En Tiempos de Aletheia

Esperanzadora en la Historia de verdad

Quién me iba a decir que un mes después de hacer una valoración sobre el interés del lector de esta revista por un apunte sobre la demografía histórica y que la llegada de ese monstruo llamado Coronavirus, COVID-19, tendría cierta relación con el artículo, no desde un prisma relacionado con la salud, faltaría más, sino por las alteraciones sufridas por la población, no por movimientos demográficos de las personas en nuestro planeta. Sí por alguna otra causa.

El ser humano es el protagonista de la historia, aunque ello conlleva cantidad de problemas, pero es la misma lógica quien nos indica que la investigación sobre el hombre comience por los datos más primarios de su existencia. No son pocos los estudiantes que manifiestan que la historia es aburrida porque no les sirve para nada. Excepto unos pocos que sueñan con el Olimpo. Los que discrepan es en base a la irracional memorización de datos y fechas que no tienen utilidad alguna para la vida normal y que no responden a sus preocupaciones. No es nuestra intención decantarnos por unos u otros. Pero tenemos la necesidad de saber si aumenta o disminuye la población, cómo se reparte en el mundo, si se instala en su lugar natal o no, incluso cómo se estructura por edades teniendo en cuenta nacimientos, fallecimientos, duración media de la vida, distribución en las distintas ocupaciones. Por descontado que para llevar a cabo esto, no es suficiente con contar y repartir.

Pese a todo, opinión, comentario, etc., no cabe la menor duda de que el estudio de la demografía histórica es una compleja disciplina llevada a cabo por especialistas que minuciosamente analizan los datos de que disponen , reconstruyen familias para conocer su historia interna –nacimientos, matrimonios, descendencia y fallecimientos– empleando los modelos de población que les permiten la interpretación de datos de censos y otras fuentes de información que, en definitiva, es por lo que más se interesa el historiador para fijar el contexto y realizar un análisis más amplio que saque a la luz la complejidad de las relaciones que se establecen entre el número de personas y la evolución de las sociedades. En cuanto a las relaciones elementales, cabe señalar la que existe entre la capacidad de producir alimentos y el tamaño de las poblaciones y entre este y el desarrollo económico.

La complejidad de las relaciones se pone de manifiesto cuando se afirma que con más alimentos se podría mantener una población mayor, y que cuantas más personas sean las que trabajen, mayor volumen de riqueza producirán. Esto no es así de sencillo.

Si examinamos las dimensiones de la población como consecuencia del volumen de alimentos disponible es lógico que la humanidad hubiese experimentado un aumento gradual en la medida que incrementaba su capacidad para producir alimentos. Pero desgraciadamente no ha sido así. Desde la invención de la agricultura hasta hoy, la población ha experimentado un salto inmensamente brusco, el cual tuvo comienzo con la Revolución Industrial.

En los doce mil años anteriores, la población de nuestro planeta aumentaba lentamente, con incluso fases de estancamiento y retroceso.

Existe una acepción de la historia social que agrupa estudios a los humildes y sus movimientos sociales, trabajadores y sindicalismo. Ya no a los gobernantes y clases dominantes. Bertolt Brecht para lanzar sus quejas decía: “¿Quién construyó las puertas de Tebas?”, “Los libros están llenos de nombres de reyes”, “¿fueron los reyes quienes levantaron los pesados bloques de piedra?”.

