En Tiempos de Aletheia

HAGAMOS EL HUMOR

Hasta cierta edad nos tomamos nuestra existencia demasiado en serio, o así quieren algunos que nos la tomemos. Es en el momento que nos la trae todo al pairo cuando nuestro espíritu se muestra más relajado, cual esponja olvidada en el borde del inmenso e intenso mar.

Creo que en estos tiempos de sal y limón hemos perdido en demasía el sentido del humor. No digo yo que pasemos por la vida a carcajada limpia, pero el caso es que de un tiempo a esta parte noto al personal un tanto tenso, cabizbajo y alicaído. Motivos nos sobran para no tomarnos las cosas a la ligera, aunque esto suponga padecer todo tipo de enfermedades cardiovasculares y malestares de carácter mental.

Tengamos en cuenta que todo puede ser humor, incluso una tragedia, una caída a destiempo o una cita a ciegas. La propia evolución humana es un chiste (“¿venimos del mono o realmente nos echaron por alguna que otra discrepancia?”).

El caso es que no me cabe la menor duda de que existen personas poderosas, con intereses ególatras, que luchan por amargarle la existencia a sus prójimos; legisladores, por ejemplo, que procuran fraccionar la sociedad en la que coexistimos, es decir, suprimir el sentido del humor, la felicidad y la armonía. Logrando con ello que luchemos y compitamos estúpidamente entre nosotros, en vez de reírnos un poco más de nosotros mismos y del hábitat que nos rodea.

“Donde no hay humor no hay humanidad. Donde no hay humor existe el campo de concentración”, decía el dramaturgo y escritor franco-rumano Eugène Ionesco.

No lo duden, estimados lectores, existen gobernantes que ansían desquiciar a sus “súbditos” mediante normas y leyes humanamente inadecuadas que, a secas, buscan dividir, logrando así que nos olvidemos de que también hemos venido a este mundo a disfrutar, a sonreír.

O explicado a la manera de Christopher Lynn Hedges (periodista estadounidense ganador del Premio Pulitzer):

“Ahora vivimos en una nación donde los doctores destruyen la salud, los abogados destruyen la justicia, las escuelas destruyen el conocimiento, el gobierno destruye la libertad, la prensa destruye la información, la religión destruye la moral y los bancos la economía”.

Por lo cual, hoy más que nunca intentemos ser seres reflexivos e insurrectos para así poder cambiar las cosas. No permitamos que nos aniquilen el sentido del humor, que nos borren la sonrisa de la cara.

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