En Tiempos de Aletheia

Del derecho masculino al llanto y al feminismo

Aunque el capitalismo pretenda hacérnoslo creer, no vivimos en una selva moderna, o no debiéramos, y de nosotras depende que así sea. Él tiene el dinero, nosotras tenemos el tiempo. Tal vez extrañe que utilice el plural femenino, estoy seguro que no sería igual si fuera en masculino; lo hago porque nuestros derechos son los mismos. Esta lucha también es por los sentimientos. Por el derecho a mirarnos a los ojos sin privilegios

Como hombre, reivindico mi derecho a renegar del estatus de blanco heterosexual. Ni lo elegí ni lo entiendo. Reniego del “que no se diga que no eres un hombre”, porque lo soy, y reto a cualquiera a que me explique qué es eso de “ser un hombre”. ¿Lo es acaso la competición, que no cooperación, por demostrar que se es un Macho Alfa? ¿De huir de la sensibilidad y de poder expresarla, porque “eso no es cosa de hombres”?

A unos kilómetros de donde vivo, había un chico que después de la adolescencia frecuentaba los círculos más arios de los ultras de los estadios. En su casa le habían inculcado el odio al diferente, de hecho, la primera palabra que utilizaba antes de una pelea era la de “maricón”. “Marica”, esa palabra tan escuchada en la infancia cuando no reprimías lo que sentías. Esa palabra que el tiempo partió en dos para que creciera dos veces más, con un aumentativo, para seguir siendo usada como insulto. Ya fuera en el inicio de una pelea o entre amigos como una suave manera de faltar al respeto a quien se dirigía.

Años más tarde, el escándalo tuvo lugar entre quienes le conocíamos porque había un rumor de que le habían visto en Ibiza besándose con otro hombre en una discoteca. Al año siguiente el rumor dejó de serlo cuando en las fiestas de una localidad cercana le vieron de la mano de otro hombre. De entre quienes sufrimos sus agresiones, no recuerdo haber escuchado a nadie que no dijera de ir, ahora, a cantarle las cuarenta, pedirle explicaciones, o incluso, devolverle los golpes. Todos hombres, heterosexuales, pretendiendo mostrar su máxima letra griega (alfa) en una actitud de rol impuesto que no mostraron en su momento, cuando creían que este hombre era heterosexual.

Estoy convencido de que si a ese niño le hubieran permitido expresar sus emociones hubiera habido menos puntos de sutura, y menos denuncias, y, sobre todo, él hubiera sido más feliz, y, por tanto, todo su entorno.

Hace ya bastante, cuando estrenaron El Hijo de la novia fui al cine con un amigo y su pareja. Por aquellas ponían Blade II en la sala contigua y, tras una pequeña discusión, aún no sé cómo logré hacerlo, les convencí para ver la primera. Terminó la película, y tras la última escena, después de los títulos, encendieron las luces de la sala y nos levantamos para irnos. Mientras iba secándome las lágrimas y recomponiéndome, la pareja de mi amigo me escuchó sonarme y, pretendiendo ridiculizarme, se giró para decirme: ” Pero, Mariano ¿Has llorado?”. Mi respuesta, reconozco que de manera defensiva, fue: “Pues claro, como tú y aquella, y aquel, y como todxs lxs que estamos en esta sala”. A lo que mi amigo añadió: “Joder, Mariano, si lo sé me meto a ver Blade II”. Por mi parte no hubo contestación. Consideré que frente a semejantes argumentos poco más podía hacer de lo que ya había hecho: exponerme como ser humano, y como hombre, a la felicidad y al derecho de poder hacerlo.

Sin pedir permiso, quiero lanzar una piedra que duele contra el patriarcado, hablando de la masculinidad. Tenemos una necesaria relación con el feminismo porque ahí se ha alzado la voz en favor de la igualdad. Avanzando más allá de las ideas de la Ilustración o del Marxismo. Reivindicando su lugar pero sin buscar la altura, reclamando la horizontalidad.

Incluso en la selva, entre distintos tipos de animales, podemos observar lo que consideraríamos claros ejemplos de cooperación y supervivencia, lo que llamaríamos “apoyo mutuo”. Igual que nuestra relación con otras especies, y ahí hay una relación revolucionaria con la felicidad. ¿Por qué no darla, entonces, y elegir, en nuestra especie, que es la misma?

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