Crónicas antiguas solían estar dedicadas a narrar gestas, verdaderas o falsas, de reyes, nobles y otros poderosos económicamente. Eran las únicas personas que contaban, pues supuestamente eran quienes con sus actuaciones marcaban el rumbo de la historia. Los demás en ella tenían el rol de comparsas. Es perfectamente válido como ejemplo el hábito de dividir la época histórica en reinados y diversas dinastías. Ello presupone que la muerte de un rey y el ascenso de otro para ocupar la vacante, originaba cambios fundamentales en el acontecer histórico. Otro hábito es relacionar períodos de bonanza o decadencia con aspectos personales de los reyes. Se da, para mí, la indeseable circunstancia de que en nuestro país tenemos varios ejemplos de perfiles que sin acritud denomino infumables, como el de Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Sus muchos defectos personales, cada vez más visibles, concluyen en Carlos II al que se caracteriza como un fantoche monstruoso. A estos, llamados los Austrias, los vinieron a relevar los Borbones, teóricos activos y dinámicos, de dinastía francesa, puesto que en España no había, ni por sorteo, alguien capaz de llevar el peso de la corona. Sin entrar en detalles de nacimiento, herencia, derechos sucesorios, etc., en el momento interesado van tomando posesión de lo que no les pertenece, por no haberlo ganado, Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV, puesto que Luis I ni huella dejó. Estos supuestos promotores de la renovación ilustrada tampoco fueron muy allá. Los dos primeros terminarán con un importante estadío de locura y con los dos últimos tampoco hubo suerte, puesto en contra de lo que algunos dicen de ellos, fueron personas de muy corta inteligencia y que no sirvió para reflexión de quienes creen lo contrario. Si dudan de lo dicho fíjense en un lienzo en el que el protagonista sea Carlos III, persona que no tenía claro lo de cultura y lo de cemento, vocablos que comienzan con “C”. Curioso, pero no hizo nada por el bien de España sino solo por el lucimiento de la monarquía. Nos queda la joya de la corona de aquellos tiempos, llamado el Deseado, Fernando VII, difícil de clasificar, puesto que dijo, desdijo, juró, abjuró, se escapó, auto secuestró, reinstauró lo más necesario: La Inquisición. Poco faltó para vender su pueblo, al que en más de una ocasión engañó y traicionó. Pero volvió. Todas estas fechorías me conducen a rebautizarle como El Impresentable. Por la décima parte de los cargos a él imputados, a su primo Luis XVI de Francia, Capeto, el 21 de enero de 1793, públicamente , le separaron la cabeza de los hombros, y diez meses después la de su esposa. Por tradición y por la razón de la fuerza, la historia que conocemos tenía la vida política en el meollo de su universo. Ya fuese en la forma de actividad guerrera, de relaciones diplomáticas con los distintos países del mundo o, desde un prisma nacional, evolución de instituciones gubernamentales y de las legislaciones. Las batallas, leyes y tratados relacionados con ambas partes constituían los elementos fundamentales, a la vez que denunciaba “la historia concerniente a los reyes “. Fue Voltaire quien más duramente atacó la dedicación exclusiva de los historiadores a los hechos políticos y militares.

Sin contar que el mínimo azar pudo cambiar el destino, orden e historia. Este ejemplo es claro: en la noche de los días 13 y 14 de octubre de 1918, los británicos lanzaron un ataque contra los alemanes en Werwick, y el cabo Adolf Hitler perdió temporalmente la visión. Si en vez de esto los gases lo hubiesen matado ¿habría estallado la Segunda guerra mundial?.

China en el año 1979 publicó un anuncio mediante el cual se exigía a las parejas, por el bien del país y por motivos políticos y económicos, no tener más de un hijo; medida que evitó un crecimiento de la población china en 400 millones.

Parece ser que como China se estaba acercando a los 1.000 millones de habitantes, los gobernantes chinos, que también había, se preocuparon debido a que dicho crecimiento iba dar al traste con sus aspiraciones económicas. Y como a pesar de que se implementaron los programas al efecto, fue el mismo Deng Xiaoping quien endureció las normas con multas y extrañamientos en caso de violar las reglas. Hubo además abortos obligados y forzados, esterilizaciones masivas, etc. Pero hete aquí que los sabios dijeron que China sería la primera economía que envejecería antes de volverse una potencia económica rica, debido a la política equivocada de un solo hijo y, para 2050 aproximadamente la cuarta parte de la población tendría más de 65 años.

Si tenemos en cuenta que la tasa de fertilidad china es una de las más bajas del mundo, el envejecimiento de los habitantes ralentizará la economía. En el mismo sentido se reducirá el núcleo de jóvenes en disposición de trabajar y la proporción entre contribuyentes y pensionistas. Ante esta situación, los gobernantes chinos han decidido derogar la restricción de la cantidad de hijos y alentar a las mujeres a tener más hijos, pero son ahora estas las que no desean los hijos. Todo esto es una cuestión política, pues la cercana crisis demográfica además de poner en peligro el crecimiento económico socaba la popularidad del partido comunista en el poder. Hay que tener en cuenta que en China casi todo lo que se hace se convierte en un instante en una cuestión de Estado.

