Dos visiones de Avalón, o tal vez la misma, como una moneda que tiene en una cara la vida y en la otra la muerte. Por un lado, la isla soñada de los celtas, repleta de dones, la que visitaron aquellos dos monjes irlandeses que regresaron contando maravillas; y, por otro lado, el lugar donde reposa el mítico rey Arturo hasta su regreso para un reinado justo y definitivo en Camelot. Pues bien, aquí estamos, viviendo en Avalón o Brandán, o si se quiere Borondón, viviendo en la isla resumen y síntesis de las siete islas: La Palma. Verde y boscosa, como una fantasía celta, y a la vez con la dureza y sobriedad del desierto. Pero no es la isla de la muerte, sino de la resurrección, pues quien aquí llega buscando un marco adecuado para su regeneración personal, lo encuentra y resucita. Otros en cambio no soportan la soledad, el barranco, el abismo y equilibran su vida personal con largas estancias en islas mayores, en madriles o alemanias. Avalón no es buen lugar para apresurados e impacientes. No se vive en La Palma para tener prisa, pero un paraíso siempre es un territorio más o menos provisional y amenazado. Mientras tanto, palmero, no olvides esa hermosa declaración de intenciones: “Tú tranquilo”. Una filosofía de la vida en dos palabras.
Profesor, humorista, cantante y escritor.