En tiempos crepusculares la gente, el pueblo, la única abstracción que somos todos, busca refugio en sus cuarteles de invierno, o de infierno, si lo prefieren. Todo vale para encontrar un poco de seguridad y consuelo; religión, ideología política, cuanto más radical y más utópica sea, mejor; un paraguas de ideas que nos proteja de la cruda realidad, de lo que está cayendo. Deporte; cuanto más extremo, mejor; corredores escuálidos se castigan como penitentes medievales milenaristas, recorriendo distancias que se me hacen largas hasta en coche. Jóvenes en la flor de la vida se entregan en cuerpo y alma a dietas imposibles. Predicadores de barra de bar se esfuerzan en salvarnos de cualquier cosa, con esa histérica seguridad que se acabará desplomando inevitablemente sobre quienes la predican. Los grandes clubs de fútbol, los pioneros de la Copa de Europa y, luego, de la Champion ahora han parido la Superliga y luego qué será, ¿la Liga Interplanetaria? Todo me parece una huida hacia adelante. Por cierto, ¿dónde hay que apuntarse para correr la Transvulcania? En fin.
Profesor, humorista, cantante y escritor.