismo será inevitablemente hablar de cristianismos, en plural, pues siendo él judío dentro de la tradición mesiánica, fueron sus discípulos, o cierta facción de los mismos, los que decidieron que él en verdad era el Mesías que venía predicándose por gran parte de los rabinos de la época. Y a raíz de ese sentimiento fue que comenzaron a escribir testimonios que así lo relataban y mostraban. También cabría reseñar ya desde el principio que distinto es hablar de Jesús de Nazaret (carpintero de profesión que también se volcaba en la predicación de la ley judaica) que de Cristo, el personaje espiritual que de aquel primero se derivó. Acerca de Jesús de Nazaret los historiadores no dudan de su existencia, era, como hemos dicho, un rabino que como tantos otros en la época, además de dedicarse a su profesión, llevaba a cabo la misión del estudio y divulgación de la ley de Moisés.

Jesús  nunca quiso fundar una iglesia y nunca dejó de sentirse adscrito a la religión judía. Serían pues sus discípulos quienes decidirían que era motivo y fundamento de una nueva secta o grupo religioso. Jesús, sin embargo, se sentía inserto en la corriente de una predicación mesiánica judía, aquella según la cual estaba pronta a darse la circunstancia por la que llegará el momento en el que el Reino de Dios baje a la Tierra y se dé el Juicio Final, instaurándose de esa manera el Reino de los Cielos. La mayor figura representativa de esa ola de pensamiento que había en ese momento en el que Jesús comienza su predicación era Juan el Bautista.

En cuanto a la muerte por crucifixión de Jesús, será en los evangelios bíblicos donde se ponga a los judíos y no a los romanos como los culpables de la muerte de Cristo, esto se sabe que no es así. A Julio César, y a los romanos en general, no les temblaba el pulso a la hora de matar. Hay que pensar que Jesús era un rabino que predicaba el fin del poderío del Imperio romano, que pudo con su predicación armar buenas revueltas populares. Pero los Evangelios no dicen esto, sino que dicen que Poncio Pilato “se lava las manos” en un gesto de no querer saber nada, algo impensable en el gobernador de Judea, quien además lo hizo en ejecución pública.

 

San Mateo, 27, 21-25:

21Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. 22Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! 23Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! 24Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. 25Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.

Este es uno de los pasajes de los evangelistas (y con esto estamos hablando ya de otro siglo diferente al de la vida de Jesús)  que no solo separarán Judaísmo y Cristianismo, sino que confrontarán ambas corrientes, siendo además cargado el pueblo judío (quienes no habían creído que Jesús fuera el auténtico Mesías) con la culpa, el pueblo de aquel entonces contemporáneo de Jesús y también a sus hijos. De aquí vendrá toda una línea antijudía que se desplegará en diversos lugares y momentos de la historia, como en el caso de la expulsión de los mismos de la península que habitamos.

 

La ciencia histórica cree estar más que segura de que Jesús jamás creyó que él fuera el hijo de Dios en el setido óntico, de realidad, como lo entendemos hoy, ni tampoco en sentido simbólico. Más bien tenemos pistas para pensar que él se consideraba a sí mismo un profeta o un proclamador de la venida del Reino de Dios.

En los Evangelios, pues, se superponen dos figuras diferentes: la de un maestro predicador de la ley de Moisés, y una figura celestial. ¿Por qué hay estas dos figuras? Porque los seguidores de Jesús idealizaron, repensaron y cambiaron su figura. Y fueron los grupos de seguidores los que creían que él “estaba todavía entre ellos”, pero el hecho de pensar que Dios ha resucitado a una única persona antes del Juicio, era un hecho impensable en el siglo primero. También hay que señalar que el hecho de divinizar a personajes relacionados con la herencia religiosa era un proceso con cierta reincidencia en todas las creencias místicas de la época. El proceso de deificación era habitual tanto en el mundo judío como en el grecorromano donde había muchos héroes que, tras su muerte, habían sido ensalzados al ámbito divino; y en el ámbito judío igual, por ejemplo: Elías, Enoc, David, Moisés, job, de los que se dice que sin morir están ya sentados al lado de Dios.

Los primeros cristianos que acompañaron a Jesús, estaban seguros de que el Mesías había de volver, ya que no se había cumplido la llegada del Reino de los Cielos y los planes de Dios son irrevocables, lo que interpretaron como que había comenzado la Era Mesiánica.

Entre los rabinos del siglo primero (contemporáneos de Jesús), había quienes pensaban que todavía quedaban textos por ser revelados que completarían aquellos que ya tenían y que apuntaban a un Mesías por venir. Y así, los primeros cristianos se lanzaron a pensar a Jesús en base a lo que encontraban en el Antiguo Testamento e interpretaron desde allí su figura. Así se fundó la Cristología por parte de estos primeros cristianos.

Esto contradice lo que dice Lucas en su evangelio en el que muestra a esos primeros cristianos como iletrados, pero esto lo que nos dice es que había diferentes interpretaciones de cómo fue el entorno de Jesús y no solo eso sino que había muchas diferentes interpretaciones también de la misma palabra de Jesús en torno a temas, como por ejemplo el de si Jesús tenía realmente cuerpo o no.

Todas estas diferentes corrientes se pueden simplificar en tres grupos:

  • Judeocristianos (de Judea y Galilea): son los que fueron los verdaderos seguidores de Jesús como Mesías pero solo de Israel y había que continuar la tradición judía como por ejemplo la circuncisión.
  • Gnósticos: grupo pequeño de quienes creían de ellos mismos que eran a quienes Dios había dado una revelación especial porque eran los únicos capaces de entender la auténtica doctrina de Dios. Ellos son los que creen de verdad porque conocen, porque saben, porque tienen ciencia acerca de las revelaciones.
  • Paulinos: seguían a Paulo de Tarso (exfariseo), quien tras recibir la llamada de Dios, se apercibe de que Jesús es el auténtico Mesías y que los gentiles, esto es, los paganos se acabarían convirtiendo a esta nueva ley que es distinta a la judía; una ley ahora libre del hecho de tener que hacerse judío, no necesita más que el acto de fe en Jesús Mesías. Divide pues los judíos puros (quienes han de seguir la ley de Moisés) de los judeocristianos (quienes solo han de creer en Jesús). Será la corriente paulina la que gane más adeptos.

Así pues, el más importante predicador del Cristo espiritual será Paulo de Tarso, quien, por su posición social y movilidad, pudo predicar la palabra de Jesús más que el mismo Jesús, llegando a Roma, donde la religión estaba corrompida por la elevación de los emperadores a deidades, otro punto más a su favor en la expansión de su corriente ideológico-espiritual.

 

Fuentes:

 

  • “Jesús de Nazaret hoy, entre la historia y la espiritualidad”, Antonio Piñero, vídeo disponible en YouTube.
  • “Los primitivos cristianismos y la gnosis”, Antonio Piñero, conferencia disponible en Ivoox.
  • Programa Memorias de un tambor, capítulo 59, “Judíos”.

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