Pero si a mitad del siglo XX la población mundial era de 3.000 millones, en medio siglo aumentó la población en más del doble hasta alcanzar los 7.600 millones de personas. Y es que China, en medio siglo, duplicó la población, y que la suma de los dos países, China e India, alcanzó el 40% de la población mundial.

Curiosamente en los comienzos de la Revolución Industrial en fases de euforia, cuando había un mínimo crecimiento de la producción de alimentos , también se producía un aumento de la población en un pequeño porcentaje, pero por encima de las cifras normales, que desencadenaba la secuencia de hambre y epidemia que causaba una mortalidad extraordinaria lo que reajustaba las poblaciones. Esto es de película de terror, pero es así la realidad. La relación entre hambre y pandemia o peste –combinación de tifus, disentería, viruela y secuelas de la hambruna– era perfectamente conocida, y no solamente eso, sino que aun resultando curioso, había una relación entre la gran mortalidad que había y el incremento del precio del trigo. No digo palmario, pero se le acerca bastante lo que vemos. En política, a altos niveles, el sentido de la ética debe salirse de los parámetros y eso no sucede. Somos conocedores de que en las mayores potencias del mundo, algunos líderes tuvieron una muerte violenta por motivos que no sabemos pero intuimos. En cualquier caso ya vemos lo insignificantes que somos y la indefensión que tenemos ante cualquier imprevisto.

Ante la inmensidad de información creíble o ajustada, cascadas de bulos y contradicciones consecuencia de esta nueva disciplina de las comunicaciones llamada “red social”, los especialistas en la materia no son capaces de lograr frenar y calmar la ansiedad desencadenada en la población causada por la falta de coherencia en las declaraciones de todo el que puede y dejan hacer en radio, televisión, web, blog, wi-fi, whatsapp, email, Facebook y mil cosas más, todo o la inmensa mayoría hecho con la mejor voluntad, vuelven al ciudadano de a pie, supuestamente desconocedor del cómo, cuándo y dónde, y queda aturdido. Y como no existe una legislación lo suficientemente clara para la buena práctica de estos servicios, se montan los cirios que se montan.

Entonces es cuando echas mano de la historia que te dice que el bicho ya era conocido hace 3.000 años, que ya hizo su debut con distintos nombres, que hubo pandemias terribles en nuestro planeta. Que todo el virus es cerebro y que sabe más que lepe. Que no se le engaña con cuatro chucherías. Que no se sabe con seguridad si la hoja de ruta de los investigadores y el personal de Salud es la correcta. Que no es posible teoría de conspiración ni un arma biológica, y menos un genocidio. Lo que sí es cierto es que el mundo entero empujó en la misma dirección, los humanos unidos, por primera vez en la historia, para conformar un solo ente salvo algunos grupos que no alcanzan el nivel de ciudadanos porque no les da la gana y porque el mundo es así. Opinar a toro pasado es muy fácil.

Hartos de tanta falsedad, caducidad, vacío de sentido, hemos puesto encima de la mesa el recordatorio de la historia nueva, y no tan nueva, pero que no tiene que ver con la de siempre. Será la ciencia del hombre, no la del pasado. Estudio del ser humano en colectividad. Será simplemente historia. Nosotros hemos querido aportar nuestro grano de arena al decir que la impronta de la historia auténtica está aquí, llena de sentido, una historia nueva. Que su contenido es la sociedad humana, el ser humano que forma parte de un grupo que en su conjunto pueda investigar el funcionamiento de las sociedades del pasado para poder entender cómo es la de hoy, y ayudar a la gente haciendo inteligible el pasado.

La llamada nueva historia pretende ser instrumento de comprensión y crítica con el fin de que el ser humano sepa usar sus ojos, su cerebro, examinar todo por sí mismo y juzgar por su cuenta y elegir su camino conscientemente. Tenemos la absoluta seguridad de que esta humanidad, como un solo ente, sabrá agradecer el esfuerzo desinteresado desde la más pequeña a la más adulta de sus unidades

Lo cierto es que si la lección de estos largos, anodinos, tediosos, únicos y peligrosos días nos lleva a cambiar hábitos que hacen sufrir a los demás y a uno mismo, será la enseñanza sacada. Les recuerdo que tengan siempre presente que Salud y Educación para cualquier país, no suponen un gasto sino una buena inversión.

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