He querido escribir milagros, vasos de vodka y diablos de color azul…
A estas horas de la madrugada solo soy consciente de las luces que se perdieron cuando el crepúsculo me aseguró que lo esencial solo se puede escribir al borde del precipicio.
Finalmente, uno escribe lo que lleva dentro para adosarlo al entorno que le rodea. Los grandes poetas, o al menos esos a los que yo considero imprescindibles, pasaron por la vida malviviendo y mal sintiendo, siendo conscientes de las injusticias del día a día, sosteniendo entre los dedos un cigarro añejo con sabor a infinitud, haciéndose preguntas y doliéndose a causa de la falta de respuestas.
Leopoldo María Panero aseguraba que es peor mentir que fumar. Panero, asediado por una grave enfermedad mental desde su juventud, residiendo en manicomios de mala muerte, era capaz de aseverarnos de qué va realmente la vida si es que somos capaces de admitir y/o tolerar la verdad:
La vida no es más que un lapso en el que nos encontramos con todo tipo de falsedades, de sentencias, de verdades a medias que logran que nos preguntemos de qué manera se mueven las cosas más allá de lo estrictamente mundano.
El ser consciente, el poeta, sufre al ver que el mundo es un vertedero de almas en el que todo vale y todo es negociable. El poeta fuma. Hace círculos de humo, reposa su cabeza por falta de vitalidad, y vuelve a darle una calada al humo asesino. El poeta también miente, pero lleva a cabo tal acto insidioso gracias a los recursos estilísticos, que consiguen tornar lo falso en verdadero.
¿Acaso Panero murió a causa de la tristeza que provoca la soledad y no tanto a causa del humo del tabaco?
Él, hombre cuya única patria era la poesía, un vaso de Coca Cola y dos o tres pitillos fumados apuradamente, blandía la pluma del desencanto y soltaba a quien quisiera escuchar frases terminantes que lograban erizarle la punta del alma a todo aquel que las pudiera asimilar.
O dicho a la manera del poeta:
«Aquí estoy yo, Leopoldo María Panero, hijo de padre borracho y hermano de un suicida, perseguido por los pájaros y los recuerdos que me acechan cada mañana escondidos en matorrales, gritando porque termine la memoria y el recuerdo se vuelve azul y gima, rezando a la nada por temor».
Poesía, a fin de cuentas.
Escritor, poeta y columnista.
¡Fantástico, Alex! Yo le conocí, como bien sabes, y era todo un personaje.
Siempre acertado aunque sea entre las sombras de Panero. Un abrazo, compadre.